Canalejas de Peñafiel se ubica en la ribera del río Duero, prácticamente en la cima del páramo mirando de reojo al Duratón y su término municipal limita con la provincia de Segovia. Cuenta con una población, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 233 habitantes.
Allí brilla, por encima del resto, la Iglesia de la Virgen de la Asunción, que pasa por ser la patrona de la localidad. Del siglo XII, de estilo románico-gótico y realizada en piedra, con una torre esbelta y con naves cubiertas por bóvedas de arista y yeserías del siglo XVIII.
También sorprende la Ermita de la Virgen del Olmar. Ubicada en un lugar maravilloso, sobre una ladera que se encuentra escondida entre vegetación en un edificio de piedra con espadaña.
Desde hace 76 años, ni más ni menos, encontramos en el lugar también una tienda de ultramarinos, de esas que venden de todo, en la calle Distrito Sur número 5 de la localidad pucelana.
La abrió la suegra de María Jesús Sanz, una mujer de 64 años que tomó las riendas del negocio hace 36 y que nació y ha pasado toda la vida en Canalejas de Peñafiel.
“Me defino como una persona habladora. Me gusta el mostrador y la gente. A lo largo de todos estos años he trabajado muy bien y a gusto en Alimentación Mari, que es como se llama mi tienda”, cuenta María Jesús en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.
Habla en pasado porque esta tienda, de solo 16 metros, con una amplia historia y muchos años abierta, cerrará sus puertas, de forma definitiva este jueves, 31 de octubre. Una gran pena, pero toca jubilarse.
“El jueves cierro de forma definitiva. No hay nadie interesado. He vendido tomate, chocolate, embutidos, leche, fruta, congelados, e incluso productos de droguería. Mi tienda era un Mercadona pequeño”, asegura nuestra entrevistada.
Nuestra protagonista nos explica que tomó la decisión de cerrar “hace medio año” porque “pensaba que era el momento de jubilarse” mientras los vecinos le confiesan que van “a echarla de menos”.
“Era la única tienda de ultramarinos que había en el pueblo. Ahora se queda sin ninguna. Me da mucha pena porque era un lugar de encuentro, de hablar con las vecinas. Lo recordaré toda la vida”, afirma.
Sin embargo, ve el futuro con optimismo. Ahora toca disfrutar de su familia, descansar y hacer algún que otro viaje.
“Quiero pasar más tiempo con mis nietos que están en Madrid y disfrutar”, finaliza.