Hay comercios con solera, con historia propia, pioneros en su lugar de origen, que les otorgan a los municipios un halo especial de nostalgia. Esos lugares, en la mayoría de los casos, se suelen ubicar en los centros urbanos, que es donde reside la esencia de todas esas historias que se escuchan a lo largo de los años cuando vives, o visitas, un pueblo de los de toda la vida.
Laguna de Duero fue en su día uno de esos municipios donde la gente se saludaba por su nombre o mote, y todo conocía al hijo de la Chari o a la nieta de Rosario. Ahora la fotografía ha cambiado bastante, con muchos más barrios, lugareños y recién llegados que hacen una vida algo diferente a la que se acostumbraba. Esta ‘ciudad dormitorio’, como si se tratara de la Galia, mantiene una aldea como la de Asterix y Obelix,; una aldea donde uno de sus negocios lleva en pie desde 1956, aunque en su ubicación actual desde, ‘solo’, 1985.
Treinta y nueve años en la Calle Castilla esquina Carmen Conde, donde la droguería Cuadrado, con Francisco Javier Cuadrado al frente, abre la verja casi todos los días de la semana con la misma ilusión que desde el primer día. Recibe a El Español Noticias Castilla y León en la soledad de su negocio, ya que, como asegura, ahora los clientes vienen como cuentagotas.
Recuerda las épocas donde comenzó junto a su padre, vendiendo a granel, en una Laguna donde no había supermercados. “No había droguerías en el pueblo y pertenecíamos a una cooperativa de más de 100, donde ahora en Valladolid, apenas quedan 10 o 12”, afirma apenado. Considera que antes, con 5.000 habitantes, el municipio era muy diferente, y que estar cerca de la capital, para el pequeño comercio a veces viene mal.
Pero como casi todo, con el paso del tiempo el municipio sufrió un lavado de cara. En este caso debido a un crecimiento en todos los sentidos, aunque eso no cambió la filosofía de la familia Cuadrado. “Creo que lo fundamental la parte de asesoramiento que hacemos, que es algo que no encuentras en todos los lugares y, sobre todo, tratar a la gente por su nombre ya que conocemos a la mayoría de clientes”, afirma con una sonrisa en la cara.
Clientes fieles
Clientes fieles, ya que por allí han pasado abuelos, padres y ahora hijos, aunque Francisco Javier asegura que a los más jóvenes les cuesta entrar en los negocios de toda la vida, porque se han acostumbrado a comprar muchas cosas por internet. Pero en ese mundo virtual no encuentran a alguien que les trate de tú a tú, nos cuenta. “Por Amazon la gente mira, luego vienen aquí a preguntar por algún producto y lo compran por internet… eso fastidia, pero entiendo que en el móvil está todo al alcance del móvil”, se lamenta Cuadrado.
Donde este veterano nota más el cambio es en las costumbres de la gente, porque donde antes la prioridad se encontraba en los gastos del día a día, ahora han pasado por priorizar el ocio, algo que Francisco Javier respeta, pero no comparte, ya que ha visto cómo a su negocio llega gente quejándose porque un producto “ha subido cinco céntimos” y luego no miran si unos hoteles o viajes valen más o menos, o simplemente una cerveza, que pagan sin rechistar.
Pero su clientela no se ha visto afectada, salvo por el inexorable paso del tiempo, y por su droguería pasa la “gente de toda la vida del pueblo” a comprar casi todas las semanas un producto u otro. Entre sus más de 2.000 referencias, lo que más vende son los productos de pintura, mercería o para solucionar problemas puntuales como el pulgón, cucarachas o alguna mancha que no sale.
Diferenciación
Y sobre todo, marcas más específicas y potentes en áreas como el afeitado, o tener productos que no tienen en los supermercados, que es donde los clientes van normalmente a por productos, porque por precio no podemos luchar con ellos, afirma Cuadrado. “Si algo no lo tengo, busco por donde sea para conseguirlo en dos días”, remarca.
Antes, asegura, los clientes venían todos los días, a por una lejía a por otra cosa, pero como todo hay temporadas peores y mejores, como ahora en verano que solemos vender muchos fitosanitarios. “Vienen a por algo específico y compran otros productos”, indica Francisco Javier, quien recuerda que la mejor época que recuerda fue cuando se construyó Torrelago, ya que “como no había nada de negocios, pues venían a por productos para pintar las casas, y antes, en primavera, se solía hacer una limpieza general y, en esas épocas, notábamos mucho el nivel de ventas. “Hoy en día la mentalidad ha cambiado y también los materiales, ya que era todo de madera y el mantenimiento era diferente”, nos explica con nostalgia.
Cuadrado tira de memoria para intentar recordar momentos curiosos de estos más de cincuenta años de profesión, desde que volvió de la mili y se puso detrás del mostrador. Asoma una sonrisa mientras mira al horizonte viajando al pasado, pero no se queda con ninguna de las miles de anécdotas que se le vienen a la cabeza. Casi al despedirnos, nos cuenta que durante la pandemia le resultó curioso que gente del pueblo, de la otra punta, abrieran la puerta sorprendidos y soltaran un ¿pero esta tienda lleva mucho tiempo? A lo que Francisco Javier contestaba “pues aquí solamente desde 1985”.
Pasear por el casco urbano de Laguna de Duero, en muchos sentidos, es como un viaje en el tiempo. Esos negocios de toda la vida, como la droguería Cuadrado, sirven para conectar con ese yo del pasado, para recordar que, a veces, la vida no cambia tan rápido y el tiempo se puede parar tras cruzar una simple puerta.