La alma mater de una familia hostelera de Valladolid se jubila tras 50 años: "He hecho más amigos que clientes"
- Arancha se despide de su bar en el barrio de Parquesol para pasar a "otra etapa de la vida".
- Más sobre su familia: El pequeño de una famosa familia hostelera abre su nuevo bar en Valladolid: "Admiro mucho a mi madre"
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Hace 50 años, Arancha Berganza (29-07-1959, Barakaldo) comenzaba su carrera detrás de la barra en su tierra natal, el País Vasco. Hoy, cinco décadas después y ya arraigada en Valladolid dice adiós a la profesión, dejando atrás miles de recuerdos para pasar "a otra etapa de la vida".
En 1994, su marido fue trasladado por trabajo a Valladolid. Aunque vascos de nacimiento, la ciudad del Pisuerga se ha convertido en su casa. Hasta el punto de que el pequeño de sus tres hijos ha nacido en la urbe castellana.
EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León charla con Arancha en uno de sus últimos días como hostelera, antes de dar un paso a un lado para jubilarse. Cinco décadas de la alma mater de esta familia hostelera de Valladolid cuyo legado ha sido seguido por sus tres hijos, pero en distintos locales y en diferente forma.
Será el próximo 1 de enero de 2025 cuando Arancha cierre las puertas de su bar. El día antes, el 31 de diciembre, saldrá de la barra por última vez después de toda una vida dedicada a ello.
"Siempre me ha picado el gusanillo de la hostelería. Es mi pasión, pero ahora llega la hora de la jubilación", reconoce en palabras a este periódico. Con la naturalidad que siempre le ha caracterizado, nos recibía en su bar, El Rincón de Sei, minutos antes de abrir las puertas para una de sus últimas jornadas laborales.
Desparpajo, cercanía y simpatía de una hostelera de raza que dejará, desde ahora, un importante hueco en los bares del barrio vallisoletano de Parquesol. Es a este vecindario donde llegaron hace 30 años y es aquí donde Arancha ha dejado su impronta entre los vecinos que llevan viéndola detrás de la barra desde hace décadas.
Primero fue en las Rosas de Guadalupe, luego en el antiguo Mi Tierra, y en los últimos años en lo que ha sido su bar propio. Antes, se hizo un nombre en la hostelería de Valladolid en la Cervecería Gambrinos, en la Plaza de Poniente, y en la marisquería Boxing después.
Han sido varios los locales por los que ha desarrollado su trayectoria, pero quizás, el Mi Tierra y después el Rincón de Sei han significado una gran parte de la carrera de Arancha. "Me voy a llevar mucha alegría de los clientes y mucho amor", aventura.
A sus 65 años, señala que durante su vida en los bares "ha habido de todo", tanto "ratos buenos" como "ratos malos", pero concluye que al final se "crean más amistades que enemigos".
Cuando llegó en los 90 a Valladolid, lo hizo junto a su marido, Miguel Ángel, su hijo mayor, Sendoa, y su hijo mediano, Egoitz. El pequeño, Iñaki, todavía no había llegado a este mundo. Unos amigos de Bilbao les recomendaron entonces asentarse en Parquesol, aún en fase de crecimiento.
Tras años como asalariada, Arancha montó un primer bar en Parquesol, pero que luego tuvo que cerrar por unos problemas médicos que la mantuvieron parada unos pocos meses. Luego llegó el Mi Tierra, donde ha estado más de una década, y en la época de la pandemia surgió El Rincón de Sei, su última etapa.
"Lo cogí porque había que hacer algo. Tenía que cubrir unos años de mi trabajo para poder optar a la jubilación", admite. Más o menos un lustro después, El Rincón de Sei, que responde a las iniciales de sus tres hijos, ha sido como un cuarto hijo que le ha dado la oportunidad de vivir la rama de la hostelería también desde la gestión.
Como bien es sabido, la hostelería no es un camino de rosas y afirma que hay días "que no son tan buenos y te cuesta", pero no queda otra que "hacer tripas corazón y tirar para adelante". No obstante, tiene claro que ha tenido "más días buenos que malos".
De estas cinco décadas se lleva la "satisfacción" de cuando llegan los clientes al bar, aunque matiza que "he hecho más amigos que clientes". "Ese cariño que te tienen a ti y tú a ellos después de tantos años. Me dará pena, pero en algún momento en la vida hay que cortar", zanja.
Aunque en el momento de esta entrevista Arancha aún vive los últimos días previos a la jubilación, adelanta que los pensamientos que se le vendrán al pasar por la calle de su bar es algo que "ya se me ha pasado por la cabeza". "Se me va a caer el alma. Aquí he estado yo y para mí es mi vida, pero todo tiene su tiempo", aclara.
Es consciente del 'duelo' que le va a tocar vivir, pero quizás le ayude a sobrellevarlo un poco mejor el hecho de que su hijo pequeño tenga su propio bar, también en Parquesol. Iñaki abrió Desde Cero hace unos pocos meses y Arancha reconoce que no descarta ayudarle.
"No creas que no se me ha pasado por la cabeza. Dirá (Iñaki) 'ahí viene la sargento'", esboza con una media sonrisa.
Precisamente, el haber impregnado su pasión por la hostelería a sus hijos es de las cosas que más "orgullo" le han generado en su carrera. Sendoa, cocinero. Egoitz, camarero y gerente durante más de 10 años, aunque luego decidió dar otro rumbo a su vida. Iñaki, dando sus primeros pasos con su propio bar.
"Les dije que si lo hacen sea por amor y porque les gusta. Para mí es un orgullo que hayan seguido este camino", afirma muy segura de sus palabras.
En su larga trayectoria, Arancha ha pasado por diversos sitios, siendo Parquesol el lugar donde su huella, posiblemente, sea más evidente. El cariño desarrollado entre los vecinos es indiscutible y achaca esto, según cree, a su "manera de ser".
"Soy así, aparente, como me ve la gente. Al pan, pan y al vino, vino y al que le tengo que decir cuatro cosas se las digo", recalca con rotundidad.
Arancha se marcha "agradecida" de cómo la gente se ha portado con ella y presume con orgullo de las palabras que encabezan este reportaje. "Yo tengo clientes que son verdaderos amigos y eso muchas veces no se puede decir", sentencia.