La tarde del cuatro de octubre de 1957, el mundo fue testigo del lanzamiento del satélite ruso Sputnik 1 desde el cosmódromo de Baikonur. Es una fecha histórica que marca el inicio de la carrera espacial del ser humano. En los siguientes viajes, el programa Apollo alcanzaría la superficie de la Luna. Y despegarían sondas como la Voyager 1 que hoy ya se encuentra en los confines de nuestro Sistema Solar.
En sólo unas décadas desde aquel hito de Sputnik, nuestra vida cotidiana se encuentra ya irremediablemente dominada por tecnología que orbita, diaria y silenciosamente, sobre nuestras cabezas. En estos momentos más de 3.000 satélites están activos, hemos conseguido aterrizar una nave en un cometa y el salto al siguiente planeta está cada vez más próximo.
Agencias espaciales privadas, planes para conquistar Marte, minería en asteroides… ante nosotros se despliega un increíble abanico de posibilidades que, por otro lado, suscita las mismas incógnitas desde un punto de vista curioso: el Derecho espacial.
Aquí en la Tierra casi cualquier detalle que se pueda contemplar, desde la exportación de caramelos de menta hasta la regulación de la pesca en alta mar, posee su legislación correspondiente; sin embargo, si alzamos la cabeza y sobrepasamos la imaginaria línea de Karmán, las cosas comienzan a ponerse interesantes: ¿qué necesito para viajar al espacio? ¿Quién se encarga de los satélites y de la basura espacial? ¿Puede una empresa extraer recursos de Marte o de un asteroide?
Contactamos con dos abogados especialistas en una materia legal en claro auge en Estados Unidos, pero insólita y desconocida aún en nuestro país. Rafael Harillo es jurista especializado en el campo de la aeronáutica y el espacio que, desde su consultoría Stardust, proporciona servicios legales a proyectos como PLD Space, la primera empresa española en camino de lanzar satélites con cohetes de combustible líquido. Pablo F. Burgueño es abogado especialista en nuevas tecnologías, telecomunicaciones y experto en legislación espacial de la firma Abanlex.
¿Cómo se convierte alguien en space lawyer es decir, en abogado espacial? Sobre todo aquí en España...
Pablo F. Burgueño (PB): No es nada fácil. La mayoría del proceso consiste en ponerle voluntad, que te guste mucho el tema y por supuesto ser autodidacta. En Estados Unidos existen muchas universidades que ofrecen másteres y cursos de postgrado especializados en el tema: allí tienen una gran trayectoria aeroespacial y está más normalizado.
Rafael Harillo (RH): En España, quien haya estudiado Derecho recordará que en la asignatura de Derecho Internacional Público, a la vez que se explica la regulación de fondos marinos y el tratado de la Antártida, se cita muy brevemente que hay cinco tratados que versan sobre el espacio exterior y la Luna. Pero, salvo que te toque algún profesor al que le guste el tema, ahí suele acabar todo lo que se ofrece a nivel universitario. El resto de la formación depende de uno, con viajes al extranjero, congresos y cursos especializados.
¿Qué legislación existe actualmente para todo lo que ocurre en el espacio?
RH: A grandes rasgos tenemos cinco tratados internacionales básicos: el Tratado sobre la exploración (1966), el Acuerdo sobre salvamento de astronautas (1967), el Convenio sobre Responsabilidad (1971), Registro de objetos en el espacio (1974) y el Acuerdo de la Luna y otros cuerpos celestes (1979).
Tenemos cinco tratados internacionales básicos que se remontan a los años de la Guerra Fría
Como ves, son normas que se remontan a los años de la Guerra Fría con las precauciones que eso conlleva. En definitiva, hay que saber que los cuatro primeros están ratificados por la mayoría de los países del mundo, pero el quinto -el Acuerdo sobre la Luna- no fue ratificado por los principales países porque ya toca temas más peculiares, como el uso o aprovechamiento de recursos.
La mayoría de los países con presencia en el espacio cuentan además con sus propias legislaciones. ¿Qué ocurre en España?
RH: España ha ratificado cuatro de los tratados relevantes, somos miembros de la Agencia Espacial Europea y hemos firmado algunos acuerdos bilaterales con otras instituciones como NASA. Más allá de esto, tenemos muy poco.
PB: Ahora, y por primera vez, se están poniendo las primeras piedras para tener una Ley española del espacio. Existe un borrador en estado de redacción pero, a día de hoy, está parado hasta que pasen las elecciones y a la espera de que en el futuro a alguien se le ocurra retomarlo.
Cuando una empresa quiere apostar en España por innovación aeroespacial se encuentra con demasiadas lagunas e inseguridad
RH: Es muy importante contar pronto con esa Ley nacional del espacio porque cuando existe inseguridad jurídica en un determinado campo es muy difícil conseguir inversión y avanzar. Cuando una empresa quiere apostar en España por innovación aeroespacial se encuentra con demasiadas lagunas e inseguridad. Lo que termina ocurriendo es que se va con su dinero a otro país que lo ponga más fácil. Por esto estamos asistiendo a una efervescencia de innovación en el espacio en países como Estados Unidos o Japón, mientras que en otros lugares nos quedamos atrasados, mirando los lanzamientos por la tele o el ordenador.
