Juan Prieto y Guillermo Sánchez, en las oficinas centrales de Caja Rural de Zamora

Juan Prieto y Guillermo Sánchez, en las oficinas centrales de Caja Rural de Zamora

Zamora

Toda una vida cuidando de los ahorros de los zamoranos

Las trayectorias de Juan Prieto y Guillermo Sánchez revelan que el espíritu de cercanía y confianza de Caja Rural de Zamora viene de lejos

22 agosto, 2022 07:49

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La Caja Rural de Zamora tiene su origen en 1902, de la mano del importante economista nacido en Zamora Luis Chaves Arias. Él promovió la fundación de muchas de las cajas rurales por aquella fecha, que tras la desaparición de las mismas durante la guerra civil, fueron refundadas en 1964. 

Una historia de 120 años que llega hasta nuestros días manteniendo buena parte de esa esencia con la que nació: ser una caja cercana, en un entorno cooperativo y atento con las necesidades de sus clientes. Algo que tienen grabado muy a fuego dos de sus trabajadores más veteranos: Juan Prieto y Guillermo Sánchez. Ambos llevan toda la vida en la Caja Rural de Zamora, crecieron en ella, laboral y personalmente, y su propia identidad se ha forjado bajo el amparo de la espiga de los zamoranos. 

Y sino que se lo digan a Juan Prieto. El actual jefe de zona de las oficinas de la capital zamorana llegó a la Caja Rural de Zamora con apenas 16 años, en 1976, y ya van 46 en noviembre que pertenece a la entidad. Su primer trabajo en la Caja fue de "botones". Eran los encargados de llevar el papeleo, traer el correo, poner cafés... Un poco de todo. Tenía el bachillerato elemental y dejó de estudiar por centrarse por entero en este trabajo. 

Por aquel entonces la entidad tenía 21 oficinas y 50 empleados. "Éramos una familia, pasábamos mucho tiempo juntos, incluso después del trabajo", recuerda Juan. En aquella época, con una Caja Rural en pleno desarrollo y evolución no existían los horarios, pero sus trabajadores hacían con gusto ese sobresfuerzo, para hacer crecer un proyecto de banca que ahora mantiene 103 oficinas y 313 trabajadores en activo. 

Juan explica, por ejemplo, que su siguiente tarea en la entidad fue grabar datos en el primer Centro de procesamiento de datos de Caja Rural de Zamora. Un primigenio departamento informático, donde se almacenaban todos los datos de sus operaciones, y que, inicialmente, se registraban a mano. Así, Juan y sus compañeros hacían turnos de noche para ir "informatizando" todas las operaciones que las oficinas de Zamora y provincia hacían a diario. 

Tras estas primeras experiencias, Juan completó su servicio militar y no dudó en volver a la Caja. Pese a que su labor fundamental se ha desarrollado en la capital, también pasó diez años en la oficina de Moraleja del Vino, donde ejerció como segundo de oficina y posteriormente como director. De su paso por el mundo rural recuerda la gran cercanía que los trabajadores de banca tenían con los clientes. No sólo eran trabajadores de Caja Rural de Zamora, sino gente de la máxima confianza de los clientes, y ejercían de gestores, asesores y velaban por los negocios y transacciones de estos. 

Juan recuerda entre risas como "los jueves y los viernes tenía que levantarme de madrugada y acudir a la báscula porque había venta de cerdos. Siempre tenía que ir un empleado de Caja Rural para hacer las cuentas, certificar los precios y decirle al vendedor cuánto iba a cobrar por sus animales". 

Tras su paso por Moraleja, Juan fue el encargado de abrir la oficina que se ubica en el zamorano barrio de San José Obrero, en 1992. Por aquel entonces, Caja Rural de Zamora solo tenía tres oficinas en la capital, y solo él y otro compañero gestionaban este nuevo local en el barrio zamorano. Juan centraba su labor en el trato con los pequeños comercios, las empresas incipientes del polígono de La Hiniesta y los trabajadores de este popular barrio de la capital. 

Como decíamos antes, por aquel entonces, las visitas presenciales a los negocios eran fundamentales. Un trato tan al detalle que era el empleado de Caja Rural quien acudía a la empresa o el particular y no al revés. Visitas que, normalmente, se hacían por las tardes, en un ambiente distendido. El trabajador de Caja Rural era para los zamoranos el velador de sus ahorros, sí, pero también una persona a respetar, de confianza y, en muchos casos, un amigo. De hecho, Juan fue invitado en multitud de ocasiones a cenas en bodegas y era habitual comer o tomar algo con algunos de los clientes. 

