La historia de Valladolid es una de las más apasionantes y relevantes de España, cuna de insignes personas y escenario de momentos claves a través de los siglos. Su rico patrimonio cultural y monumental van parejos a la importancia de que ciudad alcanzó en tiempos pasados, desde que Alfonso VI entregó a su valido Pedro Ansúrez su señorío, allá por el año 1072. El ascenso de Valladolid continuó durante la Edad Media, cuando fue sede de la corte de Castilla, y fue dotada de ferias y Fuero Real, y hasta de iglesia colegial, Universidad, Real Audiencia y Chancillería o Casa de la Moneda.
Carlos I la convirtió en capital política y, más tarde, entre 1601 a 1065, capital del Imperio español, condición que pasó después, y definitivamente, a Madrid.
El legado de su rica historia perdura en la actualidad y se refleja en las piedras del excelso patrimonio monumental que nos habla de aquellos tiempos dorados de Valladolid. Son numerosos los palacios, algunos ya desaparecidos, que embellecieron la ciudad, y templos erigidos desde Edad Media a nuestros días con incalculable valor: la Catedral, la iglesia del Salvador, la Vera Cruz, Las Angustias, San Benito, San Pablo, San Martín, Jesús Nazareno… pero hay una joya que destaca sobre las demás por sus valiosas singularidades. Se trata de la iglesia de Santa María de La Antigua, conocida popularmente como ‘La Antigua’, uno de los iconos de la ciudad y uno de los escasos testimonios románicos que se conservan en la ciudad del Pisuerga que, además, la hacen única: tiene la torre campanario románica más alta de España, nada menos que 55 metros de altura.
Ubicada en pleno centro histórico de Valladolid, a un paso de la catedral y de los restos de la colegiata de Santa María, su silueta esbelta es protagonista de miles de fotografías de vallisoletanos y turistas, que quedan hechizados por su belleza y distinción.
Sus orígenes no están claros para los historiadores, pero se cree que La Antigua podría haber sido una parroquia para uso del conde Ansúrez en el siglo XI, según Juan Antolínez de Burgos. Se sabe además que fue erigida sobre restos romanos, y ya hay testimonios del siglo XI, concretamente del año 1088, anterior por tanto incluso a la fundación de la Colegiata de Santa María, del año 1095, lo que la convierte en la iglesia más antigua de Valladolid.
Los únicos restos de la construcción primitiva que llegan a nuestros días son la torre y la galería porticada norte, románicos; la ampliación posterior se sitúa a finales del siglo XII y hasta el siglo XIV, cuando en tiempos de Alfonso XI de Castilla se ampliaron y renovaron naves y cabecera siguiendo los modelos goticistas de la Catedral de Burgos. La torre alberga, además, un interesante conjunto de campanas, que van del siglo XVI al XXI.
Leyenda con un cementerio y un niño romano como protagonista
Los vestigios que aún se conservan bajo la iglesia de La Antigua han servido para documentar el pasado romano de la ciudad de Valladolid. Fue recientemente, en el año 2012, cuando en las excavaciones realizadas para construir el aparcamiento de la plaza de Portugalete se hallaron restos de unos antiguos baños romanos que datan de los siglos I a III. También el entorno de La Antigua está regado de leyenda. La cruz situada ante el templo indica el lugar donde antaño hubo un cementerio al que se le ha atribuido un milagro: se dice que en él apareció el cuerpo de un niño ataviado con vestimenta romana en perfecto estado, según reza la leyenda, debido a la arena que fue traída de Tierra Santa.
La rehabilitación y puesta en valor de la plaza de Portugalete ha dado aún más atractivo a la iglesia de La Antigua, con una jardinería ornamental que llena de variados colores según la estación del año el entorno del templo, enmarcándola y subrayando su mágica belleza. Además, la zona se ha convertido en el escenario ideal para hacerse un ‘selfie’, también zona de encuentro de jóvenes, turistas y grupos de amigos y familias en las terrazas que circundan la zona, de ambiente universitario.