Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado liberaron el año pasado a 30 víctimas de explotación sexual en Castilla y León, de las cuales se demostró que nueve provenían específicamente de la trata de personas. Todo tras un total de 281 intervenciones administrativas a todo tipo de centros de trabajo, incluidos locales dedicados a la prostitución, en los cuales apenas fueron detenidos 18 de los explotadores sexuales.

Un dato numérico que la sociedad en general parece haber normalizado. Pero detrás de todas y cada una de esas cifras están mujeres reales. Personas atrapadas en un infierno de luces de neón, que nuestro ojo se ha acostumbrado a ver en las carreteras de nuestro país. Clubs, pisos, polígonos industriales o calles del extrarradio donde muchísimas mujeres están viviendo una situación completamente inhumana de esclavitud sexual en pleno siglo XXI

El cine, la literatura, la televisión y, ahora, las redes sociales llevan años romantizando la explotación sexual y tapando con un halo de normalidad basado en que "muchas lo hacen porque quieren, porque es dinero fácil". Pero la alarmante realidad es que decenas de mujeres cada año son engañadas en su país con un futuro mejor, para llegar a nuestra Comunidad y acabar encerradas, esclavizadas y prostituidas bajo fuertes amenazas. 

Laura es una de esas mujeres. Nueve años después de su inimaginable calvario, debe guardar su más absoluto anonimato y tiene cero contacto con cualquiera que pudiera haberla conocido en esa horrible época. El trauma de por vida que esto supone para ellas hace que deba ser así. "Al final lo que hemos pasado es algo muy duro, que no se lo deseo a nadie. Es una puerta que quedó completamente cerrada en mi vida. Lo principal es tirar para adelante, así que solo quiero eso", explica. 

Esta superviviente de explotación sexual ha accedido a contar su historia para EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León y cómo su experiencia le sirve ahora para ayudar a salir de ese infierno a otras mujeres en su situación en Zamora y Salamanca. Laura es una de las mediadoras de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp), cuya labor es la asistencia integral de las víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Su trabajo es llegar a otras mujeres víctimas de la explotación sexual para brindarles el apoyo psicológico, social, de empleo o cualquier otra cuestión que necesiten. 

Aprovecharse de los más vulnerables

Laura tenía 25 años y vivía en Ciudad del Este (Paraguay). Era 2014 y su situación económica era "muy mala". Tenía un empleo, por él recibía lo que al cambio serían unos 280 euros al mes. Un sueldo habitual en el país. Pero lo que también es habitual en Paraguay es que, aunque la asistencia médica es gratuita, no lo son todos los materiales sanitarios que los profesionales necesiten para tratarte. Es decir, que si el médico necesita guantes, medicinas, pruebas médicas o transporte, todo se paga aparte y no precisamente a un precio bajo.

Laura necesitaba una fuente de ingresos urgente para salvar la vida de su madre, cuyos gastos médicos diarios superaban el sueldo mensual en Paraguay

Así que cuando la madre de Laura enfermó gravemente, la joven se enfrentaba a facturas diarias de 300 euros, cuando su sueldo mensual ni alcanzaba esa cantidad. Absolutamente desesperada con su situación económica y, lógicamente, por el estado de salud de su madre, que llegó a ingresar en la UCI, Laura necesitaba una fuente de ingresos urgente para salvar la vida de su madre.

Con la gran cantidad de turistas que acuden a Paraguay, esta joven relata que "es habitual que existan personas que se dedican a hacer cambios de divisas en la propia calle e incluso préstamos personales". Fue a través de unos conocidos, que Laura conoció a uno de estos prestamistas que le ofreció la solución a sus problemas: trabajar como asistente de una persona mayor en España

"Como se dedicaba a eso y teníamos conocidos en común, creí ciegamente en esta persona", relata la joven. Y todo parecía ideal en un principio. Esta persona se encargó de absolutamente todos los trámites burocráticos para que Laura pudiera viajar a España. "Hicieron todo. Pasaporte, permisos, pasajes... Yo solo me encargué de preparar una maleta e ir al aeropuerto", explica. 

Eso sí, el día antes de embarcar hacia España, sus captadores la "prepararon" para las posibles preguntas de la Policía Nacional a su llegada a Barajas. "Ellos organizan todo para que parezca que entras al país como una turista", apunta. Incluso le prepararon una guía turística sobre todos los detalles de Madrid por si las Fuerzas de Seguridad de España le preguntaban.

