Un viaje a Los Arribes del Duero que cambió para siempre sus vidas. Suena a título de película americana, pero es la historia real de Nuria y Delfín, dos madrileños que cambiaron el frenético ritmo de la capital por la calma de la localidad sayaguesa de Gamones. Veinte años han pasado desde que se iniciara esta historia de amor entre la ceramista y el publicista que decidieron asentarse en este pueblo zamorano de menos de cien habitantes, y que han querido compartir con El Español-Noticiascyl.
Nuria Martín se define a sí misma como “barro y piel”. Su vida lleva conectada a la cerámica desde su nacimiento. Su padre era escultor y ceramista y desarrolló su trabajo en una fábrica de porcelana en el madrileño barrio de Carabanchel. Martinu, que así era como se le conocía, siempre tuvo a Nuria correteando por el taller e impregnándose de su artesanía. Años después, Nuria se formaría en la Escuela de Cerámica de Madrid, para luego montar su primer taller en Hoyo de Manzanares, donde también trabajó junto a su padre. Una tarea que compaginaba dando formación en centros culturales de Madrid. Y en estas formaciones y sus cinco años de carrera Zamora ya estaba presente. Moveros y Pereruela se estudian como uno de los grandes ejemplos de artesanía y cerámica del país, y esos dos lugares ya se quedaron en la mente de esta madrileña.
Así, hace ya 20 años, Nuria y Delfín realizaron un viaje a la casa rural del biólogo Víctor Casas, en Fornillos de Fermoselle y se quedaron prendados. La madrileña define la comarca de Sayago como “de una pureza impactante, es un museo etnológico viviente”, y por ello, este primer viaje de cuatro días no fue el último. La familia, con sus entonces dos pequeños niños, repitió y ya en la segunda visita empezaron a buscar una vivienda para comprar y poder tener su propia casa para sus escapadas a Zamora. Todo en una época donde no era tan sencillo saber qué casas estaban en venta. Así que, Nuria, Delfín, Diego y Héctor iban pueblo arriba y pueblo abajo preguntando por casas a la venta en Sayago. Algo que les unió poco a poco con los vecinos de los pueblos y que fue generando multitud de amistades por la zona. Al final, Gamones fue el lugar donde esta familia encontró la casa, que sería su hogar en los años venideros. Una vivienda que tenía en venta Leonor, que ahora ya es “como si fuera mi abuela”, detalla Nuria. Ya que durante la obra de rehabilitación se ocupaba de sus hijos y les llevaba comida caliente en los meses más duros.
Pero si alguien es la pieza fundamental de toda esta peripecia con su casa de Gamones es Bernardo. Desbrozar el patio, mover vigas, vaciar la casa, arreglar tejados, levantar una pared… Bernardo es ese hombre que “sirve para todo” y que cada pueblo debería de mantener. Alguien fundamental en “la aventura” que era para Nuria rehabilitar esta casa y, bajo ningún concepto, tirarla y hacer un chalé al uso. La experiencia y sabiduría de Bernardo fue fundamental en el mantenimiento de la esencia de la casa soñada por esta familia. Conocedor de las antiguas construcciones sayaguesas y un gran consejero sobre los profesionales y artesanos del resto de la comarca que podía realizarle el resto de los trabajos o proporcionarle materiales. “Yo te vendo unas piedras, yo unas ventanas, contactos en varios pueblos con herreros, fontaneros que supieran picar en la piedra y poner cañerías sin destrozarla, albañiles que supieran restaurar el adobe… Por eso tardamos cinco años en tenerla lista”, recuerda Nuria. Una búsqueda constante del trabajo cercano de gente autóctona de la zona que, al final, terminó por dar como resultado “una auténtica casa de pueblo”, pero sobre todo unas amistades férreas y muy cercanas, donde Nuria y su familia ya son parte de Sayago.
Una nueva vida en Gamones: taller de cerámica y creatividad publicitaria a distancia
Y lo que comenzó como la rehabilitación de una casa de verano terminó por hacer pensar a esta familia sobre la posibilidad de trasladar toda su vida de Madrid a Gamones. Dicho y hecho. Diego y Héctor comenzaron ya el colegio y el instituto en Bermillo de Sayago, mientras que Nuria abría su pequeño taller de cerámica en la propia casa y Delfín optaba por el teletrabajo como copy con algunas de las agencias de publicidad más importantes del país. Algo que a veces se le hace complicado por la conexión a Internet, que sigue siendo pésima. Noches en su furgoneta al lado de la ermita (donde hay más cobertura) para poder enviar sus trabajos, que compensan por la “vida” que les da disfrutar de su casa soñada en Sayago.
Por su parte, Nuria abría las puertas de ‘Numa Cerámica’, donde realiza trabajos de cerámica contemporánea, sin torno y con un abanico casi infinito de posibilidades de diseño. La ceramista realiza lavabos, decoraciones, mosaicos, paredes o vajillas, de los que puede presumir de tener una cartera de clientes que llega hasta el restaurante Lera. Y es que la magia de las redes sociales ha hecho que Luis Alberto Lera haya confiado en ‘Numa Cerámicas’ para la creación de su vajilla. Algo que Nuria define como una “sinergia” entre emprendedores de la provincia y de lo que destaca “la importancia de apoyarnos unos a otros”. Y desde luego Nuria puede sentirse afortunada. Como ella misma relata, sus clientes esperan semanas y meses por sus trabajos. “Yo trabajo piezas únicas, desde la imperfección, no soy una fábrica que produzca en serie, mi producción es la que es”, detalla la madrileña. Pero sus clientes son pacientes y confían en el talento de Nuria.
Ella asegura que no vende un producto “sino un proyecto de vida y de territorio”. Por ello, sábados y festivos quienes visiten Gamones podrán encontrar a Nuria metida en faena, entre barro y hornos, que se levantará de su mesa de trabajo para mostrarte su labor y poderte llevar una de sus creaciones únicas. Eso si queda alguna. Y es que tal es la fama de Numa, que su sala de exposición está mermando a toda velocidad y sus productos vuelan. Algo en lo que también vuelven a colaborar sus queridos vecinos de otros pueblos que aconsejan la visita a su taller y de lo que ella se siente “muy agradecida”. Por eso, cuando Nuria no llega a los encargos, también recomienda a otros artesanos de la zona. Un sentimiento de comunidad y de protección al territorio y a los que allí habitan que fraguan la posible supervivencia de la mal llamada ‘España Vaciada’.
El trabajo de Nuria, que apostó por nuestra tierra para desarrollar su actividad en armonía con su propia naturaleza, ha tenido además un reconocimiento por parte de la Diputación de Zamora. La institución provincial le ha otorgado un sello de calidad de la Reserva de la Biosfera transfronteriza, por el uso de una técnica sostenible de reciclaje de vidrio en sus piezas de cerámica. Algo por lo que la madrileña se siente muy orgullosa y se lo toma con gran responsabilidad en su compromiso de producción.
El broche final de esta historia que comenzaba con una escapada a Sayago es que el sueño cumplido de Nuria sigue su estela en sus dos hijos, que también ansían con regresar a la que ha sido su tierra durante 20 años. Héctor trabaja actualmente para el prestigioso restaurante Coque de Madrid, de los hermanos Sandoval y con dos estrellas Michelín, pero su futuro pasa por volver a Sayago y montar su propio negocio. Y lo mismo pasa con Diego, actualmente opositor a bombero, pero en proyecto de crear una empresa de turismo de aventura en la zona.