30.800 hectáreas ese es el cálculo provisional de hectáreas que el fuego ha arrasado en la Sierra de la Culebra, y también en el Valle de Tera. Porque el incendio originado el pasado miércoles 15 de junio, a causa de una tormenta eléctrica ha avanzado por la provincia sin tregua, afectando a una extensión de 120 kilómetros de perímetro y 24 municipios de la provincia.
Ahora, sin "llama viva" en el terreno, la Junta de Castilla y León rebajaba a 1 el Nivel de alerta y los efectivos de la Unidad de Emergencias (UME) se van retirando de forma progresiva. También efectivos del Ministerio para la Transición Ecológica o de las comunidades vecinas como Galicia comienzan a retirarse, de hecho, la propia Junta de Castilla y León informaba esta misma mañana que algunos medios aéreos volvían a sus bases "donde siguen en alerta, mientras otros continúan trabajando en el terreno".
Y es que el incendio no ha terminado. Los efectivos de la Junta continúan asegurando el perímetro y realizando labores de enfriamientro y control, para que, si las condiciones son favorables hoy, poder declarar el incendio de estabilizado a controlado.
Un desastre natural sin precedentes
La Sierra de la Culebra es uno de los territorios con mayor riqueza natural del país. Hogar el lobo ibérico, de ciervos, jabalíes y con una extensión arbórea de gran calidad. Todo ello abrasado por el fuego y con el dolor y la incertidumbre de no saber si podrá recuperarse.
También supone un desolador desastre para los vecinos de esa veintena de pueblos que tenían en la Sierra de la Culebra su modo de vida. Agricultores, ganaderos, apicultores, recogedores de setas, hosteleros, promotores de turismo rural... Para hacerse una idea, hasta 40 apicultores han perdido sus colmenas, y se prevé que otro millar tengan que desplazarlas de su ubicación actual por como haya quedado el terreno.
Tampoco queda rastro del lobo ni de los ciervos. Buque insignia del turismo rural de la zona. La Sierra de la Culebra era lugar habitual de peregrinaje para los amantes de la fauna salvaje, que se acercaban y pernoctaban en la zona para disfrutar en vivo de la berrea o el avistamiento del lobo en su hábitat natural.