Nacer antes de tiempo bajo la sombra del COVID
S. Calleja / ICAL
La dimensión de la pandemia del COVID-19 ha provocado una revolución en la organización de los hospitales, donde la primera ola cogió por sorpresa a un sistema que ahora parece mejor preparado. La entrada masiva de enfermos por SARS-CoV-2 en las ucis y en las plantas hospitalarias alteró y sigue alterando el día a día de los centros donde la esperanza se mantiene viva por cada paciente que sale, pero se nubla por cada uno que muere. Y en estos lugares, donde ya han fallecido más de 3.500 personas en Castilla y León, hay otra luz, la de los niños que nacen y la de aquellos que quieren llegar al mundo antes de tiempo, antes de las 37 semanas de gestación: son los prematuros, para los que la mejor medicina es el contacto piel con piel y la lactancia materna.
En medio de la oleada, con las restricciones de visitas y accesos a los hospitales y a falta de protocolos de humanización, los primeros en sufrir la falta del calor humano fueron estos niños, aunque por poco tiempo. Al menos en la Unidad de Neonatología del Hospital Universitario Río Hortega, donde las restricciones por el COVID-19 afectaron a la reorganización, como en todos los servicios de pediatría, pero no a la base, al calor de los padres y a la lactancia, ya que los progenitores son parte del tratamiento y la leche materna está considerada como una medicina vital.
Así de claro lo tiene la responsable de la Unidad de Neonatología del Río Hortega, Sonia Caserío, quien reconoce que fue fácil convencer a la dirección del centro de la importancia de garantizar este vínculo, aunque han tenido que ser imaginativos pues el COVID-19 también tiene sus repercusiones en el área neonatal.
Por encima del coronavirus se logró en la primera ola y se consigue en esta segunda asegurar la atención centrada en el paciente y la familia, de modo que prima mantener el binomio hijo-madre, incluso cuando ésta esté contagiada. “Está más que demostrado que cuanto más tiempo pasan los bebés con los padres mejor, y el valor que ello tiene en el desarrollo emocional y psicológico”.
Caserío defiende las recomendaciones de la OMS de no separar a la madre y al hijo tras el parto, puesto que, aunque todavía es necesario investigar más, a priori la afectación del COVID-19 en el bebé es leve o inexistente, como ha demostrado también la experiencia en el Río Hortega, donde ha habido cuadros de madres con sintomatología leve o asintomáticas que, aisladas en una habitación con su bebé sano, han podido permanecer juntos con las medidas habituales de higiene de manos y uso de mascarilla para evitar la transmisión.
“Al principio de la epidemia estas medidas no estaban tan claras, pero tanto la OMS como diversas sociedades científicas occidentales vieron que la transmisión se puede mantener controlada y que es viable mantener el vínculo y la lactancia”, precisa la doctora.
En el caso de cuadros clínicos graves, donde es necesaria la separación, o en el de familias que tuvieron que estar aisladas, la unidad tuvo que reinventarse y tirar de las nuevas tecnologías, como las videollamadas, que suplen el poder ver al bebé en directo y enriquecen las llamadas de los profesionales para informar de la evolución del prematuro: “Hemos tenido que ser imaginativos. Esta pandemia ha puesto de manifiesto debilidades, como una deficiente infraestructura para separar a las familias de los distintos bebés porque las unidades son pequeñas y ha dificultado cómo organizar las visitas para evitar que los padres estén pegados”.
Si bien, la unidad se ha mantenido abierta las 24 horas, pero restringida para otros familiares, como los abuelos y hermanos. Y aunque en algún momento ha habido alta ocupación, siempre ha podido entrar algún padre a la hora deseada y el tiempo necesario.
Además, se ha respetado la lactancia materna, de modo que madres aisladas se extraían la leche y cuando ha sido posible la han llevado al hospital, algo que fue más complicado en la primera ola, y en su defecto lo han hecho para cuando se reiniciara el amamantamiento. También, se ha recurrido al Banco de Leche, en especial en prematuros enfermos.
“Hemos sido una isla dentro del hospital; y hemos logrado mantener la normalidad previa a la pandemia, porque en niños prematuros los padres no son una visita, son parte del tratamiento”, sentencia la responsable de la Unidad de Neonatología del Río Hortega.