Miles de ciudadanos, instituciones y entidades públicas y privadas han empujado con ahínco para conseguir la recuperación del campamento militar de Montelarreina (Toro) y los primeros pasos del Ministerio de Defensa dan una pequeña esperanza a la sociedad sobre la eficacia del todos a una Fuenteovejuna. Si bien aún queda mucho por hacer.
Pero resulta que Zamora ya había demostrado con anterioridad su fragor reivindicativo y ya sabía lo que era involucrar a la sociedad para lograr un bien común. Y sí, otra vez con militares de por medio. El actual Campus Viriato de la Universidad de Salamanca no alberga a los estudiantes por una casualidad. Hicieron falta 8.000 personas, un mes de encierro, cuatro años de negociaciones y el asalto de un alcalde del Partido Popular, Antolín Martín.
En 1987, Zamora era una ciudad en crecimiento, nada que ver con la actual España Vaciada. La capital y la provincia incrementaban sus datos de población cada año e incluso los planes de urbanismo en años venideros proyectarían una capital de 80.000 habitantes. Pese a eso, cuando el Ministerio de Defensa decidía que el Regimiento Toledo 35 abandonara la ciudad tras más de 70 años de actividad en el Cuartel Viriato de Zamora capital, la sociedad zamorana temió por su economía. No era para menos. La supresión de los servicios y víveres que los militares necesitaban hacían un 'roto' al tejido comercial de la provincia que el presidente de CEOE-Cepyme por aquel entonces, Francisco Abollo, calculaba en 1.500 millones de pesetas anuales.
Por aquellos años, surge una "tímida petición" de CC. OO. de Enseñanza para que este cuartel se transformara en un campus universitario. Un primer esbozo de lo que se convertiría en todo un levantamiento de la sociedad zamorana sin precedentes. El histórico dirigente de Izquierda Unida en Zamora, Paco Molina, formó parte y pudo vivir desde dentro todo lo que acontecería en ese asalto al Cuartel Viriato. Y de estos primeros momentos recuerda que "ocurrió algo muy típicamente zamorano que es quejarse pero no hacer nada". Pero otra serie de catastróficas desdichas acabaría por hacer estallar el famoso salto de Antolín Martín y uno de los movimientos sociales más importantes de la provincia.
Termitas en el Instituto Claudio Moyano
Un año más tarde del cierre del Cuartel Viriato (1989), el cercano I.E.S. Claudio Moyano sufre una plaga de termitas que obliga a desalojar el centro educativo y pone en una difícil tesitura la continuidad de las clases. Por aquel entonces, el Ministerio de Educación decide que los alumnos pasen a recibir clases solo por las tardes en el I.E.S Maestro Haedo, con el consecuente trastorno de horarios para las familias de los estudiantes. Es entonces cuando una recién nacida Izquierda Unida, CC. OO. y las propias familias del Claudio Moyano piden que se habiliten aulas dentro del ya vacío cuartel, lo que permitiría su habitual horario de mañana y tarde. Este es para Paco Molina el "caldo de cultivo" que acabaría estallando y provocando el asalto.
En agosto de ese mismo año, el primer coordinador de Izquierda Unida en Zamora, Gabriel Guijosa, acudía al Registro de la Propiedad y descubría un relevante hallazgo que "cambiaría el curso de los acontecimientos". Resulta que de los 54.000 metros cuadrados que componen el antiguo Cuartel Viriato, 42.000 habían sido cedidos en usufructo por la propia ciudad de Zamora al Ejército Español "siempre que dicho emplazamiento fuera un cuartel militar, de lo contrario deberían de ser revertidos a la ciudadanía". Una noticia que "choca frontalmente" con la petición que, por aquel entonces, el Gobierno de España (PSOE) estaba solicitando al Ayuntamiento de Zamora (PP) para dar salida al viejo cuartel abandonado. El Ministerio de Defensa exigía una restructuración urbanística de los terrenos para poder construir viviendas o que el propio Consistorio pagara por esos 42.000 metros cuadrados, que realmente Defensa "tenía secuestrados" porque eran propiedad de la ciudad, y solo los otros 10.000 habían sido un "regalo" de una serie de ciudadanos y de Renfe a los militares. Un hallazgo que Molina asegura fue "revolucionario y calentó a las familias, porque a los zamoranos les cuesta mucho moverse, pero cuando se enteran que les están intentando vender lo que ya es suyo se formó un gran revuelo". Y más cuando, por las mismas fechas, el alcalde del PP, Antolín Martín, "estaba aceptando la idea de Defensa de pagar por los terrenos o recalificarlos".
