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Santiago Castro “Luguillano”, un torero de Valladolid para la historia (3ª)

4 febrero, 2021 22:05

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La alternativa


Ya dijimos que ese año de la alternativa, (1964) su apoderado le había firmado 13 novilladas, cinco de ellas en Madrid y las citadas de Valladolid y Sevilla unos días antes del doctorado, por lo que su preparación fue intensa de cara al gran compromiso de Castellón el día 2 de agosto de 1964.

“Luguillano” recuerda los preparativos de lo que sería una triunfal alternativa, además de ver cumplido su sueño:

Para mí -comenta Santiago- supuso uno de los grandes momentos de mi vida, torear c on el maestro Antonio Bienvenida, que fue mi padrino, y de testigo otra figura como César Girón fue el colmo de los gozos y encima salí airoso y triunfante.


 Me había preparado a conciencia porque sabía, modestamente, que iba a triunfar. Necesitaba el triunfo, confié en Dios y lo conseguí

Confirmación en Las Ventas


Un 12 de octubre de ese mismo año llega la confirmación del doctorado con toros de Arellano y Gamero Cívico, de muy mal juego -dos de ellos fueron condenados a banderillas negras-. Sus compañeros de terna fueron “Orteguita” y “El estudiante de México”. Por delante el rejoneador Bohórquez con un toro de Castillejo de Huebra.

Y de nuevo, Santiago se lamentó que fue otra temeridad ir a Madrid tan reciente la alternativa. Estaba muy nuevo. Al menos había que haber esperado un año. Nos declaró cariacontecido.

Ese año, entre la alternativa y la confirmación, Santiago toreó dos tardes en la feria de Valladolid. En una de ellas cortó las dos orejas y el rabo, lo que le valió el prestigioso trofeo “San Pedro Regalado”, instituido en 1952, siendo el primer diestro vallisoletano que lo consigue. La temporada se cerró con siete corridas.


La cornada que lo apartó del toreo cuatro años más tarde


Y de nuevo en Las Ventas con menos de un año de alternativa. En los inicios de la nueva temporada, un 18 de abril, un toro de Salvador Guardiola le infiere una gravísima cornada de veinticinco centímetros en el muslo izquierdo, que afecta seriamente al nervio ciático y cuyas consecuencias se dejaron sentir con el paso del tiempo.

En este pasaje Santiago se pone muy triste porque revive aquellos momentos tan alarmantes y delicados del día después como él nos cuenta:

Una vez operado me trasladan al Sanatorio de Toreros y al día siguiente me visita mi apoderado para decirme que “va a buscar a otro torero porque yo no puedo continuar”. ¡Se me cayó el alma a los pies!

Luego, -prosigue Santiago- me visita mi tía, que era enfermera, y me dice que le había preguntado a los médicos que me operaron y la contestación fue ¡Ha quedado cojo! Los médicos me dicen que no vuelva a torear…


Tras el percance de Madrid permanece sin torear más de cinco meses y sin ir a Madrid dos años y medio. Tras recuperarse, vuelve a coger los trastos y se mide en Figueras donde recibe otra cornada. Siete corridas toreó ese fatídico año de 1965, seis en el siguiente y ninguna en Madrid. Lo habían borrado de la lista de Las Ventas.

Vuelvo al Sanatorio de Toreros y me dicen con amenazas que me prohíben torear. Así de tajantes y que si vuelvo a caer herido no me atenderán en el sanatorio

La memorable tarde del 29 de septiembre de 1967


Ya hemos comentado las tres puertas grandes consecutivas en la temporada más importante de la carrera de Santiago Castro “Luguillano”: 6 y 27 de agosto y 29 de septiembre de 1967. Siete orejas y tres salidas a hombros. Un récord hasta entonces desconocido y que sólo fue batido por César Rincón en 1991.

Pero Santiago incide con su habitual entusiasmo y su reconocido catolicismo:  Es mi amigo y asesor, Federico Sánchez Aguilar, quien intercede en Las Ventas para que me pongan. Y me ponen. Las dos primeras tardes corto tres y dos orejas, y en la tercera tarde, la del 29 de septiembre, fue apoteósica tras el mano a mano entre “El Puri y yo con una de Aleas. El cortó una oreja y yo dos, pero al primero de mi lote que tenía más mérito. Federico me diría: “Santiago, no es suerte, es algo más”. Luego, con el paso de los años, me diría: “ese algo más es el de arriba”.

Cuenta Santiago un hecho que, tras el impacto de Las Ventas, hubiera sido trascendental en su carrera.

Me llamó Chopera, quién junto a Balañá, habían decidido apoderarnos a El Puri y a mí ofreciéndonos 40 corridas para la temporada de 1968 en manos a manos. Pero al final, “El Puri” tenía el compromiso de una película y la idea no cuajó. Ese año y el siguiente me apoderó Chopera toreando unas 20 corridas. Hasta que en el 1969 tuve que retirarme porque la pierna ya no me respondía. 


 

“Las cornadas no te dejan pensar”


Es una frase que se me quedó durante las horas de charla con Santiago. Y es que el valiente diestro de Mojados había aprendido la técnica del temple y la despaciosidad con el maestro Ordóñez y su perrillo “Chamaco”, pero también había aprendido a pegarse arrimones tras las amargas experiencias de las cornadas.

Santiago lo analizaba de esta forma: Fue de ver a El Cordobés que se arrimaba y siempre salía triunfante. Yo, sin embargo, hacía el toreo puro, despacio y recibía más leña que nadie. 


Así que hubo una época en que opté por arrimarme y a la vez torear puro. Aquello me sirvió 

Díaz - Cañabate, escritor costumbrista y crítico taurino en “El Ruedo” y ABC escribió de Santiago que era “un torero que realizaba eso tan difícil de admirar en los ruedos que es la perfecta ensambladura de un toro y un torero, merced al temple, la armonía y el ritmo”. Casi nada.

En el capítulo de curiosidades, Santiago nos comentaba que, según los datos de la Seguridad Social, tiene en su haber un total de 177 actuaciones entre las temporadas de 1960 a 1969, lo que da una suma de casi 20 festejos por año.