Tener un hijo o una hija con altas capacidades es un arma de doble filo. Se puede pensar que es una persona muy inteligente y con muchas habilidades en algún área -totalmente cierta- pero también puede ser considerado como un “bicho raro” y eso, en la época en la que vivimos, puede ser el paso previo al bullying en el colegio. Un temor muy presente en padres como Beatriz Hernández, madre de un niño con triple excepcionalidad -TEA, TDAH y altas capacidades-.

“Antes de todo esto tenía los mismos prejuicios que tiene todo el mundo de las altas capacidades”, sentencia Hernández nada más atender a EL ESPAÑOL Noticias Castilla y León. “Le veía un niño inteligente, muy espabilado, aprendió a leer muy pronto, pero yo pensaba que era normal porque en casa también leímos muy pronto, pero había cosas que descuadraba” fueron los primeros síntomas que detectó, ya que “deducía por sus propios medios ciertas cosas que no eran lógicas para su edad, sin saber el método que enseñan en el colegio”.

Un primer paso que se unió a un comentario de una compañera de trabajo que tenía un sobrino con altas capacidades. “Me dijo que lo mirara y empecé a darle vueltas”. Otra pista se la dio el profesor de Robótica, una extraescolar a la que acudía el niño. “Nos comentó que con seis años hacía cosas propias de un niño de nueve, así que decidimos acudir al colegio”, apunta.

Primeros problemas

Y ahí comenzaron los problemas para Beatriz y su familia. “En primero de primaria lo comentamos con la tutora, y nos dijo que ella en clase no veía nada, pero que lo iba a comentar con el orientador, algo que luego supimos que no hizo”. Les dieron largas durante dos años, por lo que realizaron una evaluación privada. “Con ese informe fuimos al colegio nos dijeron que qué nos iban a decir si les habíamos pagado”, señala todavía con el enfado reflejado en la cara.

“En tercero cambiamos de tutor y, como era nuevo, parecía que no estaba por la labor”, apunta. El paso al que se vieron obligados fue a “poner una reclamación en inspección y cambiamos de colegio, donde ha habido luces y sombras con los profesores”. Porque aunque Beatriz cree que la raíz del problema está en la educación matiza que “al  final no depende tanto del centro en cuestión sino del profesor que te toca cada año”.

Las medidas para atender a este tipo de niños y niñas están recogidas en la administración educativa pero “muchos profesores no tienen ni idea de cómo afrontarlo y otros hemos visto que hasta favorecen el bullying”, señala, porque “lo sencillo es que estén todos en la media y les ponen la etiqueta de problemático, que interrumpe y que molesta”.

Pero, como suele pasar en estos casos, los comentarios traspasan las paredes del colegio y “generan una situación desagradable con corrillos fuera del aula y estas cosas afectan mucho a las familias”, afirma. Y no solo a los padres, porque los más desprotegidos suelen ser los niños con altas capacidades, TEA y TDAH como el de Beatriz. “Mi hijo ha estado un par de años con la autoestima por los suelos, y al final son niños que tienen la etiqueta de problemáticos”.

Frustración

¿Cómo solucionar esta problemática? Para Beatriz la respuesta está clara, pero no es tan sencilla de llevar a buen puerto. “Los padres hemos intentado facilitar herramientas al colegio, pero las respuestas que hemos recibido han sido que “no necesitamos ni a psicólogos ni a la asociación, porque ya sabemos lo que hacer con tu hijo”.

“Sí que es verdad que ha habido profesores majos y respetuosos, sobre todo después del diagnóstico de TEA, que parece que es algo más aceptado en la sociedad” puntualiza, y señala que “es el colegio quien se tiene que adaptar a los niños que tienen necesidades diferentes, no al revés”.

Beatriz Hernández, en el centro, en la sede de ACYLAC

Ahora su familia se encuentra en una “fase más tranquila con el paso al instituto” aunque matiza que “ha sido una odisea; han sido unos años de tener la sensación de estar constantemente en guerra". "Hay que cuidar la dimensión emocional de un niño de altas capacidades", puntualiza.

Una situación que se traslada también al hogar. “También ha sido muy complicado porque la frustración se la llevan allí, ya que en el colegio les obligan a que estén quietos, a que lean al ritmo de los demás, a que repitan unos ejercicios que ellos se saben perfectamente” para ellos, dice, “es una tortura pasar 5 o 6 horas al día allí porque luego llegan como motos y, para los padres, unido a la tensión con los profesores con notas constantes sobre su comportamiento, es una situación complicada, se pasa muy mal”. “Yo me metía muchas veces en la cama llorando”, sentencia remarcando que “lo que queremos es que el niño esté bien”.

ACYLAC

La solución, considera Beatriz radica en “la formación para el personal docente y poner más medios para detectar a estos niños, porque cuando antes se encuentra mucho mejor”. “Es una pena que haya chavales con 14 o 15 años que descubran que tienen altas capacidades porque ya tienen su vida escolar hecha y, muchos de ellos, con fracaso escolar porque no están ni han estado motivados”.

Beatriz Hernández cree que “todavía hay muchos prejuicios”, y que “habría que abrir los ojos a la gente, porque no son los estereotipos que entiende la gente, solo es que su cerebro funciona de una forma diferente y se les tiene que atender”

Para ello, esta madre encontró cobijo en la Asociación de Altas Capacidades ACYLAC, donde “mi hijo tiene los mejores amigos”. Miriam Aranda, miembro de la asociación considera necesario “relativizar el problema del colegio, y que sean conscientes de los problemas que conllevan la no atención a estos chicos”.

Y, sobre todo, apunta, desterrar mitos respecto a este tipo de niños y niñas. “Parece que es bueno en todo y no necesita ayuda y que va a sacar buenas notas en todo y esto no es cierto, porque puede tener habilidades para el tema lingüístico y no para los números; que no son sociables”, lo que pasa, según indica Aranda es que “en el colegio no encuentran a sus iguales y por eso pueden bullying por no encajar”. “Es un perfil muy típico en los colegios”, sentencia.

En Castilla y León  son muy pocos los casos detectados de altas capacidades, solamente 1.300 casos de 330.000 alumnos escolarizados porque “depende del modelo de identificación de cada administración educativa que no es la misma en Madrid o aquí”. En Valladolid, los datos son aún más problemáticos ya que de 86.000 alumnos solo 470 están identificados.

Los protocolos para identificarlos, indican desde la asociación, “serían primero que los padres que detecten alguna sospecha se lo trasladen al tutor, y derivarlo, bien por los padres o por el tutor, al orientador del colegio para que les haga un estudio de valoración que determinará si necesita una respuesta educativa diferenciada o no”.