La hostelería zamorana llora la muerte de Agustín Martínez Bueno
Quinto de una familia labriegos de seis hijos, Agustín veía la luz primera en Zamora, en Villalba de la Lampreana, su pueblo pequeño siempre en las entrañas, la cuna de la que presumía orgulloso y que se emocionaba contemplando en la distancia en la pantalla del móvil cuando desde el terruño le enviábamos su estampa perdida entre las suaves lomas del paisaje.
Posteriormente la vida le daría otro hermano, no de sangre pero sí de corazón: el torero salmantino Pedro Gutiérrez Moya, «El Niño de la Capea», el maestro, con quien tantos kilómetros y vivencias ha compartido a este y al otro lado del Atlántico. Con él mantenía viva su afición taurina y era habitual verlo en las plazas y en la Feria de septiembre en La Glorieta, en Salamanca, siguiendo ahora por las plazas a los toreros de la familia, a Pedrito y a Perera, cuyos triunfos celebraba como si fuesen suyos propios, así como los de Domingo López Chaves, cuya carrera impulsó en sus inicios.
El alma del Ercilla
Símbolo y motor del Gran Hotel Ercilla tras su matrimonio con Mariam Anasagasti, Agustín Martínez Bueno pronto demostró que su increíble capacidad de trabajo y su avispada cabeza eran capaces de lograr cuantas metas se propusiera en la vida, con disciplina y dedicación. Probablemente su más exigente juez siempre fue él mismo.
Así, esa gran casa que es el Ercilla se convirtió con los años en el epicentro de la vida social y cultural de Bilbao.
Toreros, actores, artistas y políticos de distintos signos pactaron entre sus muros, incluso salvando las difíciles circunstancias del País Vasco. Vinieron después las excelencias del restaurante Bermeo o las tertulias en el López de Haro, consolidando un grupo hostelero de referencia en toda España. No hay celebración que se precie en la capital vizcaína que no discurra entre sus muros.
El periodismo
Sin perder jamás de vista su origen zamorano, apegado al terruño y a la sangre, Agustín Martínez Bueno supo hacerse un hueco en el mundo del periodismo al que arribó con sólo 15 años, al llegar a Bilbao, desde abajo, para despues cursar los estudios y ascender a jefe de sección en su querido Correo Español del Pueblo Vasco, El Correo de toda la vida, su otra casa, donde todo apuntaba a que un día ocuparía el despacho del director.
El amor de Marian
Pero el amor cambió sus planes, cuando conoció a su inseparable compañera de vida, Marian Anasagasti, hija del propietario del por entonces recién inaugurado hotel. Es entonces cuando Agustín se pone al frente lleno de dudas y sin experiencia, para terminar convirtiéndolo en el buque insignia de la hostelería en Bilbao y en una referencia nacional.
Su espíritu inquieto, sus ganas de aprender siempre, su trato amable y cercano con todos, consolidaron el hotel como un punto de encuentro de las grandes personalidades del siglo XX y XXI. También es ya obligado, para quien visita la Aste Nagusia, acudir a las puertas del Ercilla para ver salir a pie a los toreros que van a jugársela a Vistalegre como héroes de otro tiempo. Surgen así los prestigiosos Premios Ercilla de Teatro y de Tauromaquia, que cada año se otorgan a los más destacados profesionales de las artes escénicas y de los ruedos.
Con Marian, esa pequeña grandísima mujer, supo también formar una familia de tres hijos –Cayetana, Álvaro y David– fruto de un amor a prueba de bombas por el que algunos en su momento no apostaban y que se ha mantenido vivo hasta el último día.
Gran empresario
Su mirada clara, franca y transparente, azul como los cielos de Zamora; su sonrisa eterna, incluso en los últimos años en los que la enfermedad limitaba su vida, aunque siempre la llevó con absoluta discreción; su talante abierto con todos; su generosidad y su paisanaje con los zamoranos que se hospedaban en el Ercilla; su proverbial sentido común, su capacidad de soñar y, sobre todo, los lazos que nunca rompió con su tierra y su origen humilde, hacen que hoy sea un día triste para la hostelería, que pierde a uno de sus personajes más emblemáticos, y también para Zamora, que pierde a uno de sus hijos más brillantes.
Agustín Martínez Bueno ha sido reconocido en vida como uno de los empresarios más brillantes de España y del País Vasco y sería innumerable traer al papel los galardones y distinciones que han jalonado su vida profesional.
Pero por encima del empresario, hoy queremos recordar al hombre siempre preocupado por los suyos; el hijo pendiente en todo momento de Yayita, su madre, que reposa para siempre en la tierra de Villalba; por su hermana Tina, que hace unos meses acudía desde Bilbao a pedirle a la zamorana Virgen del Tránsito salud para Agustín, ya muy enfermo; a su hermana Teresa, que mantiene firmes sus raíces en Zamora, cuyo amor cavó también firmes las propias raíces de Teresa y Rocío, sus sobrinas, su familia zamorana, su vínculo permanente con esta tierra.
Agustín se ha codeado con los más grandes, pero nunca renunció a dejar de ser aquel chaval de 15 años que se fue a Bilbao a comerse el mundo, a abrir los cinco sentidos a la vida. Allí encontró el amor y creció como empresario y como hombre, como esposo, como padre y como abuelo. Hoy sus ojos azules se han cerrado con tanta vida y deber bien cumplido y el mundo se irá a la cama más pobre, más triste, con la partida de un ser excepcoonal, pura energía, pura vida.
Cedido por Hostelería en Zamora