La leyenda que empaña la construcción de uno de los puentes más reconocibles de la ciudad de Valladolid, el Puente Mayor, está impregnada por la figura del mismísimo Diablo. Se trata de una terrible historia relatada por el escritor Antonio Martínez Viérgol a finales del siglo XIX acerca de una época en la que el río Pisuerga aún no contaba con ningún puente a su paso por Valladolid. El propio autor, anticipa, antes de comenzar a relatar la historia que el desenlace de la misma no es agradable. "Antes, lector, de que pases adelante, hacerte una advertencia es mi deseo; nada hermoso hallarás, todo es muy feo", señala.
En aquella época residían en Valladolid dos importantes familias, los Reoyo y los Tovar. El heredero de los Reoyo sentía un odio inhumano hacia el heredero de los Tovar, causado, fundamentalmente, por el atractivo y la labia de este último, y el enfrentamiento se intensificó cuando ambos nobles se enfrentaron por el amor de la hija de un labrador, de nombre Flor, que vivía al otro lado del río Pisuerga. La joven comenzó a verse con el joven Tovar, pero este no guardaba intención alguna de corresponder el amor sincero de la hija del labrador.
Tovar era, según relata Martínez Viérgol, "ensueño de las mujeres" por su carácter mientras que el heredero de los Reoyo era "de ellas odiado y de ellos aborrecido" por su genio "desabrido" y su orgullo "inusitado". Flor era una joven de extraordinaria belleza y así la describía el autor: "Una muchacha preciosa, angelical, que nació de un beso que el viento dio en el cáliz de una rosa. Un ángel que en raudo vuelo, coronado de arrebol entre los rayos del sol bajó un día desde el cielo. Flor se llamaba y no mal cuadraba el nombre a la hermosa, pues parecía una rosa arrancada de un rosal".
Por otro lado, Martínez Viérgol alerta en su escrito de las intenciones del galán con la joven. "Él en amores artero fingía amor verdadero sin más fin, ni más empresa que saltar sobre la presa como un lobo carnicero. Ella inocente y hermosa, ciega de amor violento, luchaba en vano afanosa como débil mariposa juguete del fuerte viento". Una noche de enérgico temporal, cuando el joven Tovar acudía a su cita, se cruzó con el heredero de los Reoyo y ambos se batieron en un duelo fatídico que terminaría con la muerte de este último.
"En guardia los rivales, desnudos los aceros a pelear, ligeros los dos prestos están. Y pasan dos minutos que un siglo les parece y la tormenta crece y aumenta el huracán. Llega al punto a nuestro oído un quejido de dolor y Reoyo cae a un lado traspasado el corazón", relata el escritor.
El Diablo y la aparición del Puente Mayor
Mientras los dos pretendientes se batían en el fatídico duelo, la torrencial lluvia había hecho del río Pisuerga un obstáculo insalvable para que Tovar pudiese acudir a su cita con Flor y esto le llenó de ira. Desesperado ante la imposibilidad de atravesar el río, el galán se encomendó al mismísimo Diablo sin saber que este acudiría a su llamada.
"¡Dios soberano! ¡Cielos! Yo os desprecio. ¡Satán! Ven en mi ayuda; un renegado reclama tu poder a tan buen precio que mi conciencia, cuanto soy y ansío lo depongo desde hoy a tu albedrío. Condúceme a los brazos de mi amada, que yo la vea, que su faz admire, que de su linda boca perfumada el dulce aliento embriagador respire; que bese su mejilla sonrosada y que en sus ojos sin igual me mire. Que sea mía, ¡mía! y te prometo a tu yugo, Satán, vivir sujeto", gritó desesperado Tovar.
Según cuenta la leyenda, las aguas del río Pisuerga se separaron de repente ante la invocación diabólica del joven y entre llamas de olor a azufre surgió el Diablo, custodiado por un cortejo de pequeños diablillos encarnados, y le prometió construir un puente para que pudiese acudir a su cita. "Yo un puente forjaré para que la veas", le espetó.
Hay quien dice que el puente surgió de la nada, también quien asegura que fue construido rápidamente por cíclopes gigantes dirigidos por un enano e incluso quien perjura que búhos y lechuzas fueron los que trajeron los materiales…pero fuese como fuese, el río Pisuerga se vio, de repente, atravesado por el Puente Mayor. Tovar cruzó el recién creado Puente Mayor a la carrera, pero, al alcanzar la otra orilla del río, encontró muerta a Flor.
"¡Qué hermosa! ¡Si parece estar dormida! y cual si le quedara una esperanza dice, dándola un beso: Flor despierta… ¡Horrible maldición! ¡Estaba muerta! ¡El rayo! ¡gritó! ¡el rayo! Yo lo he hecho por clamar contra el cielo soberano… Perdona, amada Flor, soy un villano", gritó Tovar. El desgraciado joven enloqueció y vivió el resto de su vida profundamente atormentado, retirado en Sierra Morena y dedicándose a pedir limosna en las calles. Fallecería 30 años después y, según cuenta la historia, sus últimas palabras fueron: "¡Me marcho con ella!".