El yin y el yang: esperanza y tristeza al otro lado del teléfono
Marta Robledo González (Valladolid, 45 años) es una liberada sindical de CSIF, enfermera de Atención Primaria del Área ESTE, que ha trabajado durante 16 años en el ámbito sanitario, entre otras, en la Unidad de Neumología del Hospital Río Hortega de Valladolid.
Esta vallisoletana no dudo en ofrecer su mano y esfuerzo en los primeros meses de pandemia, cuándo la COVID-19 nos dejó a todos fuera de juego y sin apenas margen de maniobra ante una auténtica oleada de contagios y muertos.
Charlamos con ella que estuvo al otro lado del teléfono COVID entre abril y junio en el Centro de Salud del Barrio España y nos cuenta unas vivencias que le han dejado marcada para el resto de sus días.
Pregunta. ¿Cómo y cuándo le informan de que se va a ocupar de recibir las llamadas que llegan sobre el COVID-19?
No dudé ni un momento en incorporarme a la actividad asistencial
Respuesta. Soy enfermera liberada sindical de CSIF. En cuanto vi la situación en la que nos encontrábamos y la demanda que había de los profesionales sanitarios, no dudé ni un momento en incorporarme a la actividad asistencial, al igual que muchas de mis compañeras que en ese momento estaban en la misma situación que yo. Escribí una carta al gerente en el que le explicaba que me ponía a su disposición para ocupar el puesto que necesitaran, con la condición de que no echaran a la persona a la que estaba sustituyendo. Yo quería ayudar pero no perjudicar a nadie.
P. Y después de esta carta, una llamada…
R. A los tres días de enviar la carta, un sábado, sonó el teléfono de mi casa, era la directora de gestión que me preguntó si me quería incorporar. Le dije que por supuesto, que estaba dispuesta a ayudar allí dónde me necesitara. Me comentó que me incorporaría el lunes al equipo COVID de atención telefónica, en el centro de salud del Barrio España, pero que cabía la posibilidad de que tuviera que incorporarme en el Hospital de Campaña que iban a abrir en la Feria de Muestras. No dude ni un segundo y le dije que sí.
Recuerdo que en aquel momento me sentí aliviada, necesitaba sentirme útil en una situación tan grave como la que estábamos viviendo. Sin embargo, no puedo negar que a la vez estaba algo preocupada por cómo iba a cambiar mi vida con respecto a mi familia, no quería que corrieran el menor riesgo.
P. Supongo que al principio de la pandemia, la situación en el centro de salud en el que recibía las llamadas era caótica.
R. En un principio no dábamos abasto. Había tres turnos: de mañana, tarde y noche. Siempre intentábamos dar cobertura a todas las llamadas posibles, además de gestionar las citas con el médico de familia de la persona que llamaba, hablar con el trabajador social y, si se precisaba, mandar una ambulancia para llevarle al hospital. Por otro lado, estaban los seguimientos que hacíamos de cada paciente en particular.
P.Y las llamadas, también serían en masa.
R. El sonido del teléfono era constante. Estábamos atendiendo una llamada y teníamos otras cuantas en espera.
P. ¿Qué le contaban esas llamadas primeras, allá por el mes de marzo, cuando la pandemia arrancaba?
Todos estábamos muy asustados y angustiados
R. En un principio las llamadas eran de desconcierto. Era una pandemia de la que no se sabía absolutamente nada. Había personas que no entendían por qué si daban positivo tenían que estar aislados dentro de su propio domicilio y no se podían relacionar ni con las personas que vivían en su propia casa. Todos estábamos muy asustados y angustiados. La gente te llamaba con muchas preguntas que no sabías contestar. Además tuvimos varias personas que se negaban en rotundo a asistir al hospital, les llamabas para ver su evolución y te ibas a tu casa pensando qué iba a ser de ellos y le dabas el teléfono al siguiente turno para que siguieran su evolución. Era muy duro.
P. ¿Cómo lo gestionó usted porque supongo que no es fácil recibir ciertas llamadas? Al final, además de profesionales, detrás del teléfono hay personas.
R. Personalmente creo que esta experiencia nos ha cambiado la vida a todos. Como bien dice, detrás de esas llamadas había personas con una vida, con unas frustraciones, con mucho miedo e inseguridad. Personalmente intentaba canalizar esas vivencias, intentaba darles solución, tranquilizarles, escucharles mucho y empatizar.
Cuando llegaba la hora de irme a casa recuerdo que lo primero que recibía era la llamada de mis padres para ver que tal me había ido el día y preguntarme como estaba evolucionando la situación. Yo siempre les decía que “poco a poco “, en cuanto acababa la conversación necesitaba bajar las ventanillas de mi coche para respirar, ponía la música e iba pensando en lo gratificante y triste que había sido mi jornada.
Cuando llegaba a mi casa tenía que dar la mejor versión de mí misma. Nunca olvidaré cuando mis niños salían corriendo para ver qué tal me había ido el día y siempre les contaba alguna anécdota. Eso sí, hasta que no me duchaba y me cambiaba no se podían acercar a mí, ni ellos ni mi marido.
P. ¿Recuerda una historia especialmente dura?
R. Escribí una experiencia cuando estaba en el equipo COVID-19 que creo que plasma perfectamente todo lo que viví durante esos tres meses y que contesta a su pregunta. Es la siguiente:
Me llamo Marta Robledo González, soy enfermera, y soy una liberada sindical por CSIF.
Quería plasmar en unas líneas las vivencias, sentimientos y emociones que he experimentado en estos casi tres meses de incorporación a la actividad asistencial.
