El Cristo que habló a Gregorio Fernández
¿Dónde me miraste que tan bien me retrataste? Sobrecogido, Gregorio Fernández ultimaba los últimos trazos de su Cristo Atado a la Columna y una voz profunda le preguntó en un susurro desde el interior de la madera. El imaginero castellano, no se arredró y volviéndose a la talla que acababa de dar vida respondió devoto: “Señor, en mi corazón”. Año del Señor de 1616 y desde entonces sigue conmoviendo a creyentes y no creyentes el realismo de esta talla realizada por encargo de la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid, una de las más antiguas y también una de las más numerosas de la ciudad, actualmente con más de 1.300 hermanos.
Para el alcalde-presidente de la cofradía Santa Vera Cruz, Daniel Domínguez Repiso, el ‘Cristo Atado a la Columna’ es, sin duda, la obra culmen de artista gallego, aunque deba compartir devoción con La Dolorosa, imagen que fue separada en el año 1745 del paso del Descendimiento, obra también de Gregorio Fernández, y que ahora ocupa el altar mayor de la iglesia de la cofradía.
Para Domínguez Repiso, la leyenda de la conversación entre Jesús y Gregorio Fernández es una muestra de la espiritualidad del artista, un personaje de fuerte convicciones religiosas que utilizó el obligado ayuno cuaresmal como fuente de inspiración divina para sus obras.
El realismo del ‘Cristo Atado a la Columna’ se manifiesta por un rostro de gran belleza, con una barba partida en dos puntas típicas de los Cristos de Gregorio Fernández. Además, tiene ojos de cristal en forma convexa, dientes de marfil y uñas de asta de toro. De forma especial destaca la espalda, casi toda convertida en una llaga y en la que el maestro nutilizó el corcho para dar mayor realismo a los coágulos de sangre.
El Cristo Atado a la Columna permanece todo el año en la iglesia de su cofradía, si bien su encargo de procesionar está atribuido desde 1920, cuando la Santa Vera Cruz decide crear las cofradías gremiales, a la Hermandad Penitencial de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna. El Martes Santo, la hermandad mira a su raíces y minutos antes de sacar su Paso se celebra una breve ceremonia en la que pide permiso a la Vera Cruz, su madre, para procesionar la talla por Valladolid.
La Santa Vera Cruz es una de las cofradías más antiguas de la ciudad y su origen se remonta al principios del siglo XV, aunque el primer documento que demuestra su existencia y que se conserva en el Archivo Municipal, data de 1498. Según explicó Domínguez Repiso, se trata de una solicitud al Ayuntamiento para colaborar en la construcción de un humilladero en la "puerta del campo", lo que ahora es el paseo de Zorrilla, para servir de lugar de oración y penitencia a los devotos vallisoletanos.
Historia
Gregorio Fernández (Sarria,1576) llegó con 24 años a Valladolid, al taller de Francisco del Rincón, el escultor más valorado del momento, aunque no se sabe si como oficial o asociado. En el 1605, ya separado de Francisco del Rincón, aparece con taller propio en la calle del Sacramento -actual Paulina Harriet-.
En el año 1610 talla su primer Cristo Yacente por encargo de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, primer Duque de Lerma, valido del Rey Felipe III, que luego regalaría al convento de San Pablo. Desde entonces, los encargos van en aumento, su taller se queda pequeño y compra la casa taller que había pertenecido al escultor Juan de Juni, en la Acera de Sancti Spiritu -actual paseo de Zorrilla-. Gregorio Fernández murió en Valladolid el 22 de enero de 1636 y fue enterrado en el convento del Carmen Calzado.
Hubo que esperar muchos años para que el artista recibiera un reconocimiento de su ciudad adoptiva pero, al menos en el año 1986, al cumplirse el 350 aniversario de su muerte, el Ayuntamiento, acordó por unanimidad nombrar al singular artista ‘Vecino de honor de Valladolid’.