Nano Lázaro, el muralista de Castilla y León

Nano Lázaro, el muralista de Castilla y León

Sociedad

Nano Lázaro, el artista que da vida a las paredes de Castilla y León

Empezó en el muralismo de forma profesional en 2009 y asegura que las redes sociales han ayudado mucho para dar a conocer su trabajo

8 octubre, 2022 08:53

Nano Lázaro es un artista de Castilla y León que da vida a las paredes de las ciudades. Se ha criado en Aranda de Duero, pero se siente un “vallisoletano más” puesto que lleva casi 20 años en esta ciudad. Su pasión por el mundo de los murales comenzó en 1999 cuando empezó a pintar en bares de amigos y pequeños locales.

“Había trabajado en una empresa de verjas y me pasé a esto que es mi vocación. Me hice autónomo en 2009 y realmente comencé como diseñador gráfico, ilustrador, pero la vida me llevó al muralismo que es lo que me gusta y hago ahora mismo. Soy autodidacta porque, realmente, no he hecho un curso específico”, asegura. Su técnica es peculiar porque, normalmente, se suele pintar con spray, pero él lo hace con “pistola y aerógrafos”. En concreto, no recuerda cuántos murales ha podido hacer, pero calcula que dos por mes y ya lleva 13 años.

Lo cierto es que la profesión de artista es compleja y hasta 2017 “no ha sido rentable porque vivía al día”. Ahora, afirma que tiene trabajo “todo el año” y que puede “rentabilizarlo”. Uno de los motivos que han ayudado a impulsar su labor han sido las redes sociales. La difusión continua que recibe de sus murales está siendo de gran ayuda para visibilizar todo el trabajo: “Ellos me hacen ese trabajo. A veces, lo compartes sin querer. Lo ves, te gusta y lo difundes”.

Un mural de Nano Lázaro

Un mural de Nano Lázaro

Pajarillos ha sido uno de los barrios por los que han pasado las manos de Nano Lázaro gracias al proyecto de la Asociación Pajarillos Educa. Sus grandes dibujos han dejado boquiabiertos a todos los ciudadanos de Valladolid, que se asombraban al pasar por la zona. No solo es “dejar una pared bonita sino recuperar una zona urbana”. En este barrio, las calles estaban un poco desangeladas y ahora el paso “es más seguro y amigable”. Los colores, los dibujos y la viveza que ofrece al lugar han generado que todos los vecinos estén perplejos ante la obra de este muralista.

Se denominan ‘Murales de la Felicidad’, un nombre que en un inicio le parecía que estaba “edulcorado”, pero que realmente se ha dado cuenta de que es “una realidad” por el aspecto tan diferente que dan al lugar.

Uno de sus grandes sueños es poder dar el paso a nivel internacional, “que la gente me conozca fuera de España”. Respecto a los dibujos que ha ido realizando a lo largo de los años, destaca que “estoy muy satisfecho, tengo más claro lo que no volvería a hacer que lo que me gustaría hacer”. Tras muchos años repletos de murales afirma que no tiene preferencias: “Es lo que tiene vivir de algo que te gusta, lo hablas con la persona que te lo encarga y al final le das tu toque personal, pero la pasión por el mural nunca se va”.

Pese a llevar media vida en Valladolid, no ha hecho muchos murales en la ciudad: “Siempre ha sido todo fuera, sobre todo en la zona de la Ribera del Duero. Cuando empecé aquí me hice un listado de todas las guarderías y solo una, de las 53 a las que fui, aceptó”.

El sol, gran enemigo de los murales

La conservación del mural es muy importante. El sol es su principal enemigo, el que “se come los colores”. Nano Lázaro utiliza pintura exterior, pero a mayores barniza el dibujo para “no dejar pasar a los rayos”. Aun así, acaba desgastando la pintura poco a poco y tiene que volver a darle otra capa.

“Si es fachada sur, donde más dan los rayos, se come antes la pintura. Un mural en el que no da el sol es eterno. La ubicación es muy importante”, afirma el artista. Otra de las complejidades aparece cuando tiene que dibujar en la altura. Él ha pintado en silos agrícolas de “hasta 30 metros”. La dificultad “es parecida”; no tiene vértigo, pero “me cuesta adaptarme al principio porque la grúa se mueve mucho”. Aun así, “empiezas a pintar y se te olvida”.

Nano Lázaro, con una gran carcajada, confiesa que cuando hizo su primer mural en altura “contraté un seguro de vida”. Asimismo, añade que cuenta con un curso de máquinas elevadoras y que sabe usarlas, por ello, le resulta más sencillo.

La lluvia es otro gran enemigo, aunque en menor medida que el sol. En su caso, sí que ha pintado mientras llovía, siempre y cuando no afecte a la pared porque estropea el dibujo y es “trabajar el doble”. Si cae una fuerte tormenta, tiene que paralizar el trabajo: “A veces aprovecho los domingos para trabajar y descanso los días en los que diluvia, es cuestión de organizarse. La climatología es importante en los trabajos de este calibre”, puntualiza.

Uno de los murales de Nano Lázaro

Uno de los murales de Nano Lázaro