Hace más de un mes me incorporé al equipo del COVID-19 (atención telefónica) del
Área Este de Valladolid. Si tuviera que definir brevemente mis emociones las definiría como "una montaña rusa". Hay llamadas esperanzadoras, y algunas muy tristes.
Por puntualizar, voy a narrar un testimonio que he vivido personalmente:
Esta mañana me ha llamado una señora contándome que su padre había muerto de
COVID-19, su madre vive sola con 92 años y la mujer baja cinco minutos todos los días a pasear y, aunque sabe que estaba prohibido, se sienta en un banquito que tiene a la puerta de su portal porque se fatiga y así le da un poco el aire. La hija me llamaba para pedirme consejo. Ayer le habían hecho una PCR y le había dado negativo y quería saber si podía llevar la compra a su madre. En un principio le dije que le llevara la compra pero que se la dejara en el rellano de la puerta respetando la distancia de seguridad y llevando una mascarilla y guantes.
De repente pensé en lo duro que estaba siendo está situación para todos, en especial para las personas que han perdido un ser querido y que no han tenido la oportunidad ni de despedirse de ellos; ¿cómo se sentirá una señora de 92 años que no ha podido despedirse de su marido, su compañero de vida de más de 60 años?, ¿cómo se sentirá esa hija que no se ha podido despedir de su padre y que tiene un dolor inmenso por la soledad de su madre?, en ese momento no pude evitar hacer a la señora la siguiente prescripción: -vaya a hacer la compra a su madre (con guantes ymascarilla), vuelva de la compra y dúchese, póngase cómoda y en el horario permitido lleve la compra a su madre y aproveche para cogerla del brazo y, con la mascarilla puesta, dar un paseo las dos juntas, creo que se lo han ganado y les va a venir muy
bien-.
La hija con una voz temblorosa me dijo: -señorita, no la puedo ver pero la puedo oír y le quiero decir que la prescripción que usted me ha dado ha sido la mejor que me han dado en toda mi vida-. Se me saltaron las lágrimas por todo lo que me habían trasmitido esas palabras. Ahora que estoy en mi casa escribiendo el testimonio me emociona saber que de alguna manera hoy he aliviado el dolor de dos personas que
necesitaban verse.
Como reflexión personal, para mí esta experiencia está siendo muy enriquecedora. He conocido a profesionales que están trabajando incansablemente, desde la dirección de enfermería, pasando por los enfermeros, médicos, fisioterapeutas, residentes de medicina, enfermeros internos residentes, limpiadoras, celadores, etc. Para mí es un orgullo poder compartir con todos ellos esta etapa de mi vida profesional y personal. Cada día puedo ver cómo nos cuidamos los unos a los otros, como muchas veces nos emocionamos juntos y otras reímos, también juntos, y sé que entre todos vamos a ganar la batalla.
Tampoco me quiero olvidar de mi gran familia desde hace años "mi sindicato" que aunque ahora estoy en otra guerra me he sentido en todo momento muy querida por "mis chicas del hospi", mis compañeros de Sanidad . Gracias de corazón.
Marta Robledo
P. ¿Cuál ha sido el peor momento y el mejor detrás del teléfono?
R. Ha habido momentos muy tristes. De los peores, la soledad en la que han vivido las personas que habían perdido a sus familiares y ni siquiera se habían podido despedir de ellos, personas que además de estar confinadas no tenían ni para dar de comer a sus hijos. Cuando alguna persona estaba muy triste o se encontraba mal les hacíamos un seguimiento, les llamábamos al día siguiente para ver cómo estaban evolucionando o cuál era su estado de ánimo.
En cuanto a los mejores momentos de esta experiencia, recuerdo cuando salíamos a las 20, siempre que podíamos, a la calle. Esos benditos cinco minutos, que la mayoría de las veces eran menos porque el teléfono no paraba de sonar, y ver como las personas desde sus balcones te aplaudían, te daban ánimos, eso no se paga ni con el mejor sueldo del mundo. A día de hoy lo sigo recordando y se me salta alguna lagrimita.
También cuando alguien estaba en una situación en la que no tenía ni para comer y desde aquí se le gestionaba para que disfrutara de un buen plato caliente.
Quiero hacer mención a las grandes personas que formaron parte del Equipo COVID-19, profesionales que lo que queríamos era ayudar, que nos daba igual el turno que nos pusieran, las horas… Todos nos ayudamos y puede decir que en los tres meses que duró esta experiencia, nunca oí a nadie quejarse.
Lo mejor que me llevo y que siempre, mientras viva, quedará en mi corazón es la bondad del género humano
Lo mejor que me llevo y que siempre, mientras viva, quedará en mi corazón es la bondad del género humano, las personas que conocí, algunas físicamente y otras muchas a través de su voz. A mí, personalmente, me hicieron sentir muy viva y aunque siempre lo había pensado, comprendí lo hermosa que puede llegar a ser la profesión a la que me dedico.
P. ¿Ve el final de la pandemia más cercano?
R. Sí, veo el final de la pandemia más cercano pero para eso tenemos que tener suficientes dosis para vacunar a la población y que todo el mundo se vacune, independientemente de la vacuna que le toque. Es la única opción que hay para terminar con el virus. Me he apuntado, al igual que otras muchas de mis compañeras, para acudir como voluntaria y a vacunar a la población dónde se me necesite. Creo que cuantas más personas haya para vacunar, antes conseguiremos inmunizar a la población y dar carpetazo a la pandemia.
Por último, quisiera recalcar que esta entrevista me gustaría que fuese un homenaje para todos mis compañeros, para todas esas personas que han perdido a seres queridos, para todas las personas que nos dimos aliento mutuamente durante la pandemia.