Tras conocerse que Zamora volverá a ser sede de Las Edades del Hombre en 2023, junto a Oporto (Portugal), EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León ha querido echar la vista atrás para recordar la insólita y fascinante historia de la pieza central de la primera celebración de la magna exposición de arte sacro en la Perla del Duero, allá por 2001.
Bajo el título 'Remembranza', la muestra en la capital zamorana fue una de las más exitosas de la serie, que se inició en 1988. Según los datos de la época, Zamora superó el medio millón de visitantes (510.000) en los 200 días que duró la exposición. Según los datos de la época, Zamora superó el medio millón de visitantes (510.000) en los 200 días que duró la exposición
Entre las piezas más espectaculares de 'Remembranza', el comisario de la muestra Antonio Meléndez destacó en su día el Bote de Zamora, un píxide árabe de la época califal del siglo X, hecho en marfil de elefante, que alguna vez formó parte del tesoro de la Catedral de Zamora y que en ese momento se encontraba en el Museo Arqueológico Nacional.
Esta pieza está considerada como una de las joyas de los marfiles hispanomusulmanes más importantes de España por la finura en sus detalles y por su cuidada ejecución. Esta pieza fue especialmente admirada por la infanta Cristina durante su inauguración, quien dedicó unos minutos a admirar la pieza, la cual esconde toda una polémica nacional.
El descubrimiento
Aquel año 2001, los zamoranos celebraron la vuelta de lo que conocemos como el 'Bote califal' a su tierra natal desde el Museo Arqueológico Nacional. Sin embargo, la mayoría desconocía las circunstancias de su venta y que esta era solo el primer episodio de una serie de transacciones diocesanas que salpicarían todo el siglo XX.
El siglo XIX fue testigo de importantes descubrimientos patrimoniales en Europa, lo que contribuyó a la consolidación de los estados-nación y a disputas imperialistas. Mientras Francia e Inglaterra alardeaban de sus prestigiosos museos, España, siendo un estado frágil y dependiente, vio cómo muchos de sus tesoros patrimoniales terminaban en manos extranjeras debido a las guerras, saqueos y ventas de obras de arte.
La Guerra de la Independencia marcó un punto de inflexión con depredaciones y ventas de obras de arte, lo que llevó a una expatriación patrimonial que duró más de un siglo. A pesar de esto, esta dispersión contribuyó a que el arte español ganara reconocimiento universal.
El descubrimiento del Bote de Zamora se produjo durante las visitas que el matrimonio formado por el arqueólogo Manuel Gómez-Moreno y su esposa Elena Rodríguez Bolívar realizó a la provincia en 1903 y 1904 para la redacción del Catálogo Monumental de Zamora. Esta iniciativa estaba relacionada con el espíritu regeneracionista posterior al desastre del 98, que buscaba estudiar y catalogar el patrimonio para evitar su deterioro.
Durante estas visitas, se abrieron relicarios de la catedral, y entre las piezas descubiertas, María Elena Gómez-Moreno encontró el espléndido Bote califal, un tesoro inesperado que cambiaría la historia de Zamora. Este objeto, originariamente un joyero mandado labrar por el califa Alhaquén II para su favorita vascongada Zabh (Aurora), contenía piedras de los Santos Lugares. A pesar de que su existencia era desconocida, se registró en el tesoro de la Catedral en 1367, en el relicario después de 1436 y se inventarió en 1558 y 1578.
La venta
Los expertos J.I. Martín Benito y F. Regueras Grande explican en su trabajo 'El Bote de Zamora: historia y patrimonio', que el cabildo de la Catedral de Zamora, motivado por razones económicas y presiones externas, decidió enviar el Bote califal a una exposición de arte retrospectivo en Santiago de Compostela. La exposición atrajo la atención de anticuarios y coleccionistas, y Juan Lafora y Calatayud, un conocido anticuario madrileño, expresó un firme interés en adquirir esta valiosa reliquia, así como otras piezas.
La venta del Bote de Zamora y otros objetos antiguos de la Catedral se materializó en 1911. Esta decisión no se tomó a la ligera y estuvo acompañada de debates y controversias en el seno del cabildo. Hubo algunas voces disidentes, como la del arcipreste de la época, que argumentaba que no se había consultado a una persona imparcial y competente para determinar el verdadero valor de los objetos.
De hecho, el entonces obispo de Zamora, Luis Felipe Ortiz y Gutiérrez, recomendó que para proceder a la transferencia de los objetos antiguos, se solicitara la autorización del Papa. En aquella fecha, el deán aseguró que su Santidad había dado su venía para completar la transacción, con la condición de que la mitad del valor se aplicara a la fábrica de la Catedral y la otra mitad a la mesa capitular, al tiempo que se celebraran dos aniversarios por las personas que los habían donado, como finalmente ocurrió.
Redescubrimiento
Poco después de la venta del Bote de Zamora y su traslado a Madrid, un golpe de suerte cambió el destino de este tesoro. Corría un día de marzo, y en ese momento, Manuel Gómez-Moreno, padre de María Elena Gómez-Moreno, llegó a la Junta de Ampliación de Estudios en Madrid, donde tuvo un encuentro providencial con dos amigos arabistas, Julián Ribera y Miguel Asín Palacios.
