El verano. Momento de vacaciones, fiestas y, sí, también de prácticas y becarios. Suele ser habitual que, en esta época del año, los estudiantes universitarios aprovechen para tener esa primera toma de contacto con el mundo laboral. Las empresas e instituciones abren las puertas para que estos jóvenes pongan en práctica lo aprendido en las aulas. Una primera experiencia con el mundo real, donde se ve un atisbo de lo que puede ser su futuro.

Pero ¿y si esa primera toma de contacto con el trabajo sirviera, además, para abrir la mente de estos jóvenes y buscar un futuro laboral en un sitio donde jamás imaginaron? Pues esto es lo que le ha ocurrido a Javier, Isabella, Sara, Alejandro, Misael, Macarena, Clara, Sara y Marta. Nueve jóvenes llegados de la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de León o la Universidad de Salamanca, entre otros, que han sido los protagonistas del primer Campus Rural del Ministerio para la

Transición Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno de España.

Una iniciativa que buscaba ofrecer esas primeras prácticas a estudiantes universitarios en un entorno rural, todos en municipios de menos de 5.000 habitantes de Zamora. Mientras miles de jóvenes prueban suerte en las grandes ciudades de nuestro país, en grandes corporaciones o simplemente donde surja, este programa quiere mostrar a estos jóvenes que el mundo rural es una salida laboral a tener en cuenta por los universitarios recién licenciados. 

Una vida más allá de las aglomeraciones, los elevados alquileres, las grandes distancias, en entornos naturales y con otro ritmo de vida. Esto es lo que se han encontrado estos nueve estudiantes universitarios que, durante tres meses, han vivido y trabajado en los municipios de Tábara, Bermillo de Sayago, Almeida de Sayago y Fermoselle. Aquí han podido realizar sus prácticas universitarias, con una beca de 1.000 euros mensuales (a cargo del Ministerio), acorde con sus estudios universitarios.

Por ejemplo, Javier e Isabella, él estudiante de Comunicación Audiovisual y ella de Periodismo, han podido trabajar en la Revista Vive Zamora, que se edita en Bermillo de Sayago, y se publica de manera semestral, con los asuntos de la comarca sayaguesa y otros del resto de la provincia. Ambos han podido zambullirse en las actividades que se desarrollan en el territorio y hacerse eco de ellas a través de la Vive Zamora. 

Toda una inmersión en la sociedad sayaguesa en la que hay descubierto que "en los pueblos se hacen muchas cosas, más de las que creemos y hay muchas ganas de revitalizar el territorio". Así lo explica Javier, que durante tres meses ha escrito sobre los eventos que han desarrollado en esta y otras comarcas zamoranas. Iniciativas culturales, proyectos de sus ayuntamientos, protestas y, como no, el drama de los incendios que han asolado la provincia. 

"Al principio piensas en qué noticias iba a sacar de un lugar así, pero enseguida te das cuenta, de que con las herramientas adecuadas es una fuente de movimiento, de actividad, que da valor a los pueblos. Hay mucha gente que hace cosas, que tienen implicación con el mundo rural y quieren que las cosas salgan adelante, y resurja", relata Javier. 

Un plan de turismo en un pueblo de 400 habitantes

Aunque, quizá, uno de las prácticas más sorprendentes han sido las de Sara y Alejandro, en Almeida de Sayago. Ella estudiante de Turismo de la Complutense de Madrid y; él del Doble Grado en Derecho y Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad de Salamanca. A primera vista, podría parecer que poco provecho se le podría sacar turísticamente hablando a un pueblo zamorano de apenas 400 habitantes.

Pero Sara se puso manos a la obra y tanto ella, como su compañero Alejandro han tenido mucha tarea este verano. Gracias a los Fondos Europeos para el Reto Demográfico, han puesto en marcha un programa con varias rutas turísticas. Y es que, en la zona de Almeida "existe mucha afición al senderismo y al ciclismo", y también se han creado otra ruta en torno su recurso termal, ya que Almeida cuenta con un balneario, cuyas aguas fueron declaradas mineromedicinales de utilidad pública en 1908. Un plan de turismo, por tanto, basado en el mejor recurso de la zona: la naturaleza y todo lo que ofrece.

Pero como el verano es muy largo, estos dos jóvenes también han echado una mano al Ayuntamiento de Almeida "diseñando el programa de fiestas, haciendo una lista de servicios y comercios del municipio o localizando parcelas para la salud del municipio". Además, a Alejandro, poder trabajar en un Consistorio le ha venido bien para trabajar la especialización en Administración Pública de su carrera.

Tal ha sido el cariño que le han cogido a estos jóvenes en Almeida de Sayago, que Sara ha sido la pregonera de las fiestas de la localidad. Se han integrado completamente en el municipio y esta ha sido la forma en la que el pueblo les ha querido agradecer su labor.

