Un viaje sin prisas en el que más que “ver cosas” puedas disfrutar de “fundirte con ellas”, dejarte llevar y sentir el destino. Eso es el “turismo slow”, una modalidad de turismo que no es sino una actitud, una forma de vivir el viaje que nos permite perdernos por la ciudad, mezclarnos con su gente y sentir su cultura.
Para este tipo de turismo, Segovia es un destino ideal: El diseño de la ciudad te ayuda a ver sus atractivos principales con calma y disfrutando del proceso. Zona urbana y naturaleza se funden en un abrazo continuo. Su gastronomía te ayuda a conocer los sabores del pasado con la chispa del presente y su gente, siempre dispuesta a ayudar, te hará vivir Segovia como si fueras uno más.
Los tres monumentos que no puedes dejar de ver -Acueducto, Catedral y Alcázar- están a un paseo de 15 minutos entre sí, así que es imposible que te vayas de la ciudad sin verlos.
Cuenta con un casco histórico manejable, sin tráfico y lleno de monumentos en cuya historia te encantará perderte y que podrás conocer muy bien participando en una de las muchas visitas guiadas que ofrece Turismo de Segovia.
Muy cerca de allí, puedes pasear por impresionantes zonas verdes, los valles del Clamores y del Eresma, declarados Paraje Pintoresco en 1947. A uno y otro lado se esconden el Cementerio Judío, el Monasterio del Parral, el de los Carmelitas o la iglesia de la Vera Cruz, entre otros muchos. Esta zona fue, en la Edad Media, conocida como “El Valle del Silencio” por el gran número de iglesias, conventos y monasterios a los que daba cabida y la panorámica te dejará boquiabierto.
Además, Segovia cuenta con multitud de museos que guardan interesantes piezas, lo que los convierten en espacios llenos de encanto. Es el caso del Museo de Segovia, el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, el Museo Rodera Robles, ubicados todos en atractivos edificios históricos; o espacios con magia como la Real Casa de Moneda, la Casa-Museo Antonio Machado, el adarve de la Muralla al que se accede desde la Puerta de San Andrés, o la Colección de Títeres Francisco Peralta, que se aloja en la antigua puerta de Santiago de la muralla.
Visitar Segovia no es “hacer turismo”, es construir un recuerdo para siempre.
Tradición y platos novedosos
Disfrutar de la gastronomía es otro de los imprescindibles de Segovia, y aún más del “turismo slow”, porque alrededor de un plato disfrutamos de la compañía y conocemos mejor que nunca la cultura y tradición entre fogones. En Segovia encontráis recetas de siempre, cocinadas a fuego lento y con productos de la tierra que hacen las delicias de los comensales. Además de sus ya reconocidos asados, también podemos descubrir una cocina de siempre que resurge hoy y se actualiza.
Es el caso de la cocina sefardí que defienden especialmente los restaurantes de la zona de la Judería, con sus hummus, berenjenas a la miel (entre otras variedades), albóndigas de garbanzos, butarga (pescado salado y en aceite), pastelas o manzanas al horno al estilo de Rosh Hashaná.
Ganan terreno los platos elaborados con ingredientes locales, los llamados de kilómetro-0: hamburguesa 100% segoviana, lomo de vaca del Guadarrama, tacos de cochinita pibil (de Segovia), lasaña de ternera o vacío de ternera criada en los campos de Castilla… Todos ellos, platos actuales con muchas alternativas para veganos, para los que son imprescindibles los potajes, cremas y sopas; el humus de garbanzo de Valseca, las parrilladas o los saquitos de verduras.
Y para concluir, endulzando una sobremesa, la repostería conventual, cuyo aroma gana terreno en el casco histórico de la capital. Entre sus propuestas: rosquillas, bizcochos, hojaldres, tartas, yemas, pastel de manzana, cocaditos, mostachones, brazo de reina… Todos elaborados siguiendo un modus operandi que se remonta, en muchos casos, a la Edad Media.