Tenía ganas de saludar a mi entrañable amigo Paco, a quién visité en el hospital a raíz de un traicionero ictus que lo dejó un tanto maltrecho. Ahora se recupera lentamente y aunque le falla “un cuarto delantero y otro trasero”, -en términos taurinos- se vale con un bastón, pero la cabeza le funciona como cuando era joven.
¡Y con quien mejor hacer la visita gastronómica y de amistad que con el benjamín de la familia!
Mi hijo Alberto, que trabaja de cocinero en Barcelona, laboró con Paco en sus inicios en la cocina marchando posteriormente a la Ciudad Condal. Ahora se encuentra en Valladolid disfrutando de unas cortas vacaciones, y con él fue con quien compartimos mesa y mantel, junto a nuestro Paco “Criollo”.
Y los tres hablamos de lo divino y de lo humano. Ellos dos iniciaron la conversación sobre gastronomía y los grandes cocineros: Aduriz, Arguillano, Joan Roca, Arzac, Berasategui, etc. Todos ellos conocidos ampliamente por ambos, sobre todo por Paco. Aunque Alberto no le anduvo a la zaga, ya que ha trabajado con los Roca en el Hotel OMM, ahora Sir Víctor, y cocinado más de un almuerzo a esos grandes artistas de la culinaria.
Luego entró en conversación la materia taurina, -no podía faltar- porque Paco y un servidor tuvimos el placer de retransmitir por Antena 3 de Radio varios festejos taurinos en las ferias de Oviedo, Valladolid y Soria, con mi admirada Esther Terreros de directora en la capital que atraviesa el Duero.
Fueron años deliciosos que obviamente no volverán en el plano taurino, pero sí en el plano personal y de ocio.
Y salieron a colación las maravillosas tertulias taurinas de La Criolla, donde se reunía la flor y nata del mundo taurino de aquella época. Y los coloquios a través de Antena 3 de Radio y Cadena SER en las fiestas pucelanas de San Mateo. Sin olvidar la presentación de mi libro “Roberto a secas”, allá por 1992.
Mientras conversábamos, fueron desfilando los manjares “criollos” con entrantes como unas gambas blancas de impecable presentación y mejor comer. Luego nos llegó un recipiente de almejas al ajillo, donde mojamos pan con ganas, rematando con un solomillo al foie con manzana. Paco tomó una ensaladilla, aunque picó algo de lo citado.
Agua para el restaurador, Alberto tomó un par de copas de un Ribera (Rodero) y un servidor, fiel a la costumbre, Cigales con gas.
Los deliciosos helados vinieron a endulzar un almuerzo ya de por sí dulce por los recuerdos. La sobremesa duró hasta pasada la hora Lorquiana.
En fin, una deliciosa velada. Sobre todo, por ver a Paco más repuesto y con la esperanza de que, a sus casi setenta abriles, lo veamos plenamente recuperado.
P.D.: Ánimo, Paco. Nos vemos pronto con “La Fuga” para homenajear a nuestro amigo Félix, la mitad de Candeal.