La peste envejece
La plaga que diezmó a la población en la Edad Media ya existía en la Edad de Bronce, pero las pulgas no podían transmitirla.
23 octubre, 2015 01:47Noticias relacionadas
A Yersenia pestis le han caído 3.000 años encima gracias al trabajo de una bióloga argentina afincada en Reino Unido que define como "lindo" su descubrimiento y desprende entusiasmo cuando lo explica.
Marta Mirazón-Lahr es una de las autoras de un estudio publicado este jueves en la revista Cell que, además de adelantar en más de tres milenios la primera constancia de la bacteria que causa la temible peste bubónica, demuestra que este patógeno mutó para ser más letal.
Lo curioso es que el cambio en su genoma que han detectado los investigadores de las universidad de Copenhague y Oxford -donde trabaja Mirazón-Lahr- no volvió a la bacteria más agresiva, sino que aumentó su letalidad de forma indirecta: le hizo capaz de ser transmisible a través de las pulgas.
Multiplicación de la transmisión
Antes de la mutación identificada en el estudio, Y. pestis sólo se transmitía por contacto directo entre personas o humanos y animales. Después, la pulga y en consecuencia las ratas, pasaron a ser vector de la peste, lo que multiplicó su capacidad de transmisión. "La mutación provoca que la pulga sea incapaz de destruir esa bacteria dentro de su sistema digestivo; ésta se multiplica y bloquea el estómago del insecto, que se muere de hambre y no puede parar de picar", explica la bióloga argentina a EL ESPAÑOL.
Como suele ocurrir en ciencia, el hallazgo vino casi por casualidad. El primer autor del estudio, el danés Eske Willerslev, había analizado el ADN de los dientes de 101 individuos de la Edad de Bronce, localizados a lo largo de Europa del norte y Asia.
"Cuando uno analiza un genoma tan antiguo, la mayor parte del ADN es basura: bacterias, microbios, virus... Teníamos todo ese material genético guardado en la nevera y pensamos en buscar microbios. Es un campo interesante, porque hay muchas teorías sobre si el Neolítico trajo enfermedades infecciosas, por poner sólo un ejemplo. Y casi por casualidad decidimos analizar si estaba la bacteria de la peste ¡y estaba!", relata con pasión Mirazón-Lahr.
Diferencias entre muestras
La bacteria de la peste estaba presente en siete de los 101 individuos, pero entre las seis muestras más viejas y la más joven (del año 951 d.C.), el análisis genómico desveló la diferencia sustancial que acaban de describir en Cell. "Aunque es interesante que se adelante el inicio de la peste, lo más curioso es que la enfermedad que encontramos en los seis más antiguos no tienen dos mutaciones críticas, que sí presenta el más reciente", apunta la científica.
Una de esas mutaciones, en el gen ymt, es la que impide que el estómago de las pulgas destruya a la bacteria. La otra, en el gen pla, es la que hizo a la peste capaz de extenderse a través de diferentes tejidos.
Así, la peste bubónica hallada en esqueletos de hace más de 5.000 años no era como la que diezmó Europa en el siglo XIV, ni la que mató a miles de romanos en el año 541, fecha de la primera descripción documentada de la peste bubónica hasta ahora, la llamada Peste de Justiniano. La mutación en pla permitió a Y. pestis entrar en el sistema linfático, lo que causa los bultos purulentos del cuello que son típicos de esta enfermedad, y transformarse en una patología septicémica, es decir, capaz de causar infección generalizada.
La peste de Justiniano
El año pasado investigadores de la Northern Arizona University (EEUU) lograron analizar precisamente el genoma de esta primera pandemia de peste bubónica registrada hasta ahora.
El primer autor de dicho estudio, David Wagner, comenta a EL ESPAÑOL: "El nuevo trabajo es fascinante por dos razones; en primer lugar, porque adelanta el origen de la enfermedad varios miles de años y, en segundo, porque evidencia que ésta no se transmitía del modo más habitual, a través de las pulgas".
Wagner no disimula su entusiasmo por el estudio, que define como "interesante, bien hecho y fascinante". "Es increíble que hayan descifrado datos genómicos de fósiles tan antiguos", concluye.
Más que satisfecha con su trabajo, Mirazón-Lahr señala sin embargo que queda mucho por hacer. Principalmente, saber cuándo se produjo el cambio en Y. pestis. Además, la bióloga apunta a que quizás la peste bubónica se encontrara antes en lugares de donde no se han recogido muestras. "Quizás estaba en Oriente medio; hay varias referencias históricas de enfermedades que en teoría podrían haber sido la peste pero no podemos saberlo si no tenemos esqueletos de allí", comenta la bióloga.
Parece que Y. pestis dará todavía mucho que hablar.