Una florista vendedora de sentimientos
Miriam Badiola / ICAL
En plena calle Virgen Blanca de la capital leonesa, un establecimiento destaca sobre los que le rodean. Huele a flores frescas y está lleno de color. Se trata de la Floristería Natalia Crespo donde su regente, la que le da nombre, ostenta el título de la segunda mejor artista floral de España.
Ella se define como “artesana florista” y está convencida de que es su “forma de trabajar” la que avala lo que es, porque “me gusta tratar al cliente de tú a tú y no venderte algo que no necesitas, sino saber por qué o para qué necesitas una flor, porque te ayudaré a decirte qué me transmite”.
Una “amante de su trabajo que disfruta de cada cosa que hace” y que no ve la venta de flores como una empresaria, pero que “aunque a veces pierda más que gane me voy a mi cama con la satisfacción de amar lo que hago”.
A falta de tan solo una semana para que comience mayo, el mes de las flores, Natalia Crespo reconoce que la temporada de comuniones, bodas y demás de celebraciones “se afronta con mucho caos”, porque “al final se posponen por no poder sacar esa productividad”, lo que hace que “la gente se decepcione y desilusione”.
Sin embargo, frente a ello, tiene claro que “hay que seguir funcionando y manteniendo a esos clientes latentes y contentos” porque “nadie sabe lo que va a pasar dentro de dos años, pero yo tengo un contrato al que tengo que ser fiel porque ellos confían en mí”.
Aún así, asegura que “hay novias que son valientes y se deciden casar”, a lo que se suma “la puesta en marcha de proyectos bonitos” y “un cambio de concepto y mentalidad de tienda física y floristería para ser muy productivo”.
Partidaria del “poco y bien”, lamenta la pérdida de muchas flores y apuesta por “utilizar las cosas justas”, porque “no se necesita comprar un ramo de 200 flores para transmitir algo porque al final te das cuenta de que en un momento de pandemia mandar una frase con una flor en una cúpula de cristal lo dice todo”.
Consiente de que “la floristería es un artículo de lujo”, espera que el sector “no se muera” porque considera que “lo que vendemos son todos los sentimientos”, así que “por favor que no nos apaguen la luz a los floristas, porque una flor natural te transmite todo”.
Reinventarse
“Al final todo está cambiando y los floristas hemos tenido que reinventarnos”, asegura Natalia, quien reconoce la problemática de la “temporalidad” de sus productos, aunque aboga por “dar garantías al cliente”. Tras un año con “pérdidas terribles, tanto para los productores holandeses como para los nacionales”, la florista recuerda que “en el momento en el que saltó el estado de alarma” a ella se le “activó un piloto”.
“Yo soy una artesana floral, que tengo que levantarme todos los días y levantar la trapa de mi establecimiento, tengo que trabajar”, explica al tiempo que reconoce que “saqué mi creatividad y saqué unas mascarillas creativas con frases hacia las madres que fueron muy bien aceptadas”.
Un momento difícil en el que Natalia apostó “por cubrirme yo mi salud pero poder dar un servicio a esas madres” en una pandemia que llegó “en plena campaña, con flores compradas que se perdieron al ser un producto perecedero que no hay posibilidad de recuperarlo”.
No obstante, en el caso de la floristería Natalia Crespo las flores no se tiraron, sino que decidió “cederlas a sitios como conventos o iglesias” para que “todas esas pérdidas al final fueran mínimas y alegraran un poco la vista a la gente”.
“A ciegas”, Natalia decidió “abrir las puertas” y trabajar para “llegar a las madres de los pueblos con cosas muy impactantes”, apostando para ello “por la flor tratada, que te cubría un poco en salud si no lo vendías”.
Una aventura que asegura que le salió “muy bien”, al tiempo que a nivel personal “fue muy gratificante porque aprendí mucho de mí” y logró “sacar cosas muy productivas y aprovecharme de mi tiempo”.
En cuanto al funcionamiento de la tienda, a pesar de la suspensión de las celebraciones, Natalia no lo define como “nefasto”, sino que “la flor es un producto que siempre es muy agradecido, es muy socorrido y siempre viene bien”, por lo que, tras 25 años detrás de un mostrador y una familia florista desde hace 40, “la gente ha sido fiel”.
Por todo ello, la autodefinida como artesana florista, deja claro no tener ningún miedo a las crisis, si no “a no estar aquí”, por lo que “simplemente el hecho de poder estar para mí es un orgullo”.
Talleres
Natalia imparte durante hoy y mañana dos talleres de arreglos florales en el Museo Casa Botines Gaudí de León, una idea que surge “tras impartir diferentes talleres durante mucho tiempo”, todos ellos “muy bien aceptados tanto por niños como por adultos”.
Unos talleres que para la artesana suponen “una forma de hacer fluir sentimientos y emociones a través del talento de cada persona”, algo “muy necesario en el momento en el que vivimos, en el que estamos creando una tristeza detrás de una mascarilla que no nos deja ser”.
En ellos, Crespo trata de “hacer una fusión con la naturaleza y tratar lo que nos da día a día”, ya que no concibe “la decoración como tal”, sino “hacer cosas fabulosas con lo que hay en el campo”, para lo que enseña “técnicas de elaboración, de atado, de reciclaje de cosas que hay en casa y que no se le saca partido”.
En definitiva una casi terapia que llegará “a todo el mundo que quiera salir de toda esta depresión social”, a través de la que “cada persona es capaz de crear resultados muy atractivos” y que, “a pesar de llegar con carencias afectivas”, terminan “brillando con luz propia”, algo que para ella es “muy gratificante”.