El Consejo de la Juventud urge planes de salud mental para prevenir el suicidio en el colectivo
El Consejo de la Juventud de Castilla y León urge priorizar planes que aborden la salud mental, en particular entre el colectivo joven, que tenga en consideración las necesidades específicas de este colectivo y las formas de ser más accesible al mismo, estableciendo servicios permanentes gratuitos de atención psicológica, especialmente dirigidos a personas jóvenes, así como también romper tabúes sobre la salud mental e introducirla en el debate público.
La petición coincide con la celebración este viernes, 10 de septiembre, del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, de ahí el objetivo del Consejo de la Juventud de Castilla y León, en colaboración con la Dirección General de la Mujer de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades, de visibilizar la realidad que viven las personas jóvenes, haciendo un análisis con perspectiva de género.
Ya antes del brote de COVID-19, advierte el Consejo, un número significativo y cada vez mayor de jóvenes expresaba su preocupación por la prevalencia de problemas de salud mental como el alto estrés, la ansiedad o la depresión, siendo el suicidio la primera causa de muerte violenta entre la juventud.
Según datos del Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud, en 2018 de las y los jóvenes que notaron síntomas de algún trastorno, solo la mitad solicitó asistencia, ya que el abordar los trastornos mentales sigue siendo un tabú también para las generaciones más jóvenes.
La crisis de la COVID-19 ha generado una alta inestabilidad e incertidumbre a corto plazo (aunque con un impacto vital muy relevante), además de estrés e impacto emocional del confinamiento y posible pérdida de seres queridos.
Según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) las personas jóvenes de entre 18 y 24 años son el grupo de edad que presenta más síntomas relacionados con ansiedad (34,6%) y depresión (42,9%) durante el confinamiento. Estas cifras suponen casi el doble de las del conjunto de la población.
Entre los principales factores que llevan al suicidio figuran la opresión de género, ya que el suicidio no afecta igual a las mujeres y a los hombres. Esta diferencia es consecuencia de las expectativas que la sociedad tiene de sus hombres y mujeres. Afecta, además, de forma específica a las personas que no se ajustan a las normas de género y no se definen ni como hombres ni como mujeres.
Los patrones tan acotados que imponen las normas de género provocan malestar e influyen en las ideaciones suicidas. Diversos estudios coinciden en señalar que la conducta suicida es un problema mayor en la población LGBTIQ+ presentando elevados índices de ideación e intento suicida.
En conjunto, los estudios refieren en sus antecedentes tasas de intento de suicidio de entre 20 a 53% para jóvenes LGB (e.g. O'Donnell et al., 2011) y de entre 23 a 47% para el caso de jóvenes trans (e.g. Testa et al., 2012).
Por otro lado, se encuentran aspectos socioeconómicos como es el acceso a un empleo digno, a la vivienda o aspectos de primera necesidad.