Valladolid calienta motores para recibir a uno de los artistas musicales más preciados del panorama español. Este no es otro que Pablo López, quien irrumpirá en la denominada ciudad del Pisuerga este sábado 27 de mayo para regalar a los vallisoletanos un concierto tan mágico como emotivo que tendrá lugar a las 22:00 horas en la Feria de Valladolid.
Tras un año de silencio, en lo que a actuaciones musicales se refiere, y después de llevar su música al otro lado del charco, el pasado 12 de mayo el cantante, compositor y músico malagueño protagonizó un ansiado regreso a los escenarios españoles de la mano de una gira vibrante que ya le ha hecho visitar el Palau Sant Jordi de Barcelona y el Coliseum de A Coruña, y con la que el artista pretende dar a su público "el abrazo más grande de todos los tiempos", tal y como dicta su último estreno musical.
Aprovechando su visita a Valladolid, el coach de La Voz ha concedido una entrevista a EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León en la que, como ya es habitual, ha vuelto a exhibir su lado más sincero, honesto y natural.
"Yo creo que Valladolid es de los sitios que uno tiene clavado en la memoria por muchas razones. Hay lugares en nuestro país en los que he repetido muchas veces y en los que he podido ver la evolución de mi carrera y casi crecer como persona, y Valladolid es uno de ellos", ha empezado diciendo el segundo finalista de la sexta edición de Operación Triunfo, precisamente, el programa que le permitió darse a conocer y abrirse camino en un mundo tan complejo y fascinante como es el de la música.
Sin embargo, esto no es lo único que hace que Pucela - como él mismo se refiere a la ciudad - ocupe un significativo lugar en su corazón, sino que también tiene mucho que ver el hecho de que en su Plaza Mayor estrenase una de sus primeras giras, un momento que vivió "con mucho miedo, con mucho respeto, pero con una felicidad tremenda". Porque si tuviese que destacar algo del público vallisoletano eso sería, sin duda, su actitud y el cariño con el que siempre le ha tratado, lo que él mismo ha definido como "una suerte tremenda".
En la que se ha convertido en la cuenta atrás para el que tal vez sea uno de sus conciertos más esperados, Pablo López ha querido desvelar algunos detalles del show con el que va a recorrer gran parte del país: "Estamos en un momento de metamorfosis absoluta porque todo es nuevo, la iluminación e incluso la banda, pero yo creo que lo más bonito de este show es que es impredecible", ha declarado.
Y es que, aunque pueda resultar contradictorio, teniendo en cuenta los años y la gran cantidad de espectáculos que avalan su intachable trayectoria profesional, lo cierto es que el malagueño se enfrenta al tercer concierto de su gira con bastantes nervios.
"Es curioso porque tengo 39 años y la primera vez que estuve en Valladolid tenía 29. Aquella vez también estaba nervioso, pero fui con mucha más caradura al escenario. La cosa es que ahora que va creciendo todo y que uno ha vivido y ha viajado por todo el mundo, los nervios son cada vez más pesadumbrosos y, por lo general, te suelen hacer pasar una mala tarde antes de subirte al escenario. Yo creo que realmente están a la altura de las responsabilidades, como lo es tocar y ser oído por más personas, no decepcionar, ni dar ni un solo paso atrás en una carrera que sigue yendo hacia delante", ha confesado. "No es más que una inercia positiva a la que hay que tenerle miedo, o respeto, sobre todo para estar a la altura. He cantado seis veces en Valladolid y para mí es la primera que voy a pisar Pucela", ha añadido.
Sin embargo, sí es cierto que esos nervios de los que habla el cantante no le están impidiendo encarar esta nueva gira "con la ilusión de un niño chico y con la sensación de que todo lo que todavía no ha llegado a mi vida es lo mejor".
Al ser preguntado por sus rituales a la hora de salir al escenario, el malagueño recurre a su lado más humano y sincero para responder: "Yo ni me visto de un color, ni ando dos pasos, ni rezo, ni nada de eso. Yo lo que necesito al final es tener a la gente que tengo alrededor, que estén felices todos, anfitrionear y abrazar muchísimo. El ritual es sentirme con en casa, tener amigos al lado, abrazar y después salir al escenario", sostiene.
Pablo, además, reconoce estar en el mejor momento de su carrera y eso, en parte, es gracias al éxito imparable de sus dos últimos singles, 'Quasi', un tema que habla de los sentimientos humanos, y 'El abrazo más grande de todos los tiempos'. Ambos forman parte de un álbum que, aunque todavía no ha visto la luz, algo que, tal y como ha desvelado Pablo, espera que suceda "en noviembre", está basado "en el bueno del colibrí absoluto".
La imagen de la primera es un colibrí azul, mientras que la de la segunda corresponde al mismo animal, pero de color rojo. Por ello, son muchas las personas que se han preguntado el porqué de esa obsesión del artista con un animal tan diferencial como es el colibrí, un interrogante que Pablo no ha tenido problema en resolver: "Tuve una época en la que no sé lo que tomé, pero soñaba mucho con colibrís, entonces me lo tatué y a la vez escribí una canción. Yo creo que son señales que te va dando la vida, aunque no sé si esta la he sabido interpretar bien", ha admitido.
Lo que sí tiene absolutamente claro es que sus dos últimas canciones marcan una nueva etapa de su carrera musical, una era "totalmente diferente, porque yo soy un hombre totalmente diferente": "No sabría explicarte el porqué, pero creo que estoy jugando con la música. Yo soy un ladrón de sensaciones porque los elementos que caen mi mano intento sintetizarlos y cocinarlos para que salgan canciones. Los sonidos, los ritmos, las bases y la estructura de mis dos últimas canciones no tienen nada que ver con lo que había hecho antes, y es una suerte porque sigue abriendo puertas, al mismo tiempo que el mapa geográfico de mi música sigue extendiéndose", ha explicado.
No obstante, el malagueño reconoce que de aquel joven que empezó a ganarse la vida con 17 años actuando en hoteles de la Costa del Sol e incluso en las calles de Londres "queda absolutamente todo", ya que, pese a todo lo vivido en los últimos años y a considerarse un hombre renovado, hay cosas que no han cambiado: "Anteayer estaba tocando en un hotel de Fuengirola. Todavía tengo las marcas de la última camisa que me puse cuando fui a tocar a un hotel y eso me hace respetar aun más todo el trabajo que implica y la responsabilidad que supone que la gente venga a verte a ti. Por eso, sé que soy el niño que tocaba en la calle en Londres y el niño que iba a los hoteles y a los bares. Todo lo demás que me ha ido regalando la vida me lo he quedado en el foro interno, porque no hay nada más bonito que andar con los pies en la tierra. Hay que tener legañas, un pijama y una madre que te regañe", ha defendido el artista.
Además, otra de las cosas que conserva desde que se inició en el mundo de la música siendo un niño y después de que su madre le regalase, con tan solo cinco años, su primera guitarra, es una ilusión más propia de un principiante que de un veterano: "Siempre tengo la sensación de que estoy empezando. El poder seguir avanzando es un constante abrir puertas nuevas y eso, sumado a que el mundo más importante para mí se esconde dentro de las paredes que rodean un escenario, hacen que parezca un niño chico que acaba de entrar en un parque. Pero yo creo que es algo positivo, creo que la ilusión es parte fundamental del potaje que amanera lo que es la música".
Llegados a este punto, solo queda decir que el único deseo que le queda por cumplir a Pablo López es el de "seguir abriendo puertas de fronteras", una meta que, aunque no es nada fácil de conseguir, cualquiera sabe que él es capaz, ya no solo de alcanzar, sino también de sobrepasar.