La historia de Ronald Torres encarna la definición perfecta de lucha, tesón y ganas de salir adelante. Este venezolano de 49 años lleva absolutamente toda su vida buscando un futuro mejor, no solo para él y su familia, sino para los demás. Empresario de la restauración dedicó 14 años de su vida a la política, en oposición al gobierno de Nicolás Maduro y Hugo Chávez, para intentar cambiar las cosas en un país donde eso puede costarte la vida.
Tanto es así que hace un año tomó sus maletas, a sus (entonces) cinco hijos y a su joven esposa y puso rumbo a España para protegerlos. Y así acabaron en un pueblo de la provincia de Zamora de apenas 200 habitantes, La Hiniesta, en el cual su llegada supuso la reapertura del único bar del pueblo y del colegio local, que llegó al mínimo de alumnos exigido, gracias a la escolarización de uno de sus pequeños.
Un 11 de julio de 2022, Ronald, su mujer Roxana (26 años), embarazada de seis meses, y sus hijos de 24, 22, 18, 14 y 5 años, tomaron un vuelo de Venezuela a Madrid con unos pocos ahorros y dejando toda una vida en su país. Inicialmente, la familia pensó en asentarse en alguna ciudad grande, tipo Madrid, Bacelona o Valencia, pero "no podíamos permitirnos pagar los alquileres que se piden allá" sin conseguir antes un trabajo.
La familia Torres tuvo la suerte de contar con una amiga también venezonala y afincada en Zamora. Ella les prestó un hueco en su hogar para pasar la primera semana hasta conseguir su primer piso en alquiler. Aunque ya en ese momento se encontraron con el que ha sido su peor dolor de cabeza desde su llegada a España: el permiso de trabajo. Ronald critica férreamente las trabas y la tardanza para conseguir este documento vital en nuestro país. "Las autoridades españolas deberían revisar esto. Los ucranianos reciben el permiso de trabajo enseguida por su situación, pero los venezonalos, que sufrimos un tema humanitario tan delicado como ellos, tenemos que esperar meses y es un proceso enorme", se queja.
Roxana, Ronald y los hijos que llegaron con ellos y están en edad de trabajar tuvieron que esperar más de seis meses para recibir su NIE y luego otros seis meses más para conseguir el permiso de trabajo. Medio año de sus vidas en una familia con siete miembros, bebé a punto de nacer y sin poder trabajar de forma legal. Una situación más que desesperada para cualquiera que Ronald critica que el Gobierno de España permita que sea así. "No quiero justificar la delincuencia, pero sí pones a la gente en una situación así, sin poder buscarse un empleo y teniendo una familia pasando hambre o tú mismo llegas a situaciones desesperadas, incluso, a cometer delitos", explica.
También cree que esta demora hace que algunos empresarios se aprovechen de la situción irregular de otros inmigrantes y del propio Estado porque "si contratan irregularmente, primero que al trabajador le van a pagar menos; y segundo que no se paga a la Seguridad Social. Así que al final se está robando al Gobierno y al trabajador". Ronald pide que se agilicen estos permisos de trabajo, que no se pongan tantas trabas, y "si alguien comete un error o no se pone a trabajar por flojo, que lo deporten".
En el caso de Ronald y su familia tuvieron "la grandísima ayuda" de Cáritas, Cruz Roja y las CEAS. Este empresario recalca que "les debemos la vida, se portaron extraordinariamente" con ellos y fueron un balón de oxígeno para su delicada situación económica y vital hasta poder trabajar de forma legal. De estas organizaciones recibieron asistencia, comida y todo lo que necesitaron en ese momento, pero Ronald recalca que "no quería vivir de ayudas de ningún tipo, quería aportar en el Estado, pagando mis impuestos y trabajando de forma legal".
Se siente profundamente agradecido también con la Seguridad Social y la sanidad de nuestro país. Cree que los españoles no valoran lo suficiente la sanidad pública de la que gozamos. "Es extraordinaria, desde que conseguimos la cita para hacer el NIE, como solicitantes de asilo, ya entramos en la Seguridad Social y no pagábamos nada", detalla. Aunque él insiste en que "no había necesidad de que fuera así, porque queríamos trabajar cuanto antes y no ser una carga para los contribuyentes".
