¿Dónde estás? Donde la Jani; ¿Dónde quedamos? Al lado de la Jani; ¿Te queda mucho? Voy por donde la Jani. Cuando tu nombre se asocia ya al acervo local es que ya has pasado a otro nivel en esta vida. Tú puedes tener pertenencia a un pueblo, pero que ese pueblo te tenga pertenecía a ti, es harina de otro costal. Y eso es lo que le ocurre a la protagonista de este artículo, porque hablar de dulces en Laguna de Duero, por encima de todo, es hablar de la Jani.
Alguno del pueblo, incluso no sabrá ni su nombre real, ya que el cartel de la puerta reza pastelería Ana Luisa, lo que haría pensar que la que se esconde tras el mostrador se llama así, pero nada más cerca de la realidad. Ana, Ana Rosa, es la hija de la primera dueña de este local, Alejandra, la Jani original, y sobrina de Luisa, una tía monja que tiene. Y de esa unión nació el cartel actual. Porque esta legendaria pastelería es el fruto de una familia, de sus mujeres, que se han dejado el tiempo, los brazos y mucho más, para preparar unos dulces que resisten a los años.
Fue el 26 de diciembre de 1957 cuando esta pastelería-horno abrió por primera vez sus puertas. Sin horno, eso vendría en febrero, y desde entonces, miles y miles de pasteles para miles y miles de clientes. La “segunda casa de muchos jóvenes”, ha sido desde noviembre de 1958 la primera de Ana Rosa, de la Jani, quien se impregnó de ese olor a boulangerie lagunera desde la cuna. Un olor que se mezclaba con los sonidos de Bonanza o El llanero solitario en la que fue la cuarta televisión del pueblo.
Un lugar de reunión donde se compraba suizos, pastas, Celtas sin boquilla…. “Las chicas antes de irse al baile se preparaban aquí, se maquillaban, y después del descanso del baile se comían un pastel, algo muy diferente a lo que ocurre ahora”, recuerda. Y en 1975, nuestra protagonista tomó las riendas manteniendo la esencia, y haciendo pasteles, hasta cuando sus amigas la iban a buscar para ir al baile. Pero la Jani decía que no, porque entre aquellas cuadro paredes, junto a ese horno, era y es “muy feliz”.
El secreto de la crema pastelera
Los tiempos desde entonces han cambiado. Antes vendía una magdalena y un vaso de vino por 25 pesetas y ahora… Pues ahora, como confiesa a El Español Noticias Castilla y León, sigue vendiendo los mismos dulces que antes. Abisinios, petit choux, bollos suizos, mantecados para Semana Santa -aunque confiesa que los hace todo el año-… todo con su temporalidad, porque “si no, no se saborea bien”.
¿Su secreto? Pues no tiene ninguna de sus recetas apuntadas en un papel ni agenda, “solamente en mi corazón y en mi cabeza”, confiesa, mientras asegura muy firme que “mi crema pastelera es la mejor”, ya que es una receta que me pasó mi madre, recuerda nostálgica. En estos 67 años la clientela, los gustos y el pueblo, han cambiado mucho, pero la Jani siempre era, es y será parada obligatoria para recordar cómo es una pastelería de toda la vida. Por ese motivo “no he hecho muchas reformas, para mantener el espíritu de siempre”, confiesa Ana Rosa.
La gente de siempre sigue viniendo y nos siguen pidiendo los dulces de toda la vida, admite. “Todavía me sorprende el nivel de ventas de los roscones o los que vienen desde otros lugares preguntando por la tarta de manzana”, responde acalorada a una de nuestras preguntas. Y es que la fama de la Jani traspasa fronteras y sus postres son conocidos a lo largo de la provincia, gracias al boca a boca en celebraciones y a un cuidado exhaustivo de las materias primas.
Algo que esta veterana pastelera ha notado que en estos últimos años ha cambiado, merced, cree, que a la irrupción de las tartas ‘americanas’, que llevan “mucho trabajo pero que no saben igual de bien que las que hacemos aquí”.
Su elección entre toda la repostería
La repostería es una ciencia exacta, donde un huevo de más puede hacer que un postre deje de ser ese postre deseado. Y para que eso no ocurra, la Jani opina que hay que tener constancia, calidad y carácter. A lo que un humilde periodista sumaría talento y pasión. Cualidades que le sobran a esta lagunera que ha visto a varias generaciones entrar en su pequeño negocio, y a los que siempre trataba de agradar, confiesa.
Despedimos esta especie de entrevista, porque ha sido más bien una charla nostálgica, con una cuestión que llevo mascullando desde hace muchos años. Si Ana Rosa tuviese que quedarse con un postre de los que hace, ¿con cuál sería? La Jani, se quita metafóricamente el delantal y cruza al otro lado del mostrador para asegurar, sin ningún género de dudas, que ella se comería un petit choux, en todas sus variantes… y un abisinio.
La niñez y la juventud dejan atrás el olor a boulangerie porque sí, estos pasteles podrían ocupar perfectamente -y habla nuestro paladar- el escaparate en cualquier calle de París, aunque Laguna, en cuestión de tartas de manzana, petit choux o abisinios, nada tiene que envidiar a la capital francesa. Au revoir Jani; hasta luego Ana Rosa.