Eran otros tiempos, y ahora el trato es algo distinto, pero este trabajador sí que Caja Rural ha sabido mantener esa cercanía con sus clientes. De hecho, asegura que los clientes de Caja Rural de Zamora "son más exigentes con nosotros que con ningún otro banco. Saben cómo somos y cómo les tratamos y no nos pasan ni una". 

La banca en casa

Y si alguien es prueba viviente de que el trato de Caja Rural de Zamora con sus clientes era completamente cercano es Guillermo Sánchez. El actual director de la oficina de Toro lleva 32 gestionando los ahorros de clientes en el mundo rural. Siempre en oficinas de pueblos zamoranos, Guillermo comenzó su trabajo en Caja Rural de Zamora con 27 años, con estudios de Formación Profesional Superior en Comercio, en la oficina de La Bóveda de Toro en 1990, donde pasó cuatro años.

Guillermo era por aquel entonces cajero. Un trabajo que no acababa en la ventanilla. Hace más de 30 años lo normal era que los empleados de la Caja acudieran a las casas de los clientes a cobrar los recibos, los talones, las facturas... Y también les llevaban sus jornales, los beneficios de sus explotaciones agrarias o ganaderas o las pensiones. "Era más habitual que nosotros fuéramos a las casas que ellos al banco", explica. 

El trato era tan cercano y personal que "algunos clientes nos pedían que les abriéramos las cartas del médico o las facturas". Los trabajadores de banca ejercían de sus asesores y gestores. Guillermo recuerda ayudar a los agricultores a solicitar la PAC, hacer contratos, incluso, "llevarles medicinas que dejaban en la oficina los farmacéuticos para ellos". 

Aunque los recibos se comenzaron a domiciliar con más frecuencia sobre 1992-93, Guillermo confiesa que, a día de hoy, "si una persona muy mayor necesita que le lleve la pensión a casa, porque no puede desplazarse y necesita su dinero para el día a día, se lo seguimos llevando". La esencia de Caja Rural de Zamora está ahí. Hechos como estos, 32 años después, demuestran que es así.

Al igual que ocurriera con Juan, cuando Guillermo pasó a dirigir la oficina de Fuentesaúco durante nueve años, él y sus compañeros también realizaban estas visitas por las tardes. "Nos teníamos que adaptar al horario de los clientes, y si no paraban en casa hasta las 20 horas, pues teníamos que esperar". Adaptarse al cliente y no al revés, algo casi impensable en muchos servicios actualmente. 

Dos atracos muy sonados

Tras toda una vida en la entidad, es inevitable vivir experiencias de todo tipo. Guillermo recuerda con mucho cariño y orgullo haber asistido a la boda de muchos clientes, o que otros consiguieran su casa gracias a su asesoramiento. Pero también hay anécdotas que ahora se pueden contar, pero que en su día pusieron el corazón en un puño a este director de la oficina de Toro.

Y es que un 31 de diciembre de 2001, la oficina de Caja Rural de Zamora en Fuentesaúco sufrió el primer robo con euros en España. Los atracadores acudieron a la oficina a primera hora de esa Nochevieja donde el país se preparaba para despedir a la peseta y comenzar a operar con los euros.

Por eso, la oficina tenía mayor cantidad de dinero almacenada de lo habitual: en pesetas y en euros. Los atracadores se hicieron con la friolera de 50 millones de pesetas (300.000 euros) y nunca más se supo de ellos.

Pero no acabaron aquí los sobresaltos de Guillermo. También fue protagonista cuando Jaime Giménez Arbe, más conocido como El Solitario perpetró su último robo en España precisamente en la oficina de Toro en 2006. El famoso atracador hirió a uno de sus compañeros en la pierna y se llevó 6.000 euros. Tras este golpe huyó a Portugal, y fue finalmente detenido el 23 de julio de 2007 en Figueira da Foz (Portugal).

Décadas de vivencias, de dos empleados que han dedicado su vida a cuidar de los ahorros de los zamoranos, desde una entidad que sigue velando por mantener esos ideales que Guillermo y Juan adquirieron desde su primer día en Caja Rural de Zamora: honestidad, cercanía y confianza.