Antonio Pedrero, la historia del gran pintor y el cuadro que le cambió la vida
Uno de los artistas más importantes de España casi acaba "probando suerte en Barcelona", pero un encargo lo cambió todo
16 febrero, 2022 07:00Noticias relacionadas
Una, incluso siendo zamorana por elección pero no de nacimiento, es capaz de entender la importancia y el privilegio que es poder sentarse en el estudio del gran Antonio Pedrero. Pintor y escultor casi desde su nacimiento, sus obras forman parte del ADN de la capital zamorana, tanto que posiblemente ningún visitante de la ciudad se haya ido sin ver o fotografiar su Merlú, la famosísima estatua de bronce ubicada en la Plaza Mayor y que representa a la pareja de congregantes de la Cofradía de Jesús Nazareno llamando a los hermanos para la procesión.
En una tarde soleada del frío invierno zamorano, acudo puntual a la cita con Antonio Pedrero a su propia vivienda en la plaza Fray Diego de Deza. Él mismo me comenta días antes que está aquejado de un dolor de piernas "porque ser viejo es cada día una aventura" y me pide amablemente que acuda a su casa para este encuentro con uno de los artistas más importantes de nuestro país. Cuando daban las cinco de la tarde, llamo a la puerta y allí asoma el pintor que me lanza las llaves de su casa desde el balcón, porque prefiere ahorrarse una subida y bajada de escaleras (que no son pocas en su casa). Y allá que abro y, nada más entrar, puedo observar como su casa es su propio museo. Ese que la ciudad aún no le ha dedicado, pero luego hablamos de eso.
Un precioso patio con un pozo me recibe y justo al lado de la puerta, aún colgado, descansa un gran cartel que anunciaba una exposición dedicada a él y que, en su día, patrocinaba la Diputación de Zamora. Nada más subir las escaleras, me reciben Antonio y su bastón. Se disculpa por no bajar y aprovechamos para hacer las fotografías que acompañan al reportaje, ya que "aún hay luz". Y ya casi sin dejar que tome nota, me explica algunas de las obras que tiene en la galería superior de su vivienda: cuadros de infancia, de su mujer, bocetos y explicaciones del conocido cuadro de La golondrina (el mejor homenaje a la Zamora de los años 50), algún autorretrato o una miniatura del famoso Merlú.
El cuadro que lo cambió todo
Precisamente sobre La Golondrina me comenta que el original ahora se expone en el Teatro Ramos Carrión de Zamora, y acto seguido me pregunta por la visita del ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta unas semanas antes. Y es que había llegado a sus oídos (y le habían enviado unas fotografías al WhatsApp) que el ministro se había interesado por el cuadro Cerco de Zamora, que él había pintado en 1964. Una obra que fue específicamente encargada para la Subdelegación del Gobierno en Zamora (antes conocida como el Gobierno Civil) y que tiene para Pedrero un significado muy especial en su vida. Y es que fue esa obra, precisamente ese enorme mural, la que hizo que el pintor y escultor se quedara en Zamora.
Antonio Pedrero acababa de salir de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y su intención era mudarse a Barcelona. Ya estaba todo pensado. El zamorano ya había pasado algún tiempo allí, conocía la ciudad, y "un amigo me había conseguido una habitación en casa de unos amigos suyos". Pero la vida tenía otros planes. En 1958, el artista regresaba a Zamora, y poco tiempo después, el entonces Gobierno Civil de Zamora le hacía su primer encargo. Pedrero recuerda que fue el entonces alcalde de la capital, Gerardo Pastor Olmedo, quien le dio el tema para el mural: "Me dijo que pintara sobre el romancero a Arias Gonzalo, como primer gobernador de Zamora". Y así nació el mural al Cerco de Zamora. Un primer encargo del que se fueron sucediendo más y más, y "así se me pasó la juventud en Zamora y me quedé para los restos".
Un golpe del destino del que Pedrero para nada se arrepiente. Cuando le pongo en la tesitura de qué hubiera sido de él si finalmente se hubiera mudado a Barcelona, afirma categórico: "Podía haber sido un fenómeno o un taxista". Nunca lo sabremos, pero desde luego solo hay que ver su casa para comprobar que el talento corría por sus venas desde niño. Antonio Pedrero tiene autorretratos donde no cuenta más de ocho o diez años. "Desde la infancia solo sabía emborronar cosas, y con 10 o 12 años los profesores le decían a mis padres a este crío solo le gusta dibujar". Y así era. Imbuido por la arraigada tradición semanasantera de Zamora, por el almacén del bar de sus padres llamado La Golonrina (que representa en su famoso cuadro) donde se guardaban varios pasos de Semana Santa y la propia educación religiosa que recibía, el joven Antonio se iba a la Plaza Mayor "a dibujar escenas del Evangelio en la brea del suelo con tiza". Ahí ya ganó sus primeros concursos, como esos que luego le llevarían a la fama en la ciudad, pero que por aquel entonces solo eran competiciones inocentes con sus amigos.
