Más de mil vehículos y 2.500 asistentes. Una rave ilegal de casi una semana de duración en el reseco embalse de Almendra, que puso a Zamora en el foco del panorama nacional por lo peculiar del evento. Fiesteros llegados de Francia, Bélgica, Italia o Portugal, convocados a través de un grupo privado de Telegram, que ocuparon sin permiso ninguno un lugar, que para muchos vecinos de la zona tiene un significado muy especial y emotivo.
Y es que antes de ser escenario de esta fiesta ilegal, ese mismo espacio fue un pueblo, Agusino. Una localidad que el 17 de septiembre de 1967 fue anegado por las aguas del conocido embalse y desapareció para siempre. Aunque no de la memoria de sus vecinos y descendientes.
Resulta que cada año, aprovechando el descenso de las aguas del pantano, los que fueran vecinos de esta localidad zamorana vuelven al que fue su hogar. Pese al paso de los años y el desgaste del agua, aún quedan restos de lo que fue su pueblo. Aún siguen allí parte de los restos de su ermita y alguna edificación, donde aprovechan para volverse a reunir y no olvidar sus raíces, durante una romería en el mes de mayo. De hecho, existe una asociación llamada Argusino Vive que, durante todo el año, organiza diferentes actividades divulgativas, solidarias y de ocio en torno al recuerdo de su querido pueblo.
Representaciones de la marcha de los vecinos del pueblo, documentales, talleres, carreras solidarias, charlas... Todo para que el alma de Argusino siga viva para la posteridad y no se olvide que, bajo las aguas del río Tormes está su pueblo, su historia.
Pero este año, la llegada de esta marabunta de 'forasteros' truncó parte de esos planes para reunirse en su querido Argusino. La asociación tuvo que trasladar una merienda de hermandad, programada para ese mismo sábado, por encontrarse el terreno ocupado por la sorpresiva fiesta.
La secretaria de Argusino Vive, Susana, explica que "pudimos hablar con la gente de la rave, fueron amables y nos dijeron que podíamos hacer la merienda ahí, pero no nos pareció lo más adecuado juntar su música con nuestra flauta y tamboril". Así que, finalmente, la asociación pidió ayuda al Ayuntamiento de Villar del Buey (municipio cercano) que, "enseguida nos dispuso el polideportivo y nos facilitó todo para que pudiéramos hacerlo en el pueblo".
32 horas
Argusino, situado en la comarca de Sayago, contaba con unos 400 habitantes durante 1960, y su tradición oral narra que se trataba de un municipio próspero, con fértiles huertos, molino y batán. Argusino contraba con un "microclima", que hacia muy propicio la plantación de huertos que, la madre de Susana recuerda que "eran la envidia de todo Sayago".
Pero el Plan Hidrológico Nacional, llevado a cabo bajo el mandato de Francisco Franco, acabó con la prosperidad de este municipio, que quedó desmantelado y fragmentado para siempre.
Los vecinos de la época recibieron unas 40.000 de las antiguas pesetas, por el valor de cada una de las 109 viviendas y terrenos que componían el municipio. Algunos recibieron más o menos, dependiendo su posición o su pillería. Como no. Iberduero (actual Iberdrola) les puso como condición que "ellos mismos derribaran el techo de las viviendas, para evitar tentaciones de volver a ellas" y les dieron como opción llevarse todo aquello que quisieran de las construcciones (puertas, ventanas...).
Pero no podían llevarse todo realmente. Con gran dolor, algunos vecinos del desaparecido Argusino aún recuerdan que "no les dejaron sacar a sus familiares del cementerio, lo taparon con cemento". Como relata Susana, "mis padres no tienen ni un sitio al que ir a poner flores a sus familiares el Día de los Santos".
Y tras el desmantelamiento y dinamitar todo lo que allí quedó, ese 17 de septiembre de 1967, las aguas del río Tormes comenzaron a inundar Argusino, que quedó sepultado para siempre en unas 32 horas, formando parte de las 8.650 hectáreas de aguas navegables y una capacidad de albergar 2.586 metros cuadrados de agua.
Este embalse de Almendra es el tercero más grande de España, solo superado por el de la Serena y el de Valencia de Alcántara, ambas en Extremadura. Tiene una profundidad de 200 metros y su cauce, en ciertos tramos, posee una anchura de ocho kilómetros. Desde la presa hasta la cola tiene 40 kilómetros de longitud. La presa de Almendra es la más alta de España con una altura de 202 metros, es de tipo Bóveda y para su construcción se emplearon más de 2.188.000 metros cúbicos de hormigón.
Un pueblo sin pueblo
Entre 1930 y 1970 se construyeron en España 1.064 embalses y presas, para los cuales se estima que se sumergieron más de 500 municipios por toda la geografía española. A algunos de los vecinos de estos pueblos españoles se les construyó un nuevo municipio donde rehacer sus vidas.
Es el caso, en la misma provincia de Zamora, de Losacino o La Pueblica, que a los cuales se les reubicó en el actual Losacino y en Pueblica del Campeán. Lo mismo ocurrió con provincias vecinas como León, donde Riaño fue construido kilómetros más allá del embalse, donde bajo sus aguas también yace el municipio original.
Pero en el caso de Argusino, según relata la propia asociación, "sus vecinos tuvieron que buscarse otras localidades para vivir, ya que ni siquiera se tuvo la consideración de hacerles un pueblo nuevo". Hasta en 29 poblaciones diferentes se repartieron estos vecinos, que pasaron a ser extraños en todas partes, acabando con 700 años de historia y perdiendo sus lazos personales.
Es más, en su relato familiar, Susana cuenta que su propia familia se vio obligada a separarse. "Mis padres fueron por un lado, mis tíos por otro", añade. De hecho, el caso de su abuela es especialmente doloroso, ella se marchó del pueblo muy joven porque se quedó huérfana. Fue a vivir a Asturias con uno de sus hermanos, y cuando volvió a Argusino "tan siquiera recibió el pago por la casa de sus padres, porque no se encontraba en el pueblo en ese momento".
Un gesto que los argusinejos, que así se llaman, no olvidan y "se preguntan cómo hubiera sido la vida sin ese cambio de orígenes". Es más, muchos de los vecinos de Argusino nunca se recuperaron de este mazazo psicológico. "Siempre se ha dicho que muchos murieron de pena. Otros se suicidaron, porque no pudieron soportar quedarse sin sus casas, su pueblo, sus recuerdos y su vida", detalla Susana.
Por eso, días como el de la romería o la merienda de hermandad son para algunos de estos vecinos "un bálsamo" para ese dolor que llevarán consigo de por vida. El día que su pueblo, Argusino, acabó bajo las aguas para siempre.