Estos amigos le mostraron una copia de un letrero en árabe que alguien les había llevado para que lo tradujeran. Lo que hizo que este encuentro fuera extraordinario fue que Gómez-Moreno reconoció de inmediato el contenido del letrero: era la inscripción que se encontraba en el Bote de Zamora, explican J.I. Martín Benito y F. Regueras Grande en su publicación.
En este mismo estudio se detalla que Ribera y Asín Palacios compartieron con él que esta copia les había sido entregada por una persona conocida, cuyo nombre decidieron mantener en secreto, con la expresa instrucción de que Guillermo de Osma, un coleccionista y político destacado, no se enterara de ello.
Para Gómez-Moreno, la situación se volvió clara: el Bote de Zamora había salido de Zamora y estaba en manos de anticuarios cuyo propósito, sin lugar a dudas, era venderlo en Estados Unidos. Él sabía que el cabildo zamorano tenía un historial de intentar convertir en dinero las posesiones de la catedral, y tenía pruebas de esto. El temor de que el bote saliera de España lo impulsó a llevar la noticia rápidamente a Guillermo de Osma, quien, en su calidad de coleccionista y político, era la única persona con el poder y la influencia para evitar esta situación.
Polémica en el Congreso de los Diputados
La destacada posición política y cultural de Osma, así como sus relaciones especiales con Gómez-Moreno, explican por qué el estudioso granadino, a pesar de las advertencias de Ribera y Asín, se apresuró a comunicarle la noticia a Osma ante el fundado temor de que el Bote de Zamora fuera sacado de España.
Aunque Gómez-Moreno no logró localizar a Osma en persona, dejó una nota y luego buscó a Ribera para obtener el nombre del portador del letrero, que resultó ser un tal señor Gargollo, marqués de Valverde, a quien María Elena Gómez-Moreno describe como "coleccionista y chamarilero por lo fino," además de ser conocido tanto de Osma en el palacete de Fortuny como de Lafora en la Carrera de San Jerónimo.
Osma se puso furiosos una vez que leyó la misiva y conoció el nombre del interesado. Inmediatamente envió la noticia y una foto del Bote de Zamora al periódico ABC, escribió al nuncio, informó al presidente del gobierno, Canalejas, y a su líder de partido, Maura. Finalmente, telegrafió al gobernador y obispo de Zamora y preparó una intervención en el Congreso de los Diputados.
El Bote de Zamora llegó a las Cortes en un momento de máxima tensión entre la Iglesia y el Estado, conocido como la 'Ley del Candado' de 1910, y debido a otros escándalos relacionados con la enajenación del patrimonio eclesiástico. En este contexto, se debatió la venta de la pieza en el Congreso de los Diputados.
La 'Ley del Candado' o 'Ley de Desamortización de Bienes Eclesiásticos', fue promulgada por el gobierno de José Canalejas en 1910. La ley buscaba limitar la capacidad de la Iglesia para vender o enajenar propiedades sin la aprobación del Estado. Se le llamó 'Ley del Candado' porque efectivamente cerraba la puerta a las ventas indiscriminadas de bienes eclesiásticos. Esta legislación fue un punto de fricción entre la Iglesia y el Estado y, de hecho, contribuyó a la controversia en torno a la venta del Bote de Zamora.
Así, la controversia sobre la venta del Bote de Zamora se elevó al Congreso de los Diputados, donde Guillermo de Osma lideró la oposición a la venta y planteó si se había obtenido la autorización adecuada de la Santa Sede para vender el Bote de Zamora; o si el Estado tenía derecho de tanteo (derecho preferente de compra) en la adquisición de estos objetos patrimoniales antes de su venta a particulares.
Ante eso el presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, defendió la necesidad de proteger las riquezas artísticas y culturales de la nación. Argumentó que no podía permitir que las posesiones eclesiásticas se vendieran libremente, ya que esto podría llevar a la pérdida de valiosos tesoros culturales y religiosos de España.
Compra del Estado
Finalmente, las arquetas del Bote de Zamora fueron adquiridas por el Estado, y se depositaron en el Museo Arqueológico Nacional en 1911. Aunque el proceso de compra fue complejo y marcado por debates políticos y culturales, el Bote se convirtió en parte del patrimonio nacional. Este episodio resaltó la importancia de encontrar un equilibrio entre la protección del patrimonio y las necesidades económicas de la Iglesia. Además, sirvió como un recordatorio de la necesidad de regulaciones y leyes que salvaguarden el rico legado cultural y religioso de España.
Además, la compra de las arquetas del Bote de Zamora atrajo la atención internacional. Fue vista como un ejemplo de cómo un Estado podía intervenir para preservar su patrimonio cultural y religioso en un momento en que muchos países enfrentaban desafíos similares. Esto consolidó la reputación de España como defensora de su herencia histórica y cultural.