Packy, su hijo Rama y Tusko eran tres elefantes que residían tranquilos antes de 2013 en el zoo de Oregon. Su máxima actividad eran unos shows mensuales que protagonizaban, en los que disparaban pintura a los espectadores. Ahora, sus nombres han saltado a la palestra, por un informe publicado sobre ellos por los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de EEUU (CDC). Como si de ciudadanos humanos se tratara y dado lo delicado de la información, el organismo sanitario estadounidense mantuvo a los paquidermos en el anonimato, pero el periódico The Oregonian ha sacado a la luz su identidad.
La noticia que ha dado sobre ellos el Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad -un boletín que editan los CDC y que es conocido por ser el primero en el que se mencionó la existencia del sida- se refiere a su estado de salud, pero su trascendencia va más allá de Packy, Rama y Tusko. Estos tres animales fueron diagnosticados de tuberculosis en el plazo de 13 meses. Pero también lo fueron ocho humanos, uno de los cuáles resultó estar infectado por exactamente el mismo organismo -cuyo genoma se secuenció- que Rama.
Que la tuberculosis se transmite bidireccionalmente de humanos a elefantes es algo que se ha documentado anteriormente. Entonces ¿qué tiene de especial esta historia? Según los autores del boletín, del Departamento de Salud del Condado de Multonmah, lo curioso es la labor detectivesca llevada a cabo por los responsables del zoo, que llevó a la identificación exitosa de los contactos contagiados.
Ningún visitante
En mayo de 2013, un análisis rutinario del tanque donde se bañaba un elefante de 20 años -identificado posteriormente por la periodista local como Rama- desveló la presencia de Mycobacterium tuberculosis, el agente causante de la enfermedad, potencialmente infectiva y activa. En poco más de un año, otros dos paquidermos fueron diagnosticados, pero la búsqueda ya se centraba en los humanos que pudieran haberse visto afectados.
Las autoridades sanitarias definieron como "contactos cercanos" a aquellos que habían estado en el área específica de los animales o a menos de 4,6 metros de cualquier de los ocho ejemplares -cuando empezaron las pesquisas no se sabía qué animales padecían la enfermedad-. También buscaron a los contactos casuales, que incluían a empleados del zoo o voluntarios que podían haber estado expuestos a secreciones o materia fecal del tanque de los elefantes.
Los detectives de la tuberculosis identificaron a 19 contactos cercanos y a todos se les hizo la llamada prueba de la tuberculina ,un test cutáneo para ver si una persona ha estado en contacto con el patógeno -no si padece la enfermedad.
Se demostró que seis habían estado expuestos a Mycobacterium tuberculosis y, dado que se trataba de un porcentaje elevado, se decidió aumentar las personas susceptibles de investigar. Al mismo tiempo, se diagnósticó de la enfermedad a Packy, el padre de Rama y, posteriormente, aTusko.
El misterio del octavo infectado
A los siete identificados con la tuberculosis latente se les ofreció consejo médico para no desarrollar la enfermedad, pero el problema vino con un octavo, un voluntario ocasional en el zoo que sí había padecido la dolencia, pero mucho antes de que empezara la investigación. De hecho, ya había completado su tratamiento.
Pero cuando le llegó un aviso del zoológico diciendo que se revisara -aunque sólo había estado 1 hora en total en las instalaciones de las elefantes-, el paciente acudió a las autoridades sanitarias. Cuando le fue diagnosticada la enfermedad, se le comunicó que no había ningún caso equivalente en Oregon, pero ahora volvieron a revisar el genotipo del microorganismo, que resultó ser sospechosamente parecido al del que había infectado a Rama.
Tras enviarse ambas muestras a los CDC, donde se les realizó el análisis completo del genoma, se confirmó que eran exactamente iguales. "Los resultados indicaron la dirección de la transmisión y no ofrecieron información sobre cómo el paciente o el animal contrajeron la enfermedad".
El informe del organismo sanitario concluye aquí la narración de la historia y afirma que, desde que sucedió el caso -ha tardado meses en publicarse- se han incrementado las medidas de detección de tuberculosis en los elefantes y se han tomado más precauciones con respecto a su contacto con humanos. De hecho, concluyen, hace falta más investigación de las formas de transmisión de la enfermedad entre ambas especies, lo que podría mejorar la transmisión.
La investigación paralela del periódico local, sin embargo, ha ido mucho más allá y relata a sus lectores el triste final de algunos de los protagonistas de esta historia. Aunque Tusko y Rama completaron su tratamiento contra la tuberculosis, a ambos les practicaron la eutanasia. Tusko tenía problemas de movilidad que llevaba años arrastrando y Rama sufrió una infección por una herida en la pierna.
Sólo Packy ha sobrevivido a la aventura, de la que ha sacado -informa el rotativo- unas nuevas instalaciones y más controles. Del humano infectado, la periodista no dice nada. Suponemos que siguió con su vida y soportó la incógnita de saber si fue él el que contagió al elefante o viceversa.