Llega la primavera de 1990 y el alcalde popular viaja a Madrid para defender la petición de crear un campus universitario en la que fuera casa de los militares en Zamora. "Pero un general lo pone verde y vuelve como un corderito", apuntilla el exdirigente de IU. Al parecer, este alto cargo del Ejército acusa a Antolín de "llevar gobernando desde 1987 y no haber hecho nada de provecho para la ciudad". Cree Molina que fue esa "riña" la que motivó que el alcalde del PP regresara de Madrid "insistiendo en pagar por los terrenos".
El 'Iván Redondo' de Antolín
Paco Molina recuerda que ese sentimiento de que Antolín era un alcalde que "no había hecho nada" era general en la ciudad. Por ello, el que fuera su secretario de Alcaldía y periodista procedente de El Correo de Zamora, Vicente Díez, "le aconseja que haga declaraciones que le den popularidad, dada también la cercanía a las elecciones. Es por aquel entonces cuando el alcalde popular ya lanza la frase de "si esto no se soluciona estoy dispuesto a saltar". Y vaya si saltaría.
En la segunda decena de mayo, Izquierda Unida presionaba al Ayuntamiento y la Diputación Provincial, a través de los plenos, para que ambas instituciones encabezaran grandes movilizaciones, "porque entendíamos que si convocaban ellos sería más efectivo", detalla Paco Molina. Pero ante el silencio de ambas entidades públicas, acaba surgiendo la idea de crear una coordinadora, "donde se uniera quien quisiera, independientemente del color político". Un espíritu de unión 'sin banderas' que acabó colocando al párroco y líder del movimiento vecinal, Ángel Bariego como líder de la coordinadora.
Es durante la primera reunión de esta nueva formación social que "se consigue que el ayuntamiento se sume a la manifestación convocada para el 30 de mayo de 1990". O eso creían. Y es que Molina detalla que fue Vicente Díez y otros periodistas de El Correo de Zamora quienes asesoraron al alcalde popular para participar en la reivindicación. Algo que, para Molina, también beneficiaba a la propia publicación, "ya que acababa de crearse La Opinión de Zamora y eran dos periódicos para una ciudad muy pequeña".
El alcalde del PP que asaltó un cuartel militar
Llega el famoso 30 de mayo de 1990. Paco Molina recuerda que "muy puntual" acudía a los muros del Cuartel y esperaba junto a Gabriel Guijosa y su mujer, la llegada de algunos compañeros, "porque a las 19.50 horas estábamos solos". Y cuando se dieron las ocho de la tarde río de gente comenzaban a llegar por las cuatro esquinas del inmenso edificio militar. Hasta 8.000 zamoranos que terminaron por improvisar una cadena humana dado el gran número de gente.
Tras este momento de llegada masiva de gente, Ángel Bariego se dispone a leer un manifiesto de reivindicación para la creación de un campus universitario y la cesión de los terrenos. Pero un murmullo corre como la pólvora entre los manifestantes: el alcalde ha saltado al Cuartel. "Nosotros meses atrás ya habíamos contemplado esa posibilidad y habíamos decidido descartarla", recuerda Molina.
Antolín Martín, alcalde de un conservador Partido Popular, había asaltado un terreno militar en medio de una multitudinaria protesta social. Todo un escándalo que ni el propio Antolín podía imaginar lo lejos que les llevaría. Paco Molina detalla que "la idea del salto era simplemente traspasar la valla, que un fotógrafo de El Correo le hiciera una fotografía y volver al otro lado". Pero ese simbólico y propagandístico gesto provocó una inmensa reacción en los manifestantes que "arramplaron" con la puerta y se lanzaron al interior del patio frontal. Por supuesto, los miembros de la coordinadora también entraron, "no íbamos a dejar que Antolín se llevara el mérito cuando hasta entonces se había negado a la cesión de los terrenos", recalca Molina.