Los artistas de Zamora, sin museo en la ciudad
Amigos, compañeros, artistas en definitiva, de los que Antonio Pedrero recuerda que "fuimos una generación extraordinaria". Creadores de arte que formaron parte de la Escuela de San Ildefonso, creada por Daniel Bedate y Chema Castilviejo, y a la que Antonio Pedrero ingresaba con solo diez años. Recuerda de esa época que era "muy humilde y tuve que llevar un tablero de mi casa para dibujar porque era muy precaria". Pero Pedrero destaca que sus profesores eran "gente estupenda" y los alumnos "muy aplicados". Y así, desde 1945 y hasta 1974 esta escuela zamorana forjó a una cantera de artistas made in Zamora que asombraba en el panorama nacional, y cuya huella está impresa en las calles, los libros, algunos espacios públicos y, sobre todo, en el imaginario colectivo de la sociedad zamorana. Pero no en un museo.
Antonio Pedrero no oculta su dolor y decepción porque Zamora no tenga un museo específico dedicado los nombres propios del arte zamorano: Torre Cavero, Luis Quico, Hipólito, Ramón Abrantes, Tere Santos, Alfonso Bartolomé, Higinio Vázquez, José Luis Alonso Coomonte... Y la lista sigue y sigue. "Creo que es una torpeza que esto se dilate en el tiempo", reflexiona el artista. Además, Pedrero recuerda que esta generación de artistas "vamos desapareciendo. Quico o Abrantes ya han fallecido y seguimos sin un espacio donde recoger nuestras obras".
El propio artista fue el creador de una gran exposición por los 200 años de la Diputación de Zamora, en la que realizó una recopilación del arte provincial "desde Ramón Álvarez en adelante", y que se ubicó en el Antiguo Palacio de la Diputación Provincial. Para Pedrero un espacio "ideal" para ubicar un museo específico para los artistas zamoranos y cree, que en aquel momento, hubiera sido "idóneo" arrancar con este proyecto. Más allá del inacabable Museo de Baltasar Lobo, "que llevan treinta años dilatando". Para el artista Zamora "tiene que imponerse el reto" de crear un museo provincial del arte zamorano. Pedrero tiene la sensación de que muchos artistas zamoranos "no están reconocidos y falta cariño hacia ellos". Un problema que achaca, fundamentalmente, a las autoridades públicas que "se están olvidando del arte", y más ahora que las crisis económicas se suceden, la actividad política es frenética. Pero cree que "Zamora tiene un plantel de artistas excelentes", que necesitan ser conocidos.
Y es que Pedrero concibe la vida y la sociedad unida por completo al arte. "Ha sido importantísimo en la historia de la humanidad. Desde las primeras huellas de la existencia. El arte está unido a la vida y es una expresión de ella misma", explica. El artista está convencido que sus obras y las de sus compañeros "son testimonio de los aconteceres de Zamora. La historia de los últimos 100 años de la sociedad zamorana se explicaría muy bien solo a través del arte". Y ante esto lanza una advertencia: "Mientras viva voy a seguir reclamando la creación de este museo, porque me parece fundamental y necesario".
"Me siento muy querido por mis paisanos"
En este análisis del cariño y el reconocimiento de los artistas zamoranos, y pese a que el único museo que está en proceso es el dedicado al escultor Baltasar Lobo, Antonio Pedrero reconoce que "me siento muy querido por mis paisanos". Cuando los achaques de la edad se lo permiten (como él mismo bromea) y sale a dar una vuelta por el Casco Viejo de Zamora, el artista no puede dar ni dos pasos sin recibir un saludo o pregunta sobre cómo está. De hecho, tras mi encuentro con el artista, no pocos han sido los amigos, conocidos y compañeros que me han preguntado cómo se encontraba Pedrero, ya que hacía meses que no lo veían pasear por la ciudad. Me congratula añadir que, días antes de la publicación de este reportaje, lo vi de lejos paseando por la Plaza de Viriato y, por supuesto, estaba recibiendo cariñosos saludos de sus vecinos.
Antonio Pedrero le da ha dado todo su ingenio a Zamora y la ciudad no olvida y se lo agradece. Aún recuerda emocionado el gigantesco mural dedicado a su persona que desde el pasado 7 de agosto de 2020 descansa en el barrio de San José Obrero. En plena pandemia y con aún unas duras restricciones sanitarias, el Ayuntamiento de Zamora urdía, junto al artista Carlos Adeva, una espectacular sorpresa en forma de pared para Pedrero. Su hija Ana estaba enterada también del secreto y colaboró con el el propio Carlos Adeva sobre algún elemento que incluir en dicho mural. Pero, el artista relata que días antes, "un amigo me llamó y me mandó varias fotos por WhatsApp para enseñarme que estaban haciendo un mural sobre mí en San José Obrero". Con toda la humildad, Antonio Pedrero se pensaba que su amigo se había confundido y se trataba de la obra dedicada a su compañero Ramón Abrantes, que se ubica unos metros más arriba, en la plaza de Ángel Bariego. Pero no. La obra era para él y reconoce que "me asustó cuando la vi, más de cien metros, me quedé helado".
