Algo se muere en el alma cuando un negocio de proximidad, de esos de los de toda la vida, baja sus persianas por última vez y tiene que cerrar. Bares, tiendas de ropa, panaderías o, como es el caso, joyerías. Comercios de los que dan identidad a la ciudad. De esos en los que el dueño de la tienda se esmera por aconsejarte, por asesorarte. De esos que deberían durar toda la vida.
En este caso se trata de una joyería que se ubica en la calle Soto de un conocido barrio vallisoletano. Allí, Florentino Rodríguez, nacido en la localidad vallisoletana de San Cebrián de Mazote y que suma años y años viviendo en la capital del Pisuerga, echará el cierre definitivo antes de que finalice este 2023.
“Voy a seguir haciendo lo que vengo haciendo hasta ahora. Dedicaré más tiempo a cosas que antes no podía. Seguiré trabajando en la artesanía de la joyería, pero para mí y mi familia. Dedicaré más tiempo a mi pueblo de nacimiento, que es San Cebrián de Mazote y al de adopción: Yanguas de Eresma. También a la familia, amigos y a tocar la dulzaina con mis compañeros de Aldeamayor. Sin olvidarme lo de salir a correr por la ribera del Pisuerga”, confiesa nuestro protagonista.
La Joyería Tino cierra sus puertas y la llama de otro histórico comercio de proximidad de Valladolid se apaga, con tristeza.
Más de 30 años de una joyería con mucha historia
“Mi vida comienza en San Cebrián de Mazote, un precioso pueblo de la provincia de Valladolid. Allí nací hace ya 65 años. Mis padres me mandaron después con mi tía, al País Vasco, y tiempo después me instalé en Valladolid capital. Cuando dejé de trabajar de aprendiz, decidí emprender un camino por mi cuenta. Arranqué con el trabajo de taller y a captar una pequeña clientela fija. Después empecé a vender piezas de joyería, que iba haciendo, para, más tarde, abrir una joyería”, explica, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, Florentino Rodríguez.
Nuestro protagonista abrió el taller de joyería el 2 de febrero del año 1987. La joyería, como actividad al por menor de venta, abriría sus puertas allá por el año 1990. Concretamente el 1 de enero. Lo hizo en la calle Soto número 14 del barrio de La Rondilla, donde lleva funcionando, ni más ni menos, que 33 años. 36 primaveras desde que arrancó con el taller.
“A los 14 años comencé como aprendiz en una joyería que se situaba en la calle Puente Mayor. Se llamaba Sidiz. Después, afronté un parón para ir a la mili y, a la vuelta, seguí en Sidiz hasta que a los 25 años di de alta el taller. Los primeros años fueron duros. Mucho que aprender, mucha paciencia y horas de trabajo. Poco a poco me fui dando cuenta de que era lo que me gustaba y decidí hacer de mi pasión, mi profesión”, nos explica Florentino.
Él ha trabajado allí con la ayuda, durante algunos años, de su hermana Lourdes Rodríguez, desempeñando una labor que los clientes agradecen y siempre han tenido en consideración.
Cierre por jubilación
Pero todo en la vida pasa. El pasado 8 de noviembre, nuestro protagonista cumplió los 65 años y después de 40 años de dedicación exclusiva al oficio dirá adiós. Será el próximo 30 de diciembre, el sábado, cuando la ‘Joyería Tino’ baje su persiana por última vez.
“Cierro por jubilación. Siento mucha pena de ver lo que dejo atrás, pero también mucha ilusión de disfrutar de una nueva etapa que ahora me viene. Pasaré más tiempo con mi familia y disfrutaré de la vida como he hecho siempre”, asegura nuestro entrevistado.
Como no podía ser de otra manera, Florentino es un fiel defensor del comercio de proximidad, el que “da vida a la ciudad” porque “la ciudad son sus barrios, sus comerciantes y sus vecinos”. Aunque Florentino afirma que el mercado online tiene “muchas ventajas” el de proximidad “da ese contacto entre cliente y vendedor” que resulta mágico.
“Mucha gente viene a los comercios de proximidad buscando algo más que una venta. Nosotros podemos hacer real una idea, arreglar un artículo, generar un regalo único y, sobre todo, dar ese trato personal que consigue que al final la gente vuelva a visitarte, porque saben que tu joyero de toda la vida esta para lo que necesites”, explica el joyero.
Falta de relevo generacional
La falta de relevo generacional es, en muchas ocasiones, la razón por la que un comercio de proximidad se ve obligado a cerrar sus puertas. Hablando de ello con Florentino, nos explica que “la vida cambia”. Añade que ahora “la rapidez prima por encima de la calidad”, lo que hace que muchos de estos negocios echen el cierre ante la voracidad del comercio online.
“Están cerrando demasiados comercios de proximidad. Por ejemplo, aquí en la calle Soto, que era una vía referente en el barrio, repleta de comercios, de peluquerías, carnicerías y bares, vemos ahora que no hay ocupados ni la mitad de los locales. Esto se está perdiendo y es una pena”, confiesa nuestro entrevistado.
Valladolid pierde otro negocio de esos mágicos y de los de toda la vida. Florentino trabajará, por última vez, este 30 de diciembre en la que ha sido su casa durante más de 30 años.