Programas docentes que apremian y hacen, casi, incompatible un sesudo estudio del más reciente pasado y, por extraño que pueda resultar, presente. Un pasado que, tras la Transición, dio el siguiente paso al acoger a la democracia entre sus brazos. Una democracia que, pese a ella, hubo de ser testigo de un terrorismo que, si bien experimenta un periodo de pseudo tranquilidad, evoluciona y continúa necesitando de agentes vigilantes en todo momento.
Tomás, en el día internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo, Guardia Civil e hijo, a su vez, de un padre que perteneció al mismo cuerpo y fue asesinado por el GRAPO, en el ejercicio de su servicio, comparte su visión sobre la deriva de una sociedad y una generación que creció con el terror a su alrededor y que, a día de hoy, “ha evolucionado pero continúa presente”.
“Apenas tenía 16 años cuando asesinaron a mi padre”, relata con la sensibilidad propia de a quien le fue arrebatado el vínculo paterno filial cuando comenzaba a inmiscuirse en el mundo laboral, cuando ese vínculo cobra una nueva dimensión y la experiencia del progenitor guía al sucesor. “A lo largo de mi vida, he intentado darles a mis hijos lo que a mí me faltó”, apunta sobre ese vínculo forjado entre él mismo y sus propios hijos.
“No hubo odio ni rencor por mi parte sino, simplemente, incomprensión, entendía la rebelión contra el poder establecido en la dictadura, pero no contra un miembro de la Guardia Civil que nunca, apenas, había salido de su Ávila natal y que, tampoco, se había enriquecido mediante el cargo”, asegura, lejos, quizá, de la creencia mayoritaria en la sociedad, de la que el odio es protagonista. Subraya que su padre “no formaba parte del régimen sino que, únicamente, era un trabajador, un representante de la ley”.
El torrente sanguíneo roza la congelación al sentir la frialdad de un atentado, perpetrado en el canódromo de Madrid, hace ya 46 años. “Mi padre había finalizado su servicio y mi tío y mi madre se adelantaron para volver a casa y, al despedirse, eso fue lo que le dijeron, que ya tendría la cena hecha cuando regresara”, algo que no se produjo. Tomás explica la precariedad armamentística de un GRAPO que se veía obligado a “cortar manualmente la munición para adaptarla a las pequeñas pistolas que tenían” al explicar, como él solicitó que así fuera, minuciosamente un atentado del que el compañero de su padre “pudo salir adelante”, señala. “A mi padre le quitaron el arma y le remataron en la cabeza”, explica, con el sentimiento de la pérdida “asimilado, pero duro porque, la manera en la que te lo explican, te hace casi revivir la muerte de tu propio padre”.
En el centro, el padre de Tomás, el día que fue asesinado; detrás, y fumando, su hermano, tío de Tomás
Sobre su profesión, Guardia Civil, confiesa que la elección no guarda relación con lo que le ocurrió a su padre ya que “desde mucho antes” tenía clara su voluntad de formar parte del cuerpo. No obstante, sí hay una cierta relación entre la deriva que tomó, tras ingresar, al enfilar su futuro a “la unidad canina, en los TEDAX (Técnicos en Desactivación de Artefactos Explosivos)” y ya no sólo por el atentado contra su padre sino que, también, apunta que al ser trasladado, desde su anterior destino al actual, “mataron a siete compañeros en dos atentados”.
Acerca del terrorismo que, en sus propias palabras, “ha evolucionado en nuevas formas, como el yihadismo”, alerta que, ahora mismo, “pese a atentados recientes como los de Barcelona u otras ciudades europeas, cabe esperar que puedan estar por venir, más, si cabe, por la situación afgana, nuevos coletazos”.
Así, Tomás también comparte cómo es el trabajo de asociaciones de víctimas del terrorismo, a las que “hay que ayudar en todo lo posible”. Tanto es así que, al conocer la existencia de la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Castilla y León, entabló una relación con su presidente, Sebastián Nogales, a través de la cual facilitó un “listado de los 87 atentados del GRAPO saldados con muertes”. El propio Sebastián explica la “importancia de crear una base de datos, de poner nombres y caras a los fríos números para que la sociedad no olvide un pasado más que reciente”, refiriéndose a los tiempos en los que el terror asolaba a todo un país.
“En la época del olvido, no es momento de pasar página, los jóvenes han de conocer la historia, los miles de heridos y los, casi, mil muertos que el terrorismo dejó tras de sí”, desvela concienciado, a la par que preocupado, Nogales. Otra de las ideas compartidas por Tomás y por Sebastián es la trascendencia, para este tipo de iniciativas y de asociaciones, la relación institucional, con gobiernos, ministerios y poderes ya que “se necesita un marco legal y un apoyo constante para poder ofrecer, a todo el que lo necesite, el apoyo psicológico, jurídico y cariño necesarios”. Tomás, además, recuerda que al entierro de su padre “no acudió más que un ministro, y para hacer acto de presencia y justificar su labor”.
Por su parte, Sebastián, implicado en hacer ver a la gente que “el terrorismo a veces actúa como crimen organizado y otras no, su única finalidad es infringir terror a toda la sociedad, como se vio en atentados como el de Hipercor o el de Miguel Ángel Blanco, donde iban a lo fácil, y no a objetivos selectivos”, no ceja en su empeño de hacer ver la importancia de “no olvidar”. Muestra de ello es uno de los proyectos en los que se embarca la asociación que preside, un proyecto a través del cual analizarán, mediante documentales, “la huella marcada por ETA en Castilla y León”.
Por último, explica que la asociación que preside se encuentra, ahora, en un proceso de asentamiento “mediante la creación de una estructura orgánica, con la creación de bases de datos, como la de Tomás, sede física y página web, es necesario para ser reconocidos y para que la gente sepa que puede recibir apoyo legal y de cualquier tipo, en todo momento”.
Suena el timbre y los alumnos recogen sus mochilas, abandonan sus pupitres y enfilan el camino a casa pero la Historia, guarda nombres y caras que ningún timbre, ningún programa lectivo, podrá hacer olvidar.