Entre los 60 y hasta los 90 se decía que Zamora olía dulce nada más entrar. Como para no. Y es que durante treinta años la capital zamorana fue sede de uno de los imperios galleteros más importantes de nuestro país: el de Reglero. Esta familia de pasteleros artesanos erigió durante tres décadas la penúltima última gran factoría de la ciudad en pleno corazón de Zamora, concretamente en la avenida Portugal, a un paso del parque de La Marina. De esta próspera historia hoy queda la Confitería El esquiador, que recibe el nombre de la imagen corporativa más conocida de la familia galletera, y que mantiene vivo el recuerdo de una de las factorías más potentes que tuvo jamás Zamora.
Pero hay que remontarse mucho más atrás para encontrar los orígenes de la familia Reglero. El patriarca de la familia, Gregorio, llegó con su saber pastelero a Moraleja del Vino, donde plantó su primer negocio. Pero no fue hasta 1910 cuando este abrió su primera confitería en la capital zamorana, en la calle San Torcuato. Por aquellos tiempos, la docena de pasteles se vendía a cinco pesetas. Unas dulces tentaciones que la familia Reglero fue ampliando con sus ya inolvidables mayucas (que sobreviven a nuestros días), nevaditos, colombianos o pastas, hasta lograr la clientela suficiente para mantener hasta cuatro confiterías más en la capital zamorana y una quinta en Salamanca, con uno de sus hijos, Arturo, al frente.
Estas confiterías fueron la base de una floreciente industria agroalimentaria zamorana, por aquel entonces mucho más rudimentaria, que daba sus primeros pasos por la industrialización y que quería llegar lejos. Por aquellos años, Confiterías Reglero ya daba trabajo a medio centenar de zamoranos en sus establecimientos, si bien el gran salto de los Reglero fue, sin duda, la fábrica.
Así, durante los primeros años de la década de 1960, José Reglero (hijo de Gregorio) impulsó, junto a sus hermanos, la que sería la fábrica de su familia durante tres décadas. Esta permitió desarrollar una fabricación mucho más numerosa y veloz de los dulces tradicionales que habían catapultado ya a la fama a esta familia confitera. Y esta se ubicó nada menos que en la avenida Portugal, metida de lleno en el corazón de la ciudad.
Una factoría que llegó a emplear a unos 300 trabajadores, entre empleados de la fábrica y los conductores de la extensa flota de camiones, que repartían los dulces de Reglero por toda España. Y es que la fama de las mayucas, nevaditos, pastas y surtidos hicieron del apellido Reglero toda una insignia de la industria galletera, que convirtió a Zamora en el imperio galletero de los 60, 70, 80 y hasta los 90.
Caprichos de reina
Por estas mismas fechas, José también creó los Caprichos de Reina. Se trata de unos bombones artesanales hechos con frutos secos (almendras y piñones), huevos camperos, tocino de cielo y una cobertura de chocolate de gran calidad. Unos dulces completamente artesanos, que pervivieron en el corazón de los zamoranos durante décadas, ya que son parte de la historia de la ciudad las colas que se formaban en la misma avenida Portugal, a las puertas de la tienda que la factoría tenía allí mismo, para comprarlos.
Tal fue su fama, que el mismísimo José Reglero se presentó con una caja bajo el brazo a la reinauguración del Teatro Principal de Zamora, para la reina Sofía. El confitero no dudó en entregarle una caja de estas exquisiteces de café, almendra, piñones, licor de cereza, flan y turrón.
La marcha de Zamora y el declive
Según iba creciendo la fama y la producción de Reglero, que en las épocas navideñas podía llegar a duplicar sus encargos, también lo hacían los problemas para seguir operando en el centro de la ciudad. Zamora crecía, en habitantes, en viviendas, y en vehículos; lo cual provocaba que cada vez fuera más complicado mantener el trasiego de camiones y la actividad industrial en la avenida Portugal.
Así que, entre finales de los 80 y primeros de los 90, Galletas Reglero vendió la mayor parte de sus acciones a Industria Castellana de Alimentación, y trasladó la producción galletera al polígono industrial de Toro. Se acababa el olor a caramelo a la entrada de la ciudad. Se acabaron las colas para hacerse con sus deseados dulces. Y se acababa el trajín de conductores y camiones de un lado al otro de la avenida Portugal.
Ya en 1993, el Grupo Siro compró todas las acciones, pero mantuvo el nombre de Reglero en los productos que fabricaba. Y así se mantuvo hasta 2009 cuando el gigante Arluy adquirió las marcas de Reglero y Rio (Valencia), para introducirse en el sector del desayuno. Desde entonces, la marca riojana mantiene en su catálogo los nevaditos, el surtido de pastas, los barquillos, los colombianos; y como no, las mayucas.
Mientras, la fábrica permaneció cerrada durante más de diez años, hasta que en 2002 se decidía echar abajo la que fuera la mayor factoría de la capital, para construir las viviendas, garajes y locales comerciales que conocemos hoy en día. De hecho, en 2013, José Reglero hijo retomaba la tradición familiar abriendo la Confitería El Esquiador en uno de esos locales. Un nombre que procede de la primera imagen de marca que su padre utilizó tanto en el escaparate como en todos los envoltorios de sus ya míticos dulces.
José Reglero hijo retomaba, además, con su apertura la fabricación de esos Caprichos de Reina que tan famosos había hecho a sus antecesores. Y para la inauguración de su tienda hace ya nueve años, este pastelero tuvo la idea "recuperar" las pesetas con una promoción inicial, donde ofrecía una caja de estos bombones artesanos por cinco pesetas.