Pese a ser de la vieja escuela, del lienzo, de las academias de artes, Antonio Pedrero valora muy positivamente este nuevo tipo de arte urbano. "Está muy bien", reconoce, si bien cree que "debe ser selectivo", el artista aboga porque se creen murales "unidos a la historia o al interés local. No me gustaría ver un mural de Blancanieves y los Siete Enanitos". Para Pedrero, el proyecto muralista de Zamora tiene "creaciones preciosas", y se alegra de que la ciudad esté metida en esta vanguardia artística. Pedrero recuerda de sus viajes cuando aún era profesor en la Escuela de Arte de Zamora que "hice fotos a murales como estos en Bruselas y se los mostraba a mi alumnos como algo novedoso, aunque no era la fiebre de ahora". El artista felicita al Ayuntamiento y especialmente a su concejal de Barrios, Pablo Novo, por la iniciativa. "Creo que estos más de cuarenta murales sirven para dinamizar la ciudad, que la gente tenga un motivo para recorrer los barrios", explica. Eso sí, como artista que también pintaba en la calle se postula completamente en contra de los grafitis y las firmas. "Me parece horrible", sentencia.
Pandemia y políticos
Antonio Pedrero acaba de cumplir 83 años y tiene a sus espaldas una operación de corazón bastante delicada. Así que con el estallido de la pandemia del coronavirus no le ha quedado otra que "salir poquísimo". El artista ha pasado más tiempo que nunca en su casa, si bien, confiesa que "no he trabajado tanto". Pedrero asegura que se ha dedicado a terminar "dibujos que empecé hace años" y así se ha ido entreteniendo. Su vida adaptada al COVID se ha adaptado a salir a dar un paseo "por aquí cerca" y no ha querido permanecer ajeno a la actualidad, por lo que se informaba de todo lo que ocurría.
Ahora que parece que lo peor ha pasado, le cuestiono sobre aquella famosa frase que nos repetíamos a ritmo de Resistiré: De esta saldremos mejores. Pedrero no tiene respuesta exacta para esta pregunta, pero sí cree que "no hemos conocido una pandemia como esta que no ha respetado a nadie, por lo que creo que necesita una reflexión por parte de cada uno". El artista espera que influya en el comportamiento futuro de los ciudadanos e, incluso, "nos replanteemos nuestro esquema de vida y que no todo es jauja".
Lo que no ve tan claro es la lacra de la despoblación en nuestra provincia. "Va a tener mal arreglo. Hace años que se veía venir y tienen al mundo rural muy subestimado. Cosa que no está nada bien porque es el principio de la comida de las personas y se debería cuidar mucho más", sentencia el artista. Para Pedrero la clase política debería de preocuparse más por los jóvenes que se ven obligados a abandonar su tierra en busca de un futuro más próspero y, sobre todo, "estar centrados en haber atendido al mundo rural de manera inmediata". El pintor lleva muchos años conviviendo con la clase política. Ha conocido alcaldes, presidentes de Junta y Diputación, ministros, diputados... Y algo sabe. Desde su visión, la vida política actual "es muy diversa y fragmentada", algo que no ve como necesariamente malo, pero sí cree que el bipartidismo "funcionaba bastante bien y con un futuro tan fragmentado se hace muy difícil". Lo que sí tiene muy claro sobre los políticos es que "antes eran servidores públicos y ahora esto es un reino de taifas, donde cada zona va a ser una nación. Yo creo en la unidad de España, y ahora se está jugando con ella con mucha frivolidad y puede ser muy peligroso".
Sobre nuestra querida Zamora, la Perla del Duero, que tantas veces ha visto cambiar él desde que dibujara en el suelo de su Plaza Mayor, el artista se preocupa por "el aislamiento" que, asegura, se va produciendo en la capital. Pedrero no conoce fórmulas mágicas, que si industria, que si planes de dinamización... Pero tiene una cosa muy clara: "No se puede vivir solo de la Semana Santa". Devoto y seguidor de la Semana de Pasión zamorana como el que más, la defiende como seña identitaria de la capital, pero cree que "hay que pensar otras opciones que hagan que la gente joven se quede en Zamora". Una juventud a la que quiere felicitar por haber querido mantener viva la tradición semanasantera en la ciudad y que, generación tras generación, hayan hecho que la Semana Santa de Zamora sea una de las más importantes de España.
Y así, con una reflexión sobre la que es su ciudad por derecho propio y la mía por cariñosa adopción, me voy de la casa de Antonio Pedrero con una idea completamente distinta de la que tenía del artista. Confesaré que su rostro serio y sus intensos ojos siempre me habían dado la sensación de que era un hombre seco, pero nada más lejos de la realidad. Es cálido, como el radiador que se ha preocupado por tener cerca de mí durante toda nuestra charla, y sobre todo es un amante del arte, de la Semana Santa y, como no, de Zamora.