El enfado de los vecinos de Losacio (Zamora), la zona cero del tercer fuego declarado en la Sierra de la Culebra y en sus comarcas próximas en poco más de un mes, sube al mismo ritmo que el calor que desprenden los numerosos brotes de humo que se aprecian en esta localidad castigada por el fuego. El clamor de sus habitantes es común y, se hable con quien se hable, coinciden en expresar su desazón con lo que sucede en una zona arrasada por las llamas y, especialmente, por la desprotección que sienten y el dolor intenso que sufren, algo muy fácil de comprobar con tan solo mirar sus rostros y sus ojos aguados.
Y no es para menos. El paisaje es desolador. El olor a humo es penetrante. La alegría de otros veranos se ha transformado en tristeza colectiva. Y la desesperación, tras varios episodios de auténtico miedo, no sólo ha quemado miles de hectáreas, sino que también ha asfixiado las esperanzas de mucha gente.
María Crespo, vecina de Losacio, pone voz, en declaraciones a Ical, a ese sentimiento de olvido por parte de las autoridades públicas. Pero son otros cuantos vecinos los que se arremolinan enseguida en la misma conversación para reafirmar lo que María subraya casi entre lágrimas. “Aquí seguimos con rastros de fuego y humo y no viene nadie a apagarlos. ¡Mire ahí!”. Justo una parcela pegada a su casa revela su lógica preocupación.
Asegura que los pueblos afectados por los incendios siguen en pie por la decisión de los propios vecinos de hacer frente al poderoso y ardiente enemigo. “Los fuegos se apagan en invierno”, añade con el fin de reclamar el necesario trabajo de prevención que exige la zona, mediante la realización de cortafuegos, el desbrozado de maleza y, en suma, el cuidado constante del medio rural.
“¡Qué curioso que el fuego de este domingo comenzara justo a la misma hora que el surgido el pasado domingo!”, comenta con indignación, para corroborar su teoría: “Este último fuego ha sido intencionado, sin duda”. Y llegados a este punto de la charla, sus palabras comienzan a echar verdaderas chispas hacia los responsables políticos. “Los mayores lobos están sentados en los despachos, porque los políticos viven en una burbuja de cristal y no pisan la calle ni las zonas rurales, salvo en elecciones”, critica. “La gente que entra en política debería estar curtida previamente, como lo están los labradores y ganaderos”, concluye.
Miguel Ángel Barrigón, también vecino de Losacio, relata con indisimulado cabreo el sinsentido de todo lo que está ocurriendo en esta zona de la provincia. “Hace pocas semanas se declara un incendio en la Sierra de la Culebra, el pasado domingo en Losacio y ayer -por el domingo- otro nuevo. “Este incendio ha sido provocado”, sentencia, no sin reiterar que el fuego comenzó junto a un tramo de la carretera. “La sensación que tenemos todos es de abandono”.
Miguel Ángel no olvida a los convecinos que “tienen ganado y que ahora no tiene nada que comer”, ni a los que han “arreglado sus casas y ayer tenían metido el fuego encima sin que nadie viniera a tiempo a socorrerles. Asegura que la falta de coordinación ha sido la tónica habitual. “Hemos salido con nuestros tractores para hacer cortafuegos, pero sin que nadie nos coordinara; o sea, como un pollo sin cabeza, haciendo cortafuegos donde nos parecía necesario, mientras otros vecinos con cubas de agua vertían su contenido para refrescar el terreno y tratar de frenar el avance de las llamas”. La velocidad de este fuego “ha sido salvaje, espectacular”, advierte.
José Manuel (omite decir el apellido) describe el incendio en Ferreruela de Tábara. “Salió el arco iris, sin haber ningún nublado. De repente cayeron cuatro gotas de agua contadas y a continuación apareció una nube enorme y bestial, que acabó reventando como una bolsa de gas. Todo eso sucedió en décimas de segundo y tuvimos que salir corriendo”.
Mientras, en Losacio, este lunes, festividad de Santiago, siguen los bomberos del Ayuntamiento de Zamora tratando de apagar el incendio de una nave de paja que comparte pared con una casa. Efectivos de la Guardia Civil desplegados por el término municipal continúan las tareas de control y, como unos vecinos más del pueblo, no ocultan su pesadumbre por todo lo que está pasando en una provincia asediada por el fuego y las llamas.
Salimos de Losacio por una calle cuyo cartel reza: “Travesía La Moral”. Lo que más necesitan precisamente sus habitantes. Y en otra calle, la furgoneta del panadero hace su habitual parada para expender los productos. “Tendremos que seguir haciendo nuestra vida”, afirma un vecino mientras adquiere una barra de pan y una bolsa de magdalenas.
Dos calles más abajo, se abre de nuevo el mismo paisaje negruzco y humeante. Inaudito.
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