Una preparación que a Laura no le pareció extraño en aquel momento por la escasa educación que se ofrece en su país. "No sabemos nada del exterior, ni cómo funcionan otros países, qué leyes tienen o cómo están las cosas con las entradas de extranjeros", apunta. Este tipo de bandas organizadas saben a qué países acudir para aprovecharse de las personas más vulnerables tanto por edad, como por condición económica y nivel de estudios, para que sean más fáciles de engañar. No en vano, según los datos del Gobierno de España, el perfil de las víctimas liberadas de las redes de trata de seres humanos para su explotación sexual son mayoritariamente mujeres de entre 23 y 27 años, procedentes de Colombia, Paraguay y Venezuela.

Una sala de fiestas

Una vez Laura consiguió entrar en Madrid fue trasladada a un hostal sin más explicaciones que "tienes que esperar aquí". No tenía ni un teléfono, ni un rostro conocido que le explicara nada de a dónde y con quién tenía que ir. "Era el encargado del hostal el que avisaba a las personas que me tenían que recoger y que me llevaron a Toledo", detalla.

En un país completamente desconocido para ella y sin conocer las distancias entre ciudades, Laura se ve en un coche camino a no sabe dónde. Pero, por primera vez, encontró a alguien en quien creyó que podía confiar: "En el coche a Toledo estaba una mujer que me habló en guaraní (segundo idioma de Paraguay), me preguntó si me encontraba bien, qué tal mi viaje y si había podido contactar con su familia, explica", detalla.

"Me preguntó si no tenía algo más cómodo para ponerme y quiso que me pusiera un vestido de fiesta"

Era muy tarde cuando Laura llegó a su terrible destino. Sobre las dos de la madrugada, ella y sus acompañantes llegaron al local de alterne donde pasaría los peores nueve meses de su vida. Aunque aún no lo sabía. Esa misma madrugada, la mujer que la había acompañado le indicó que se duchara y se cambiara de ropa. "Me preguntó si no tenía algo más cómodo y yo le respondí que sí, que tenía zapatillas de deporte". Pero no era eso a lo que se refería. La mujer quería que Laura se pusiera un vestido o una falda "como si fueras a ir de fiesta", apunta.

Pero no iba de fiesta. De pronto, Laura se encontró en "una especie de salón con luces y música" donde le indicaron que iba a comenzar a trabajar. La joven se asustó muchísimo porque ella estaba convencida de que su viaje a España era para cuidar a personas mayores. "Fue en ese instante cuando me di cuenta de que nada de lo que me habían prometido era real. Tenía mucho miedo", recuerda. Esa noche, Laura no se acercó a ningún cliente, pensando en que podía hablar con la mujer que la había acompañado y aclarar la situación. 

Al día siguiente, la joven paraguaya se acercó a esta mujer y al resto del grupo y les explicó que quería marcharse "porque no había venido para trabajar en una sala de fiestas". Y ahí comenzaron las amenazas que la atraparían en el prostíbulo. Sus captores la amedrentaron indicándole que había contraído una deuda de 4.000 euros con ellos que tenía que saldar. Los primeros 3.000 en concepto de pasaportes, permisos y billetes de avisón; y los otros 1.000 euros más por el trayecto. 

"Sabía que mi viaje no iba a ser regalado, pero me parecía una cantidad de dinero absurda e insistí en que me quería marchar", explica. Y ahí endurecieron sus amenazas. Aprovechando su máxima y absoluta vulnerabilidad y su total desconocimiento del país, la amenazaron con que la Policía española la detendría en cuanto pusiera un pie fuera del local, que "me encerrarían entre 60 a 90 días y que como no estaba en Paraguay, nadie podría ayudarme"

Sobre su primera vez: "Fue muy dura. Estuve tres días que solo lloraba, ni comía ni hacía nada más"

Nueve meses en el infierno

Nueve años han pasado desde que Laura viviera el peor de los infiernos, pero aún recuerda con mucho dolor esa primera ocasión en la que fue obligada a mantener relaciones sexuales por dinero. "Fue muy dura. Estuve tres días que solo lloraba, ni comía ni hacía nada más", recuerda. Fueron las propias compañeras del prostíbulo quienes le animaron a que pagara la deuda lo más rápido posible y así "en un mes podría ser libre".

