El primer secretario de la DO, Javier Villagra, cuyo trabajo fue clave para lograr la constitución de la denominación, recuerda que era un día de mucho calor en Madrid, lugar donde habían sido convocados por el ministro para aprobar por fin el reglamento de la DO. “El Ministerio quería que esto saliese adelante”, apunta Villagra.
Una pocas instantáneas recuerdan la importancia de este momento y el origen de una denominación que, pese a su juventud, ha logrado en pocos años cosechar una gran expansión, alcanzando en la actualidad 307 bodegas. El próximo 21 de julio, la DO celebrará por todo lo alto sus cuatro décadas de historia, con una serie de eventos que tendrán lugar en distintos puntos de la Comunidad Autónoma, entre ellos las localidades burgalesas de Aranda de Duero y Roa, Peñafiel (Valladolid) y San Esteban de Gormaz (Soria).
La necesidad de una DO
“Para interpretar correctamente la necesidad de una denominación de origen hay que analizar los años precedentes y la situación que tenía la zona”, señala Villagra para explicar los motivos que llevaron a viticultores y bodegueros a luchar por la creación de una denominación de origen que agrupase bajo un sello de calidad los vinos de la Ribera del Duero. “En términos de estructura económica, el sector agrario en 1950 en la Ribera superaba el 35 por ciento de la población activa. Había mano de obra para cultivar las viñas, vendimiar...etc”, recuerda. Sin embargo, esa mano de obra disminuyó tras el desarrollo económico que se produjo en España, pasando del 35 al 10 por ciento de población activa.
Fue entonces, en la década de los 60 cuando comenzaron a surgir las primeras iniciativas de carácter empresarial, pioneras de la futura industria del vino en la comarca, dando paso a una fase de cooperativismo. De esta forma, de la elaboración familiar o en comunidad de vinos para el consumo en pequeñas bodegas localizadas en los municipios de la Ribera, se dio paso a un producto creado con pretensiones comerciales de la mano de las cooperativas.
Sin embargo, tal y como indica Villagra, las cooperativas se encontraban también en una “situación crítica”, dado que lograron resolver el problema inicial pero luego “se ahogaron en un estado de inviabilidad económica porque no daban rendimiento a los viticultores que metían allí la uva”. En esta situación, bodegueros como Ismael Arroyo (Bodegas Ismael Arroyo), Pablo Peñalba (Bodegas Peñalba López), Víctor Balbás (Bodegas Balbás), Anastasio García (Bodegas García de Aranda) y los responsables de las cooperativas Santa Eulalia, hoy reconvertida en bodega comercial, Rauda, Virgen de la Asunción, San Andrés, San Roque de la Encina y Tierra Aranda, junto con nombres procedentes de la administración como Juan Javier Villagra (técnico de la Sección de Industrias Agrarias) o Francisco Montoya (presidente de la Diputación de Burgos), animaron a que en la zona se trabajase para lograr una denominación de origen. Una idea que cogió más fuerza durante la celebración en 1975 en La Horra de la Semana del Vino de Ribera del Duero. “El objetivo era que se implicaran los técnicos del Ministerio de Agricultura en este proyecto de Denominación de Origen”, añadió Villagra.
Algo que finalmente se consiguió y, tras varias negociaciones, se llegó a un acuerdo para crear una DO que albergara a localidades de cuatro provincias (Burgos, Soria, Valladolid y Segovia) unidas por el nexo común del río Duero. En 1978 se realizó la solicitud de creación de una zona de calidad ante el Instituto Nacional de Denominaciones de Origen (INDO) con el respaldo del 98 por ciento de los entonces viticultores de la zona, y al año siguiente se reconoció con carácter provisional la denominación de origen. No fue hasta el 23 de julio de 1980 cuando se constituyó el Consejo Regulador Provisional de la DO y un año después se aprobó la primera contraetiqueta de Ribera del Duero.
“Los primeros años fueron una aventura, una ilusión que poco a poco se fue mejorando”, recuerda Pilar Pérez de Albéniz, de Bodegas Peñalba López y esposa de Pablo Peñalba. “Al principio no teníamos muchos recursos, pero ha sido una denominación que en muy pocos años ha crecido mucho. Eso se debe a la calidad de los vinos”, defiende por su parte Ramón Arroyo, hijo del fundador de
“Se estaba empezando a vislumbrar que había que modernizar todo lo que conocíamos en Ribera dentro del panorama del vino. Si no se hubiese hecho, probablemente lo que hoy conocemos como Ribera no existiese”, apunta Juan José Balbás, hijo de Víctor Balbás.
Coincide en esta opinión el actual presidente de la Denominación de Origen, Enrique Pascual, que, echando la vista atrás y haciendo balance de estos 40 años, considera que la DO ha enseñado a las bodegas y a los viticultores a “trabajar juntos, con una única visión, la de la calidad”, así como con un objetivo común: “elaborar grandes vinos”. Un año después de su constitución, se calificó la primera añada de la DO, con el resultado de “muy buena”, y mañana, lunes 9 de mayo, diez prescriptores de prestigio calificarán la añada de 2021,
Gran futuro por delante
“Ribera del Duero tiene un gran futuro por delante, auguro siglos de prosperidad", asegura Pascual, convencido de que cuentan con “grandes profesionales” y además las nuevas generaciones “vienen pisando fuerte y con las ideas muy claras”. Algo similar afirma Juan José Balbás que indica que “lo bonito del vino es que tenga una evolución”.
“El perfil de nuestros vinos es muy universal. Estoy convencido de que tendrá un gran futuro porque el microclima de la Ribera es especial. Es la reina de las variedades y donde está la calidad de nuestros vinos”, valoró desde su experiencia Villagra.