Su pequeño bebé, que ahora tiene seis meses, nació en el Hospital Virgen de la Concha y recuerda con mucho cariño ese momento. Del centro zamorano destaca que "tienen una profesionalidad increíble y en ningún momento sentimos desprecio por ser inmigrantes".
Huída de la represión en Venezuela
Ronald Torres fue político durante 14 años en el estado de Apure, al suroeste de Venezuela, es uno de los estado fronterizos con Colombia y su capital es San Fernando de Apure, donde nació. Comenzó en política "cansado" de apoyar con su dinero las campañas políticas de otros "y que cuando llegaban al poder lo hacían peor que el anterior". Así que decidió invertir su dinero en su propia campaña y llegó a ser secretario general de Acción Democrática, partido de oposición del gobierno chavista, y ejerció como gobernador del estado de Apure.
Y fue esa militancia suya frente al régimen la que acabó por destruir el trabajo y esfuerzo de su vida. Ronald era dueño de cinco restaurantes en Venezuela. Él y su familia tenían una vida más o menos buena, pero con el desmesurado aumento de la inflacción y las presiones a través de la República Bolivariana de Venezuela todos fueron bajando la persiana. "No llegan y te ordenan cerrar, pero sí te van persiguiendo con la propia autoridad hasta asfixiarte. Te mandan inspecciones casi a diario, Hacienda, Sanidad... Y buscan excusas para multarte y cerrar hasta que lo consiguen", detalla.
Un acoso que se extendió también a sus propiedades personales, algunas expropiadas, y lo que es peor, a su familia. Ronald recuerda que su mujer se encontraba estudiando en la universidad pública de la zona, donde "si iba en nuestro carro se lo rallaban y si intentaba tomar el autobús, no le dejaban subir por ser mi esposa, acusándola de que estaba en contra del Gobierno".
Ronald asegura que no tiene miedo y que, por él, hubiera seguido adelante con su lucha política, pero "no quería que mis hijos acabaran pagando un precio muy caro". De hecho, recuerda que en sus oficinas había marcas de disparos porque fueron atacados varias veces. Pese a eso, este empresario no pudo obtener el asilo político en España y su visado se expidió por razones humanitarias. Algo que tampoco entiende del Estado español, al que acusa que "solo llegan con asilo político los chavistas".
Y para poder llegar a España y sobrevivir unos meses, vendieron el apartamento donde residían, valorado en unos 200.000 dólares, por el que apenas pudo conseguir 20.000. "Con eso pagamos los pasajes para todos y hemos tenido un poco de dinero para vivir", recalca.
¡Oh, que guay!
Finalmente, su permiso de trabajo llegó el 27 de junio de 2023. Así que entrando el verano, Cáritas dio trabajo a Ronald en sus campamento en Sanabria. Algo temporal, pero que al empresario no le importaba porque "a eso vinimos, hacemos lo que fuera necesario".
De hecho, este expolítico asegura que en España "hay mucho trabajo, aunque para los extranjeros solo sean accesibles los trabajos peor remunerados y más costosos". Y advierte de que "es absolutamente necesaria la mano de obra extranjera, porque si nos fuéramos todos, a ver quién iba a hacer ciertos trabajos".
Ejemplo de ello es que tanto Roxana como varios de sus hijos buscaron también un trabajo en Sanabria para poder estar juntos durante el verano mientras Ronald trabajaba en el campamento. Y cuando Ronald terminó su pequeño trabajo con Cáritas, también se unió a su esposa en el campamento El Molino, donde ella ya estaba trabajando.
Una vez acabado el verano, Ronald pudo desarrollar la idea que le rondaba la cabeza desde su llegada a Zamora: abrir un restaurante. Así, el empresario se presentó a varias licitaciones de restaurantes rurales, hasta llegar a La Hiniesta, donde sí consiguieron la licitación. Su llegada a este municipio fue para ellos una auténtica bendición ya que tantos vecinos como su alcalde, Ricardo Casas, se volcaron en ayudar a esta familia en todo lo que necesitaron.
Desde la anterior responsable del bar, que le vendió el mobiliario de forma económica, a la diócesis de Zamora, que aceptó que la familia pudiera utilizar la antigua casa parroquial para vivir. Pero Ronald se emociona especialmente hablando del alcalde, con el que se siente "extraordinariamente agradecido, le debemos todo, es una persona increíble y se necesitan más gerentes como él".
