La provincia de Valladolid presume de contar con unos magníficos restaurantes que combinan la calidad de lo antaño con la innovación de la nueva cocina. Son múltiples los establecimientos hosteleros que consiguen deleitar a sus comensales con las mejores elaboraciones y que logran, además, que el cliente repita, la mejor noticia para todo negocio hostelero.
Hoy nos vamos a detener en una localidad vallisoletana que es la capital, por excelencia, de la comarca de La Churrería. Se encuentra ubicada en los ‘Altos de la Mula’, en concreto en el páramo que se extiende al sur del valle del río Duero. A 55 kilómetros de la capital, en un municipio cuya vida gira en torno a dos núcleos comarcales como son Peñafiel y Cuellar.
Se trata de Campaspero, un pueblo en el que domina la sobriedad y lo esbelto de sus casas, de piedras blancas. Sus canteras son famosas en una localidad que cuenta con un total de 1.042 habitantes, según los datos actualizados del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Allí se ubica el Restaurante Mannix. Concretamente en la calle Felipe II, número 26. Se fundó en el 27 de junio del año 1981 de la mano de la gran luchadora y matriarca de la familia: Rosaura, acompañada de su madre Irene y Eusebio, que era su marido. Un lugar creado, en un primer momento, para dar bodas, también comuniones y eventos. No había por aquel entonces otro lugar que pudiera acoger comuniones bodas o eventos de gran magnitud.
Desde los comienzos de su andadura, hasta allí comenzaron a peregrinar clientes de todos puntos de todo el país para disfrutar de su afamado lechazo churro, hecho con todo el cariño y esmero en un horno de quilates que ensalza su sabor.
EL ESPAÑOL de Castilla y León charla con Marco Antonio Hernando, residente en Campaspero y de 52 años. Hostelero de toda la vida y que está al frente de un restaurante con mucha historia.
Más de su historia
“Comienzo en el restaurante, un negocio familiar, cuando dejo el colegio. A continuación, cuando mi padre muere y mi madre se jubila, cogemos las riendas del negocio mi hermana y yo. Mis padres tenían una carnicería y daban bodas, pero se iba quedando pequeño el espacio. Aglutinaron unos terrenos en el centro del pueblo para hacer una gran obra, allá por 1980, y poder dar comuniones y bodas. Así fueron los inicios”, apunta nuestro entrevistado.
Marco se define como una persona normal del mundo rural. Como un ciudadano “semilibre con toques anacrónicos”. Confiesa que la tradición de hacer lechazo asado “es de mi tatarabuelo paterno” y también de sus “abuelos maternos y paternos” además de “de mis padres” y, como no podía ser de otra forma, ahora también de él.
El restaurante, con más de 40 años de historia, se ubica en el casco viejo de Campaspero y cuenta con una superficie total de 299 metros cuadrados. Un negocio familiar que cuenta con siete empleados en la actualidad, que suma extras en ocasiones especiales, cuando se precisa.
“Se creó para bodas y después se han potenciado las cenas y las comidas. Siempre ha habido mucha clientela. La gente siempre ha respondido a nuestra llamada y, ahora, que está más de moda que nunca salir a comer por ahí, más todavía”, añade nuestro entrevistado.
Las delicias del lugar
Marco nos confiesa que lo típico, las joyas de la corona del Restaurante Mannix, pasan por ser el lechazo asado y las chuletillas que son lo más pedido del lugar. Pero también destacan los buenísimos entrantes además de las mollejas, los riñones, boquerones o la ensaladilla. Sin contar los espectaculares productos de temporada como pueden ser las setas, los puerros o los espárragos.
“También contamos con una gran variedad de postres que combinan lo vanguardista con lo clásico. Para el que no pueda comer lechazo, también tenemos chuletas de ternera, chuletillas o presa ibérica. Después, y para la sobremesa, también contamos con cafés y copas. Ofrecemos lo mejor y una amplia y variada carta”, añade Marco.
El dueño del conocido establecimiento hostelero asegura que cuentan con “varios premios en guías gastronómicas”, tanto a nivel nacional como regional. “El último premio que nos dieron fue el del restaurante más casual de Europa. Este año también hemos tenido una mención en la Guía Michelin”, apunta Marco.
Optimista con el futuro
La cabeza más visible del Restaurante Mannix ve el futuro “con entusiasmo” y no duda en afirmar que la hostelería y su producción va a ir “creciendo” con el paso de los años y de los lustros, aunque asegura que el incremento del precio de las materias primas “ha afectado al sector”.
“Claro que ha afectado. Respecto a las materias primas, se veía venir. La esclavitud poco remunerada económicamente y la obsesión de lanzar en estampida a todos los jóvenes a estudiar han debilitado y casi extinguido los oficios más tradicionales, sobre todo en el mundo rural. Pero, sin lugar a dudas, lo que más asfixia a los negocios son los impuestos desorbitados y que tengamos que pagar la orgía de todos solo unos pocos”, finaliza.
Pese a todo, el Restaurante Mannix quiere seguir ofreciendo la mejor calidad y los mejores productos a sus comensales muchos años más.
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