Así que para intentar sobrevivir mental y físicamente a ese calvario se centró en cumplir la deuda. "Tardé 25 días en reunir todo el dinero", explica. Así que se fue directa a sus captores para que la dejaran marchar. Pero sus esperanzas volvieron a derrumbarse. La deuda es solo una excusa más para retener a estas mujeres contra su voluntad y explotarlas sexualmente. Estas redes de trata de personas se buscan mientras otras formas de seguir amenazando y coaccionando a las mujeres captadas. Y lo hacen con lo más íntimo y doloroso que se pueda imaginar: la familia.

Durante los 25 días que Laura intentó cumplir con su deuda lo más rápido posible, estos captores aprovechan para obtener información de sus familias y amigos en sus países de origen. "Estás todo el día encerrada con ellos, al final, hablas, cuentas cosas, saben de ti y se aprovechan de eso", apunta. Así que cuando Laura fue con su deuda pagada a por su libertad, las amenazas se focalizaron en su familia. "Me decían que podía pasarle algo a mi madre o a mi hermano y que yo estaba muy lejos de Paraguay para hacer nada", detalla. 

Las habitaciones estaban cerradas bajo llave, había cámaras de seguridad y un sistema de sonido para avisar de la llegada de la Policía

Así que no le quedó otra que continuar. Eso sí, intentó escapar en multitud de ocasiones, pero aquel prostíbulo era una auténtica cárcel. "Tenía un muro altísimo que no había forma de saltar, siempre estábamos en las habitaciones cerradas bajo llave, no teníamos nuestra documentación y estábamos controladas por cámaras de seguridad", recuerda Laura. Tanto es así, que el local tenía un sistema de sonido con el que avisar a las chicas cuando la Policía acudía al local para que todas se escondieran. 

Y es que, en el prostíbulo malvivían una treintena de chicas, en su mayoría paraguayas como Laura; que a su llegada se encontró con unas 15 que "tenían deuda como yo". Pero es que las que ya la habían saldado se encontraban "desde hacía mucho tiempo" amenazadas por otros métodos "sin que nadie les ayudara de ningún modo o les apoyara para poder salir. Es la clave de la explotación: una extrema vulnerabilidad", apunta. Por ello, para los captores era vital que todas ellas "saliéramos corriendo y no pudiéramos hablar con los policías cuando llegaban". 

Fin al cautiverio

Como decíamos, Laura es actualmente medidadora de Apramp y ayuda a otras mujeres a salir del infierno que ella misma vivió. Algo que se atrevió a hacer incluso mientras ella misma lo sufría y que le sirvió para salir de aquel prostíbulo de Toledo.

Laura había llegado a aquel horrible lugar en marzo de 2014 y fue en diciembre cuando sus captores trajeron a otra joven paraguaya "en muy malas condiciones". Según describe, su compatriota llegó prácticamente sin ropa, muy desmejorada y descalza en pleno invierno. La propia Laura se encargó de darle algo de ropa y productos de higiene para que pudiera asearse.

Pero, sobre todo, le dio el consejo que nadie le había dado a ella a su llegada: "No cuentes nada de tu vida, ni de tu familia, no te fíes de esta gente o lo usarán contra ti". Laura quería evitar que esta joven pudiera ser amenazada utilizando a sus seres queridos como había ocurrido con ella meses atrás. Algo que no gustó nada a sus captores, que se enzarzaron en una pelea con Laura y una de sus compañeras, y finalmente fueron expulsadas del prostíbulo.

Eran libres. Al fin, eran libres. Pero ni siquiera pudieron coger una sola de sus pertenencias. Ni ropa, ni abrigo, ni nada. Se vieron en pleno diciembre en la calle "con una mano delante y otra detrás". Y quizá fue coincidencia o quizá su intento de proteger a una de sus compañeras se vio recompensado por el karma, pero el caso es que, a las horas, un hombre que pasaba en su coche las vio pasando frío en la calle y las acogió en su propia casa. 

