Me defino como un currante. Autónomo y que sigue al pie del cañón pese a la edad”, asegura, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, Alfonso García García, un vallisoletano “de pura cepa”, como él mismo se define, nacido en el conocido barrio de Las Delicias de la ciudad del Pisuerga.

Tiene 69 años y suma, ni más ni menos, que 55 en el complicado mundo de la hostelería. 40 de ellos al frente del archiconocido Restaurante Don Bacalao, ubicado en la Plaza Santa Brígida, número 5 de la ciudad del Pisuerga.

Un establecimiento hostelero que destaca, de entre todas las especialidades con las que cuenta, por el bacalao, que da nombre al local y, también, por la cocina de mercado, los menús degustación y una amplia variedad de productos de temporada que ofrece a sus clientes, disponiendo, además, de una amplia variedad, tanto de tapas, como de raciones.

“Además de una amplia gama de pescados, con el bacalao como protagonista, también contamos con carnes y con alcachofas y espárragos, productos que quitan el sentido y que ayudan, y mucho, a que el comensal disfrute”, confiesa Alfonso.

Un local con 188 metros cuadrados, que puede dar de comer a un total de 75 comensales y que cuenta con un total de 7 empleados, incluido en ese número el de nuestro protagonista. Podríamos decir que ya ha ofrecido sus mejores platos a miles de personas, desde que abriera en el 84, sin miedo a equivocarnos.

La idea de jubilarme estaba planteada cuando tenía 65 años. En el momento de azote de la pandemia por el coronavirus. Sin embargo, fui enganchando y pasando años hasta ahora. Me gusta lo que hago, pero hay que dejar un espacio al cuerpo por lo que me planteo jubilarme antes de que acabe el 2024”, añade Alfonso.

Alfonso en su restaurante Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Le preguntamos a nuestro entrevistado sobre la posibilidad de que, aún sin su presencia, el Don Bacalao continúe abierto: “A mí me gustaría que el restaurante continúe, que la llama de nuestro establecimiento hostelero siga viva”, confiesa.

“Conozco gente que se está interesando y está mirando para quedarse con él. Si viene alguien, bien. Si no, también. Yo me jubilaré e intentaré seguir disfrutando de mi vida”, finaliza Alfonso.

Todo, tras muchos años al pie del cañón y en busca de un descanso que, sin duda, merece. De momento, siguen ofreciendo los pinchos de oro con el Taj Majal de lechazo como estrella.

Imagen de un pincho de Don Bacalao Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

 

 

 

 

 

 

 

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