Y tras este asalto involuntariamente provocado, Ángel Bariego y Antolín Martín acceden al interior del edificio y entre el desatado júbilo de los zamoranos asoman a un balcón y el alcalde popular pronuncia su célebre frase: "De aquí no me voy hasta que se dé una solución satisfactoria al asunto". Molina cree que la marabunta de gente y "ver como se estaba convirtiendo en un héroe" prácticamente obligó al alcalde popular a encerrarse en el Cuartel. Pero no se quedaría solo. La coordinadora improvisaba una asamblea en un rincón del Cuartel para decidir acompañar a Antolín para evitar que "alguien que no había hecho nada se pusiera todas las medallas".
Un mes de encierro: convivencia, arte y asambleas
Tras una primera noche en vela, donde apenas quedaron unos 200 manifestantes, Paco Molina recuerda que "el mérito del alcalde fue ponerse en contra de su propio partido, que no apoyaba el gesto y le presionaba para que abandonara el encierro". Además, la presencia de un alcalde popular "evitaba que nos sacarán de allí y más estando el PSOE en el Gobierno".
Y sin que nadie lo hubiera podido ni vaticinar ahí estaban: un alcalde conservador, comunistas, vecinos, y demás miembros de la coordinadora, que convivirían durante 30 días como si de un 'Gran Hermano' se tratase. Célebres son las imágenes del alcalde Antolín duchándose en el propio patio del Cuartel, de miembros de IU trayendo víveres para los 'encerrados' y de todas las actividades que allí se realizaban. "La imaginación se desborda", recuerda Molina. Obras de teatro, charlas y demás momentos de reivindicación, entre ellos, el día que a José Luis Alonso Coomonte se le ocurre lanzar 500 ovillos de lana de un lado al otro del patio, para crear una tela de araña de colores inmensa. Todo se decide por asamblea y el alcalde popular "participa y asume todas las decisiones que se van tomando".
Mientras, la sociedad zamorana está "entusiasmada" con la protesta y la noticia alcanza los medios nacionales, mientras Defensa aguantaba el chaparrón de ver como Zamora "hacía fuerza" por su campus. Intermitentemente vecinos de la ciudad acuden, participan en las actividades y coordinadora y alcalde cuentan con el apoyo del tejido social de Zamora. De hecho, otro de los episodios memorables de esta historia es el paro general convocado por la propia patronal zamorana el 6 de junio de 1990. Casi 30.000 personas se concentraron en el patio del Cuartel Viriato, unido a un cierre de todos los establecimientos de la capital, a partir de las 18 horas. Una protesta nunca más vista en la historia de Zamora.
Este evento fue el punto más álgido de la protesta y, a partir de aquí, las negociaciones políticas fueron dando pequeños pasos, si bien, lentos y que desgastaban. Un 11 de junio de 1990, el Ayuntamiento de Zamora acepta una moción de la coordinadora, para que se defienda la petición de revertir los terrenos a la ciudad y convertir el lugar en un campus. Al mismo tiempo, el por entonces senador socialista Andrés Luis Calvo, mantenía tímidos contactos con el Ministerio, mientras que el secretario provincial del PSOE, Francisco Villaverde, acudía a negociar con la propia coordinadora. Pese a que ambos dirigentes siempre negaron cualquier tipo de presión por parte de su partido a poner fin a este encierro, lo cierto es que lógicamente el Ministerio de Defensa mantenía un temor sobre "el peligroso precedente" que podía sentar en otros territorios españoles el triunfo de la protesta social zamorana.
Un pregón de San Pedro para la historia
A mediados del mes de junio de 1990, ya era costumbre entre Ángel Bariego y Gabriel Gijosa dar un paseo por las instalaciones e ir planeando los siguientes pasos. Fue una de esas mañanas cuando ambos confiesan a Paco Molina que "tenemos que ir pensando en salir de aquí". El verano estaba a la vuelta de la esquina y la gente continuaba entusiasmada, pero aún no había negociaciones firmes entre el Ministerio y el Ayuntamiento. Además, a Defensa "le costaba" sentarse a negociar con una coordinadora. "Un pueblo libre, ni partidos ni sindicatos y eso no gustaba", asegura Molina.
