El Cencerrón y la Filandorra.

El Cencerrón y la Filandorra. J.L. Leal ICAL

Zamora

El Cencerrón y la Filandorra vuelven a hostigar hasta la saciedad al Ciego y al Molacillo en los Cencerrones de Abejera

Se trata de una popular mascarada zoomorfa, con un ritual simbólico de fertilidad agraria y femenina

1 enero, 2024 19:16

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Abejera (Zamora) vive con intensidad una de las obisparras más conocidas de la provincia, una mascarada zoomorfa con un ritual simbólico de fertilidad agraria y femenina.

La acción se desarrolla junto a la iglesia parroquial y la fuente, en la plaza del Fornico, con continuas luchas los dos grupos de protagonistas, interrumpidas por momentos de calma en los que el Ciego y el Molacillo cantan sus coplas en una zona donde hay esparcidas dos pacas de paja, el Gitano intenta vender sus abalorios y el Pobre pide limosna.

Una vez el alcalde concede la autorización, empieza la obisparra. El Gitano le muestra los papeles del burro que monta, con un diálogo improvisado; aparece el Ciego, casi cayéndose del burro, y el Pobre.

Acto seguido, salen el Cencerrón y la Filandorra, en medio de gritos, fuertes sonidos de cencerros y ceniza, y se dirigen a atacar al Ciego, quien intenta librarse mostrando una cruz de madera. Al final, el Molacillo y el Gitano, con un garrote y una tralla, respectivamente, evitan que se lleven al Ciego.

El Cencerrón luce una espectacular máscara demoníaca negra, con ojos rojos, cuernos de cabra y pieles que recubren la cabeza.

Después de un momento de calma, los protagonistas principales vuelven a provocar el caos y van a por el Ciego. La Filandorra echa ceniza a los espectadores y el Cencerrón intenta coger con las tenazas alguna pierna de los presentes.

Nuevamente, el Cencerrón y la Filandorra huyen y El Molacillo y el Ciego se sientan en la paja y cantan coplas sobre la actualidad del pueblo, acompañados por esquilas y un triángulo.

El esquema se repite durante toda la mascarada y termina en paz, como una chocolatada que disfrutan los habitantes del pueblo.