La Semana Santa de Zamora está llena de curiosidades y datos que siempre es bonito compartir con amigos, familiares y visitantes cuando se espera la llegada de nuestras procesiones favoritas. Esto podría ocurrir, por ejemplo, un Jueves Santo cualquiera si eres uno de los afortunados que ha cogido sitio en la calle Balborraz.
Y es que esa mañana se produce uno de los momentos más deseados de la Semana Santa de Zamora: la subida de la Virgen de la Esperanza. La talla más particular de la Pasión zamorana, por su aire andaluz, alejado de la sobriedad que emana el resto de cofradías, vive su momento cumbre cuando la talla asciende por la calle Balborraz, atestada de espectadores que contemplan con devoción el paso de la Virgen, admirando el esfuerzo de los cargadores mientras enfrentan la empinada cuesta antes de llegar a la Plaza Mayor.
Otro de los momentos cumbre de esta procesión es cuando sus damas y cofrades cruzan junto a ella el puente de Piedra, a primera hora de la mañana, desde el convento de Cabañales. Si bien, este 2024, las lluvias han obligado a suspender su procesión y solo se celebrará el final de la misma.
Precisamente es al final de la procesión cuando se produce otro momento imperdible de la Cofradía. En el atrio de la Catedral cofrades y damas cantan la salve a la Virgen con gran devoción, y este año con la tristeza de no poder haber acompañado a su imagen por las calles de Zamora.
Una interesante historia
La historia de esta Cofradía, que comenzó como Sección de Damas de la Cofradía de Jesús del Vía Crucis se remonta a 1948 cuando se introdujo esta imagen mariana en los desfiles procesionales de Zamora. Esta inclusión fue posible gracias a una reforma estatutaria promovida por la Junta Directiva de la Cofradía de Jesús del Vía Crucis y aprobada por el obispo Jaime Font Andreu el 18 de noviembre de ese año.
Lo peculiar de esta inclusión radica en la advocación de la Virgen de la Esperanza como una figura dolorosa en un contexto habitualmente asociado con la pasión. Contrariamente a esta asociación, la Virgen de la Esperanza es una representación de la Virgen embarazada, un símbolo de la "buena esperanza", más cercano al tiempo de Adviento que a la Pasión. Su festividad, celebrada una semana antes de la Natividad el 18 de diciembre, subraya esta conexión con el periodo previo al nacimiento de Cristo.
Los motivos detrás de la introducción de esta imagen en la procesión aún no están completamente claros. Sin embargo, su llegada marcó una ruptura artística de los arquetipos plásticos que prevalecían en la Semana Santa zamorana de la época. Este cambio estético no pasó desapercibido y generó acaloradas discusiones sobre la dirección que debería tomar la estética procesional en Zamora.
Para financiar esta obra, la Cofradía de Jesús del Vía Crucis obtuvo un donativo de veinticinco mil pesetas gracias a las gestiones del tesorero Gerardo Prieto Madrigal con el subsecretario nacional de trabajo, Carlos Pinilla Turiño, zamorano de corazón. Con estos fondos y el objetivo de encontrar un escultor adecuado para la tarea, la Cofradía se puso en contacto con una selección de renombrados escultores, entre los cuales se encontraban Enrique Benlliure, Ramiro Gutiérrez de la Vega, Juan Cristóbal, Enrique Pérez Comendador, Miguel Ferrons Abel, José María Benito Vives y Víctor de los Ríos.
A través de una carta formal, la Cofradía expresó su firme intención de encargar una obra en la línea de la Virgen de la Esperanza de Sevilla, pero con un estilo más afín al contexto "castellano". A pesar de esta sugerencia de estilo, que en sí mismo es una noción amplia y algo abstracta, y sin especificar requisitos concretos de obra previa, varios de los artistas considerados para el encargo contrastaban con las preferencias manifestadas por la hermandad.
La inclinación de la Cofradía apuntaba hacia escultores con experiencia en la creación de obras estatutarias y con influencias de la zona central del país, es decir, con un enfoque más "castellano", excluyendo de facto el trabajo de los imagineros, aunque la solicitud fuera para una imagen de bastidor, una tarea más asociada tradicionalmente con los imagineros de Andalucía.
El diseño
A pesar de la variedad de opciones, en la propia web de la Cofradía se indica que la elección de Víctor de los Ríos como escultor pudo haber sido premeditada, respaldada por la influencia de Carlos Pinilla Turiño. El resultado fue una espléndida imagen de 1,70 metros de altura, con brazos y cabeza articulados, coronada con una corona de plata elaborada por el joyero local Bautista García Sánchez.
Pero el espéndido diseño de la imagen no terminaba ahí. El manto de terciopelo verde que adornaba a la Virgen fue bordado por las habilidosas manos de las religiosas franciscanas del convento de Santa Marina de Zamora en 1962.
Este manto estaba enriquecido con una greca de hilo de oro y, lo más destacado, trescientas cincuenta y una estrellas bordadas a mano. Cada una de estas estrellas fue donada por devotos, cuyos nombres quedaron grabados en el reverso del manto, ocultos por el forro.
El 21 de septiembre de 2010, la Virgen de la Esperanza fue oficialmente erigida canónicamente por el entonces obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán. Este gesto marcó una transformación en la Semana Santa de Zamora, convirtiendo lo que antes era la Sección de Damas de la Virgen de la Esperanza, parte de la Cofradía del Vía Crucis, en una entidad independiente y reconocida dentro de la comunidad religiosa zamorana.