Imaginemos que soy un magnate multimillonario y se me mete en la cabeza crear una empresa española para lanzar cohetes desde aquí. ¿Tan complicado está el tema en España?
RH: Se puede hacer. De hecho, ya existen varios proyectos como PLD Space que lo están consiguiendo, pero esa falta de legislación hace que sea toda una odisea. Por así decirlo, tienes que crear un traje a medida con retales de otras legislaciones y adaptarlos a tu empresa. Hay que dar mil vueltas hasta conseguir dar con una ventanilla que te autorice cada uno de los pasos, y después buscar la siguiente administración o institución que te autorice el siguiente. Y falta un elemento realmente necesario en España: una agencia espacial propia. Países tan dispares como Alemania, Italia, La India, Francia y por supuesto, Estados Unidos, Rusia, China o Japón, cuentan con su agencia. Aquí, una agencia espacial española unificaría y facilitaría todo.
PB: Tendrías que desarrollar el proyecto, con toda su ingeniería, un banco de pruebas, tener cubiertos todos los aspectos de seguridad, y conseguir docenas de permisos y licencias. Realmente pasas gran parte de tu tiempo de una oficina a otra, de ministerio en ministerio, y esto desespera a muchos inversores.
Uno de los problemas más serios al que nos enfrentamos en la actualidad es la chatarra espacial. ¿Quién se tiene que encargar de eso? ¿Tienen los países la obligación de recoger la basura que ellos han lanzado? ¿Quién se responsabiliza si un objeto cae a la Tierra y, por ejemplo, destroza la casa de un granjero en Texas?
PB: Hay que diferenciar lo que ocurre con esos objetos mientras están en órbita y una vez que caen a la Tierra. Desafortunadamente, en la actualidad no hay ninguna obligación por parte de nadie de hacerse cargo de la chatarra en el espacio. Por otro lado una vez en la superficie existen dos obligaciones. Lo primero que hay que hacer es identificar la nacionalidad de ese objeto. Si, por ejemplo, es un trozo de un satélite ruso y cae en esa granja de Texas, Estados Unidos debe devolverlo a Rusia; y si hubiera daños materiales, Rusia sería la responsable de la indemnización. Esto sólo ocurre si conseguimos averiguar quién es el país dueño de esa chatarra, porque si en la reentrada la fricción deja el objeto muy dañado y no es posible identificar el país dueño, volveríamos a encontrarnos con una laguna legal.
Viajemos un poco en el tiempo hacia el futuro y pensemos en minería espacial, en recursos estratégicos, en minerales valiosos o en las célebres tierras raras... ¿Podría una recién creada empresa espacial alcanzar un asteroide y extraer sus recursos?
RH: Quizá no esté tan lejos como se piensa. Ya hay varias empresas desarrollando proyectos viables para dentro de unas décadas. Respecto a la legislación, los tratados internacionales dejan una cosa muy clara: el espacio es de todos, y todos lo pueden usar siempre que sea con fines pacíficos. Sin embargo, en el Tratado de la Luna y otros cuerpos celestes se intentó regular la explotación de los recursos y es aquí cuando la mayoría de los países firmantes dieron un paso atrás.
Curiosamente, hace poco menos de un mes, el presidente Obama acaba de aprobar la Asteroid Act con la que da vía libre a empresas estadounidenses a obtener recursos de asteroides. Esta ley aprovecha muy bien las lagunas existentes y crea un atajo curioso: si se respetan los acuerdos internacionales, el fin pacífico de la actuación y el principio de no apropiación del cuerpo en cuestión, cualquier empresa podría extraer y comercializar los recursos de un asteroide.
O sea, que de aquí a no tanto tiempo podríamos tener juicios entre países o empresas por los recursos de un asteroide…
RH: Perfectamente. De hecho, la Asteroide Act ya designa tribunales específicos que se encargarían de dilucidar esas disputas legales entre empresas estadounidenses. Como casi todo en el Derecho espacial, hasta que no ocurra todo esto no sabremos muy bien qué pasará y cómo se desarrollarán esos litigios.
¿Y Marte? Parece que el planeta rojo será el próximo destino espacial y podría resultar muy interesante para todo tipo de actividades, ya sean científicas o empresariales.
RH: Marte tiene el mismo régimen legislativo que la Luna, es decir, puedes ir allí y plantar la bandera estadounidense como prueba de que has llegado, pero es solo un gesto simbólico.
PB: Ningún país puede apropiarse de un cuerpo celeste, ya sea cometa, asteroide o planeta... Pero vuelven las lagunas: una vez que extraes de ese cuerpo una piedra o un mineral, puedes utilizar económicamente ese recurso.
¿Puedo instalar una base en Marte?
RH: Sí, claro. Sería muy similar a lo que ocurre con la base antártica en McMurdo, que no puede tener fines bélicos ni significar ningún tipo de reclamación territorial ni de soberanía sobre el planeta. Se puede plantar perfectamente una base en el planeta rojo y realizar cualquier tipo de actividad científica, de abastecimiento, incluso de repostaje de combustible como plataforma hacia otros destinos en el Sistema Solar… las posibilidades son inmensas.