No esperaban ambos dirigentes que la reacción de la gente 'encerrada' fuera de negativa total. "Para no romper con la masa" se decidió esperar un poco más. Y es que Molina recuerda que, para muchos zamoranos, este encierro era "toda una aventura vital", incluso más allá de la mera reivindicación. Pero según fue pasando el tiempo, los ciudadanos fueron entendiendo que la situación no podía demorarse mucho más. Con la aceptación de Defensa a negociar con la presencia de Ángel Bariego como representante de la coordinadora solo un día antes del 29 de junio, ahora quedaba dar el último golpe de efecto: "salir triunfantes".
Dada la inminente fecha del día grande del patrón de Zamora, San Pedro, la coordinadora no tuvo una mejor oportunidad para arengar masivamente a los zamoranos una vez más. Así, el encierro llegaba a su fin un 29 de junio de 1990, con los 'encerrados' dando el pregón de las Fiestas de San Pedro de aquel año ante una abarrotada Plaza Mayor.
Cuatro años de negociaciones
Tras la euforia llegaba el momento de las negociaciones. Hasta cuatro años se demoraron los intercambios de peticiones y tiranteces entre el Ministerio de Defensa, el Ayuntamiento de Zamora y la coordinadora. De hecho, durante estos años, fue necesaria la formación de otras tres coordinadoras que fueran tomando el relevo y manteniendo el 'espíritu' reivindicativo de aquel encierro.
Mientras Defensa "desgastaba" las negociaciones para, opina Molina, "enseñar al pueblo que las manifestaciones no sirven para nada" el movimiento social zamorano continuaba "haciendo ruido" a las puertas del Cuartel. La coordinadora utilizó lo muros del emplazamiento para pintar murales reivindicativos, se colgaron pancartas y, prácticamente, cada domingo se organizaban actividades, a las que acudían niños y mayores. Fue también en este periodo cuando el artista local, Coomonte volvía a la carga con una de sus geniales ideas. El escultor propuso envolver de plástico negro todos los muros del Cuartel Viriato. Una inmensa cantidad de valla que rodea la ahora universidad y que, por entonces, rodeaba desde la avenida Cardenal Cisneros, avenida Requejo y hasta el frente del Hospital Virgen de la Concha.
Y una de las más célebres actividades que surgieron por aquel entonces fue la Escuela de sabiduría popular. En el lugar donde los militares solían celebrar sus juicios, se creó un aula donde, entre cinco y seis días por semana, todo tipo de personalidades de Zamora "daban clases". Bajo la batuta del filósofo Agustín García Calvo, José Antonio Coomonte, Antonio Pedrero, Amando de Miguel, José Luis Gutiérrez o el propio Paco Molina ofrecían charlas de todo tipo y que contaban con una gran asistencia de público. "Nunca iban menos de 30 personas", detalla el exdirigente de IU.
Inicio de las obras
En 1991, solo un año después de poner fin al encierro, el ya famoso alcalde del PP Antolín Martín ya no estaba al frente del Ayuntamiento. En su lugar, el senador socialista Andrés Luis Calvo se convertía en el nuevo alcalde de la ciudad. Y también como novedad, Paco Molina se convertía en el primer concejal de Izquierda Unida en Zamora. Así que, con el mismo color político en el Ayuntamiento de Zamora y en el Ministerio de Defensa, el Consistorio zamorano tuvo que "ceder" y dar al Ministerio un terreno equivalente a los 10.000 metros cuadrados que sí eran propiedad de los militares en ese Campus Viriato. Unos terrenos que, recuerda Molina, se encuentran en la zona superior del camino Casa Mohína y que jamás albergaron nada, pese a estar urbanizado.
Así, en 1996 arrancan por fin las obras del ahora conocido como Campus Viriato de la Universidad de Salamanca, que se prolongarían hasta 1998. Aquí se ubican desde entonces la Escuela Superior Politécnica (con nueve grados y dobles grados), la Escuela Universitaria de Magisterio (con tres titulaciones) y en los mismos terrenos, aunque no el mismo edificio, el centro adscrito de la Escuela de Enfermería. Una universidad por la que han pasado miles y miles de alumnos de Zamora, pero también de multitud de puntos del país, y que este mismo año estrena el grado en Aplicaciones 3D Interactivas y Videojuegos. Una enseñanza única en Castilla y León, con más de medio centenar de empresas colaboradoras y 30 alumnos matriculados en su primer curso.