Nunca pudimos pensar que la mascarilla se iba a convertir en un elemento esencial y obligatorio para nuestro día a día. Pero aún era más impensable que después de 700 meses de llevarla puesta, muchas personas iban a echarla de menos. No es por gusto, sino por una cuestión psicológica, denominada el ‘síndrome de la cara vacía’, o lo que es lo mismo, la inquietud de algunas personas, especialmente adolescentes, al tener que descubrir su cara en público, por sentirse expuestos ante los demás.
Hoy se dice adiós a las mascarillas, excepto en algunos lugares, y algunas personas lo celebran con júbilo mientras que otras personas comienzan a sentir inseguridad y recelo. Entre la población propicia diferentes reacciones psicológicas que la vocal presidenta por Segovia del colegio de psicología de Castilla y León, Consuelo Cuenca, explica a El ESPAÑOL Noticias de Castilla y León.
Existe un colectivo, el mayoritario, que hoy está feliz y que “sienten una sensación de liberación, de normalidad” y sobre todo, “de por fin haber triunfado frente al covid”. Con ello se logra “mejorar la comunicación verbal gestual del paciente” y por supuesto, “mejora las relaciones sociales”, explica Cuenca.
"Vulnerabilidad y desasosiego"
Sin embargo, hoy no todos lanzarán la mascarilla al aire. Existen otras personas que sientan “vulnerabilidad y desasosiego” porque piensan que se pueden contagiar, ya que el coronavirus todavía sigue estando en el aire. “Es una persona hipocondriaca que se crea una defensa individual. Les cuesta adaptarse a esta nueva situación”. Son aquellas personas que, según la psicóloga, dicen “la voy a seguir llevando, creo que hay alto riesgo y la gente es inconsciente”.
Otro grupo de personas son los que quieren seguir llevándola para “guardar parte de su rostro” ya que no quieren mostrar su estado emocional o quieren mantener la intimidad de la cara. “Son personas con falta de autoestima, que necesitan un mayor tiempo de adaptación para estar con la cara descubierta”, explica. Aquí es donde entran los adolescentes, ya que les importa mucho” el qué dirán y la presión social”. Han aprendido a utilizar la mascarilla como “una forma de defensa”. El síndrome de la cara vacía o descubierta.
La infancia y la adolescencia son un momento “crucial” y de cambios con granos, aparatos de ortodoncia, barbas y bigotes incipiente… Es el momento de enfrentarse a la realidad. “La mascarilla sirve para ocultar defectos en nariz, boca, mentón, y a los adolescentes les viene muy bien”, afirma Cuenca, pues es una cuestión de “percepción visual”. No les gusta mostrar la realidad y en muchos de los casos puede originar ansiedad. Eso sí, la psicóloga tiene claro que ante estas personas “hay que respetar esa decisión, necesitan adaptarse y cuando se vean preparadas, que lo hagan”.
Por último, la vocal presidenta del colegio de psicología de CYL, advierte a navegantes que, aunque la pandemia parece controlada, “debemos plantearnos que tiene que llegar un momento que podría volver a usarse si fuera necesaria”.