También han estado muy atareados los cuatro becarios de Tábara. Misael, Macarena, Clara y Sara han podido descubrir el gran tesoro histórico que guarda la pequeña localidad zamorana. Cabe recordar que el Beato de Tábara es un códice hispano que data del siglo X, y es uno de los pocos que mantiene características mozárabes. Es, en parte, una copia del Beato de Liébana, iluminado con alrededor de 110 miniaturas de las que tan sólo ocho han llegado a nuestro tiempo.

Los cuatro jóvenes han podido ejercer de guías de turismo en el centro dedicado al preciado códice, han recopilado datos del mismo para publicaciones dedicadas a la obra, talleres con niños y un proyecto de videojuego educativo.

Pero, sin duda, una de las ideas más novedosas ha sido su recopilación de la memoria viva de Tábara. Estos estudiantes han abierto la puerta a que vecinos de la localidad, de más de 60 años, cuenten sus recuerdos y vivencias sobre el pueblo, para, posteriormente, elaborar un libro sobre Tábara. Una iniciativa muy curiosa donde unos jóvenes forasteros son los encargados de guardar y poner en valor la historia del pueblo al que han llegado para pasar tres meses. 

Un cambio de vida total

Aunque de diferentes lugares de España, estos nueve jóvenes están acostumbrados al trasiego de la vida en la ciudad. Todos ellos residen en ciudades como Madrid, León, Valladolid o Salamanca, y, algunos, jamás habían tenido una estancia tal larga en un pueblo pequeño.

Así que sus tres meses residiendo en localidades como Almeida, Fermoselle, Tábara o Bermillo ha sido todo un cambio para ellos. Del que, por supuesto, también han podido aprender, sobre que otro estilo de vida es posible. 

Javier cuenta que "la vida en los pueblos va a otro ritmo, todo es más tranquilo". También es más fácil meterte en una rutina, no necesariamente mala. "Al final, hablas con la misma gente, sales por los mismos bares, los conoces a todos y formas como un círculo de comunidad", explica. 

Por ejemplo, para sus compañeras de Madrid "ha sido extraño" no poder comprar cuando se quiera. En las ciudades es habitual tener tiendas 24 horas para cualquier imprevisto, pero en pueblos como Almeida de Sayago, "ir a comprar supone adaptarte al horario de la tienda del pueblo o tener que coger el coche hasta Bermillo o Zamora". Igual de sorprendente ha sido para ellas la compra del pan. "Eso de que el panadero pase a cierta hora por la puerta y si estás bien, y sino, no hay pan", explica entre risas. 

También ha podido vivir en directo cómo se transforma un pueblo cuando llega el verano. "Es increíble, cuando llegué en junio apenas había gente por la calle, y a partir de julio ha sido una locura. La población se multiplica y, a veces, los servicios que dan lo básico no dan abasto, porque no están acostumbrados a este nivel de gente", detalla.

Porque ese es otro asunto muy importante que han aprendido durante su estancia. Javier explica que "muchos amigos que viven en Madrid se creen que en los pueblos no hay nada, que están desiertos y no hay servicios de ningún tipo". Y, sí, lo cierto es que los pequeños municipios de Zamora acusan problemas con muchos de los servicios básicos: sanidad, telecomunicaciones o conexión a Internet; pero los tienen y no la España rural no es un erial. 

Y esta es la enseñanza, quizá, más importante que estos jóvenes se llevan consigo. La España rural es un lugar completamente válido para vivir. Que tiene potencial, ilusiones, ganas de prosperar, buenas materias a explotar; pero los servicios necesitan mejorar para asentar población. "Al final es un círculo vicioso: necesitan mejores infraestructuras y conexión para que la población se pueda vivir en los pueblos, pero no se invierte en ellos si la población no crece", detalla Javier. 

Estos jóvenes esperan que, este primer programa de Campus Rural "abra la puerta a que más compañeros puedan vivir nuestra misma experiencia y se cree un cambio de conciencia colectiva donde se entienda que todos necesitamos que se apueste por el mundo rural y desterrar mitos". Para Javier, por ejemplo, las ciudades "necesitan" a los pueblos de la España rural, "no podemos permitir que se mueran, primero porque son quienes abastecen a las ciudades; y segundo porque no se puede perder toda la riqueza natural, artística y cultural que albergan". 

Finalmente, Javier espera que el programa se mantenga y, el año próximo, más empresas privadas de Zamora se animen a participar y así hacer crecer este proyecto. "Creo que para ellas es un win-win. Pueden contar con jóvenes formados, a punto de licenciarse, durante tres meses, cuyo sueldo paga el Ministerio, y les pueden aportar muchas ideas nuevas, e incluso, dar con alguno de ellos al que ofrecerle un empleo permanente y que se quede en el pueblo", cuenta esperanzado.