¿Quién no ha paseado alguna vez por Valladolid y se ha quedado embelesado observando la belleza de este edificio? Su nombre es Casa Mantilla y, a mayores de la historia que tiene detrás, es un lugar único, que reina en el corazón de Pucela y cuya fachada es inigualable.
Un edificio que lleva imperando en la ciudad desde el 20 de diciembre de 1890. Por aquel entonces, concedieron la licencia de obras a favor de Fidel Fernández Recio Martilla para poder derribar el Hospital de la Resurrección que allí se encontraba y construir cinco casas en el solar resultaste en las calles Marina de Escobar, Miguel Íscar, Acera de Recoletos y Calle Particular, la que hoy se conoce como Mantilla.
Un conocidísimo bloque de viviendas construido a finales del siglo XIX y que impresiona a todos los que pasan por él, que no son capaces de apartar la vista y aprovechan para fotografiarse con su espectacular fachada que se puede ver desde distintas zonas del centro.
En la actualidad cuenta con siete portales de viviendas. La principal es la más llamativa, que es la que justo abarca la esquina entre la calle Miguel Íscar y la Acera de Recoletos. De hecho, la historia no acaba ahí, porque tiene una curiosidad que quizá la gran mayoría de los vallisoletanos desconozcan: se instaló en 1982 el primer ascensor de la ciudad.
Este contaba con un sistema de funcionamiento hidráulico y sus pioneros depósitos de agua se han ido conservando a través de los años. Un edificio que no pierde su esencia y tampoco sus reliquias.
El edificio fue restaurado hace unos años, en 2007, de forma integra tanto en el interior como en el exterior. La construcción lleva la firma del arquitecto Julio Saracíbar, alavés, que también rubricó el edificio del comerciante Francisco Resines, en la Acera de Recoletos 8 y 9. Sin duda, ambos inmuebles se han calificado como las obras más singulares de finales del siglo XIX.
Y es que la Casa Mantilla tiene huellas de distintos puntos de España. Su construcción impresiona, pero es que los materiales utilizados han llegado desde diversos puntos de la geografía para hacer de este el mejor edificio de la ciudad.
Las columnas de hierro que posee fueron fundidas en Bilbao, el mármol se trajo de Barcelona, la máquina de vapor para proveer al edificio de electricidad vino de Inglaterra y la dinamo de Suiza.
Los materiales que se emplearon también fueron una novedad en la ciudad del Pisuerga ya que muchos de ellos, o la gran mayoría, no se habían utilizado hasta entonces. Uso la piedra berroqueña para el zócalo, hierro en las plantas bajas o ladrillo revestido de piedra artificial. Asimismo, destaca especialmente el 'sable mortier coloré' que se utilizó para los voladizos y la ornamentación de la fachada y que era la primera vez que se aplicaba en un inmueble vallisoletano.
Otra curiosidad es el solar que ocupa la Casa Mantilla. Este estuvo situado en el Hospital de la Resurrección, lugar que servía de cuidado y atención a los pobres y enfermos durante más de tres siglos y que, además, es citado por Cervantes en algunas de sus obras.
El estilo pertenece a lo que en su momento se bautizó como 'corriente neogriega', muy de moda en la alta sociedad francesa de la época. Destaca la apuesta por la verticalidad, que se refuerza por las altas arquerías de los bajos y por la disposición de los miradores; pero, sobre todo, destaca su monumental decoración: cariátides, guirnaldas, cabezas de león, torsos femeninos o atlantes. Todo ello, retrata a la perfección el paradigma del estilo burgués en Valladolid.
En definitiva, un espacio lleno de historia y belleza que, además, está en pleno núcleo comercial de la ciudad. En su portal principal siempre ha habido distintos establecimientos. Hace unos años se encontraba un banco y hoy en día hay una tienda. De lo que no cabe dudas es de que impresiona a todo aquel que pasa por allí y es uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad del Pisuerga.