También le llegó especialmente a corazón que algunos vecinos del pueblo se volcaran en sus hijos, de los que han estado muy pendiente y "hasta les han regalado unas bicicletas y al bebé una trona para sentarlo".
Con todo este apoyo de los vecinos de La Hiniesta, el bar-restaurante '¡Oh, que guay!' abría sus puertas el pasado 28 de agosto. Desde entonces, los vecinos de La Hiniesta han respondido estupendamente a sus nuevos hosteleros. "Tenemos clientes diarios que, no da para enriquecerse, las ventas son normales, pero aquí nos vamos a quedar porque queremos apostar por este pueblo", apunta Ronald.
De hecho, la familia Torres aspira a poder abrir un pequeño supermercado en la localidad para que los vecinos "puedan comprar lo básico" sino pueden o no quieren ir hasta Zamora. Un proyecto a futuro, que están tratando con mucho cuidado porque también son conscientes de que "la capital está a unos nueve kilómetros, la gente trabaja allí y sabemos que compran casi todo en Zamora". Su idea es empezar con "algo pequeño y modesto" como un servicio más para el pueblo.
La expansión del negocio
Apenas hace un mes que Ronald y su familia consigueron abrir este primer bar y el empresario ya pensa en su expansión. Su idea es ampliar el negocio hacia Zamora capital y abrir un segundo 'Oh, que guay!' a principios de año. "Mis hijos ya tienen experiencia en hostelería y durante el invierno hay muchos locales que se quedan vacíos, así que quiero alquilar alguno", explica. Para ello, Ronald va a vender lo poco que le queda en su Venezuela natal, un par de locales comerciales, coches y un apartamento.
Pero no acaban aquí sus ganas de seguir creciendo empresarialmente. Aprovechando que uno de sus hijos quiere comenzar a estudiar la formación de doblaje en Salamanca, Ronald está en búsqueda de otro local en Salamanca, para que el joven pueda trabajar y estudiar a la vez. "Quiero que tengamos en nivel de vida que teníamos en Venezuela, prefiero que tengamos nuestro propio sitio de trabajo, que no nos exploten 12 horas, y si vamos a estar todo ese tiempo que el beneficio sea para nosotros", justifica.
Ronald quiere hacer de '¡Oh, que guay!' una cadena de restaurantes, con un futuro crecimiento, ya sí, a las grandes ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia. "Ese es mi sueño", apunta. Su idea es que el único hijo que le queda en Venezuela, de 28 años, también venga a España con su esposa para hacerse cargo de uno de estos.
Y sobre la matriz del negocio, el bar de La Hiniesta, es consciente de que se trata de una licitación, que no es de su propiedad y que "al final, estás trabajando de alguna manera para el Ayuntamiento, porque su concepto es prestar servicio al pueblo". Aunque está muy agradecido al alcalde, quiere tener otras salidas para el futuro.
Eso sí, Ronald y Roxana se quedarán en La Hiniesta siempre que puedan renovar la licitación y van a poner todo de su parte para lograr "ser una referencia gastronómica en la provincia". El venezolano recuerda que mucha gente "se desplaza media hora o una hora" para disfrutar de las selectas carnes de Aliste o Sanabria a un precio razonable. Así que el empresario está en proceso de conviertir su establecimiento en una brasería "de calidad" que ofrezca estas carnes a unos pocos kilómetros de la capital.
Hace poco, Ronald consiguió la licencia como restaurante de un tenedor, y en un mes, espera "estar sirviendo menús con comida española y con un nexo de platos venezolanos". A esto se le sumarán las carnes a la brasa para los viernes, sábados y domingos, cuando terminen de adaptar la infraestructura. "Quiero que La Hiniesta sea referencia y en buena comida y atención, con vistas a clientes que vengan de Zamora para ampliar a los clientes diarios", explica.
Y como colofón del aterrizaje de la familia Torres en La Hiniesta está la recuperación del colegio del pueblo. Ronald explica que "con la cercanía a Zamora, muchos vecinos que trabajan en la capital escolarizan a sus niños allí, así que apenas había tres alumnos para el colegio". Pero con su llegada, el por entonces benjamín de la familia fue clave para poder recuperar el colegio. La Junta de Castilla y León establece unidades lectivas con un mínimo de cuatro alumnos, así que así fue como el pequeño de la familia hizo que el colegio de La Hiniesta volviera a la vida este curso.