Fue en ese momento cuando Laura y su compañera conocieron a Apramp. La asociación se ecargó de explicarles cuál era su situación, cómo se llamaba eso que habían vivido y, sobre todo, de darles la protección y ayuda que tanto necesitaban. Esta organización sin ánimo de lucro se encarga de brindar acompañamiento jurídico, atención psicológica, un lugar donde vivir y ayuda con los servicios sociales a las personas que sufren este tipo de delitos. Un apoyo fundamental "para todo el recorrido que tenemos que hacer tras ese camino tan trágico". 

Apramp y su labor

Desde entonces, Laura trabaja como mediadora en esta asociación. Lógicamente se fue de Toledo y acabó en Salamanca, donde Apramp tiene la sede que se ocupa de dar apoyo a las personas explotadas sexualmente y víctimas de la trata con fines sexuales en las provincias de Salamanca y Zamora

La inclusión de Laura como medidadora forma parte de un programa de integración sociolaboral de las personas explotadas sexualmente, mediante el desarrollo de un proceso de orientación, recuperación y formación. El objetivo es que se incorporen a los equipos de su unidad móvil o tener una alternativa de inserción laboral en otros espacios en el ámbito de la mediación para que tengan una independencia económica que les permita desarrollar su vida en libertad.

Supervivientes de la explotación sexual como Laura son una ventaja muy importante para contactar con otras mujeres que aún se encuentran en esas redes de trata

Además, el hecho de que mujeres como Laura sean supervivientes de la explotación sexual supone una ventaja muy importante a la hora de contactar y tratar con otras mujeres que aún se encuentran en esas redes de trata. Por protección de su labor, la asociación no puede facilitar muchos detalles de las formas en las que contactan con esas víctimas, y más en provincias como Zamora donde "nos conocemos todos", apuntan.

Cabe recordar que Zamora aún tiene abiertos diez prostíbulos. Los dos de la provincia se sitúan en Alcañices y San Martín del Pedroso. Ambos en la frontera con Portugal, donde esta actividad está prohibida. Además, en Zamora capital se cuentan otros siete en el barrio de La Lana y el octavo en la rotonda hacia el corredor de Roales, en la N-630. Además, las Fuerzas de Seguridad del Estado en Zamora han identificado 68 pisos en los que se ejerce la prostitución en Zamora y Benavente, en lo que va de 2023.

Si bien, durante las II Jornadas de Trata y Explotación Sexual en Zamora, donde esta asociación y otras organizaciones de ayuda y lucha contra la explotación sexual participaron, se puso sobre la mesa la problemática que se encuentran a la hora de detectar este tipo de pisos. Un fenómeno que recorre todo el país y que se ha multiplicado sobremanera tras la pandemia del COVID, cuando muchos clubs de alterne cerraron. Durante este evento se recalcó la dificultad de dar con estos lugares, por su constante interinidad y por ser viviendas particulares que necesitan una orden judicial para acceder.

Desde esta asociación también indicen en que los propios ciudadanos pueden colaborar para erradicar este tipo de prácticas. Las Fuerzas de Seguridad del Estado cuentan con un teléfono anónimo, el 900 10 50 90; y un correo electrónico trata@policia.es, a los cuales se puede acudir si se sospecha de algún domicilio o negocio donde estén ocurriendo este tipo de delitos.

Las medidadoras

Por su parte, Apramp cuenta que las medidadoras que trabajan en Zamora, Salamanca y otras ciudades son de diversas nacionalidades y recorren calles, polígonos, prostíbulos, pisos y clubes intentando dectectar e indentificar a "mujeres y niñas que están siendo explotadas sexualmente".

Son medidadoras como Laura las que intervienen para intentar convencerlas de que salgan de allí y denuncien. Una primera mano amiga en mucho tiempo que las acompañan hasta "en sus declaraciones en comisaría". Pero la asociación también está ayudando después en todo el proceso de integración social, psicológico y econonómico. No olvidemos que se trata de mujeres que han sufrido maltratos de todo tipo, abusos, vejaciones, amenazas y, en muchos casos, violaciones. Por lo que su autoestima y confianza en los demás está destruido.

Laura destaca la importancia del papel de las mediadoras para ayudar a estas mujes explotadas porque "sabemos lo que están viviendo, yo he pasado por ello, las entiendo perfectamente y servimos para que vean que ellas pueden también salir como hice yo". Sin duda, una enomiable labor, fundamental para llegar a miles de mujeres en nuestro país que sufren a diario este tipo de delitos a manos de redes de trata.