Cerebros para la ciencia, literalmente
España ha conseguido tejer una eficiente red de bancos de cerebros, fundamentales para la investigación neurológica gracias a la concienciación de los donantes.
9 febrero, 2016 01:28Noticias relacionadas
Entre familiares y amigos es un tema incómodo, casi tabú, pero la decisión está tomada: Jesús Sánchez donará su cerebro a la ciencia. No deja de ser un caso raro, tiene 75 años y está "en perfectas condiciones físicas y mentales", asegura.
La inmensa mayoría de los órganos que reciben los bancos de cerebros -alrededor de un 98%, apuntan sus responsables- pertenecen a personas que han sufrido alguna enfermedad neurodegenerativa. Sus familiares están concienciados sobre la importancia de la investigación, aunque para ellos los posibles resultados vayan a llegar demasiado tarde.
Sin embargo, a los científicos no les basta con analizar un cerebro enfermo post mortem, necesitan compararlo con otros que no han pasado por lo mismo. Este donante madrileño lo tiene claro: "Ver las diferencias es lo que contribuye al progreso", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL.
"Ya he firmado y mi familia sabe que cuando cuando llegue el momento tendrá que comunicar rápidamente mi fallecimiento para que se ponga en marcha el proceso, pero a mí mujer y a mi hijo no les gusta hablar de eso", comenta, quizá porque pensar en la muerte no es un tema agradable, pero también porque el cerebro es un órgano especial, "que te van a tener que extraer y manipular".
Jesús reconoce que no tiene demasiado éxito cuando trata de hacer campaña para que sus conocidos sigan su ejemplo de altruismo, al que resta importancia: "Es una acción post mortem, aún me queda muy lejos", afirma con buen humor.
Para él, hacerse donante no era suficiente, así que también está colaborando con una investigación complementaria, el Proyecto Vallecas de la Fundación CIEN y la Fundación Reina Sofía, por el que cientos de voluntarios de entre 70 y 85 años se someten durante un lustro a un estudio de salud integral en el que destacan las pruebas neurológicas. La iniciativa permitirá crear una extraordinaria base de datos para la investigación.
Jesús recuerda perfectamente el día que surgió su entusiasmo por apoyar esta rama de la ciencia. La chispa fue una charla de Alberto Rábano en una asociación de familiares de enfermos de alzhéimer. Rábano dirige el banco de cerebros de la Fundación CIEN, en Madrid. Con unos 650 órganos almacenados, se ha convertido en un biobanco de referencia nacional e internacional en este campo desde que se puso en marcha a finales del siglo XX. "Los países anglosajones nos sacaban 25 años de ventaja, pero ya podemos decir que estamos al máximo nivel, quizá solo por detrás de Estados Unidos y Reino Unido, por su tradición", destaca.
Con mayor o menor grado de desarrollo, alguna de estas infraestructuras también están presentes en Cataluña, Navarra, País Vasco, Galicia, Murcia, Andalucía, Baleares, Asturias y Castilla y León, constituyendo una red que se integra en la plataforma de biobancos del Instituto de Salud Carlos III -existen otro tipo de bancos que almacenan distintas muestras biológicas- y que asegura una cobertura que en la Europa continental solo es comparable con el sistema alemán.
Sus profesionales están en alerta 24 horas. Si se produce el fallecimiento de un donante, los familiares deben avisar con la mayor celeridad. Para garantizar la mejor conservación posible, el cerebro debe ser extraído en las cuatro o cinco horas posteriores al fallecimiento. Una vez que llega al banco, se separan los dos hemisferios. Uno se conserva en formol y servirá para realizar un informe neuropatológico que se enviará a los familiares, certificando cuál era la enfermedad que sufría el donante. El otro se divide en varias partes y se congela, a la espera de recibir las peticiones de los investigadores.
Claves del alzhéimer
El equipo de Jesús Ávila, científico del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, estudia el alzhéimer y desde hace una década busca el apoyo de los bancos de cerebros para confirmar la validez de sus investigaciones, que habitualmente se basan en la reproducción de la enfermedad en ratones modificados genéticamente.
"En una ocasión observamos que estos animales tenían problemas de memoria porque la neurogénesis adulta estaba afectada y nos preguntamos si esto se había estudiado en humanos", comenta el experto. Los adultos generan muy pocas neuronas nuevas, pero éstas resultan fundamentales para almacenar nuevos recuerdos. Si el giro dentado del hipocampo no las recibe, se produce una pérdida de la memoria reciente, una de las principales características del alzhéimer. El análisis de la patología humana en muestras de cerebro reveló que estas neuronas sufrían alteraciones similares a las observadas en los ratones.
"Generalmente, partimos de los síntomas que vemos en el ser humano para tratar de reproducirlos en los ratones mediante modificación genética, pero en esta ocasión fue al revés, analizando los modelos animales observamos una anomalía y acudimos a las muestras para corroborar que, efectivamente, los pacientes sufrían el mismo problema", señala Ávila, que firmó una destacada publicación científica al respecto, junto con los responsables del biobanco de la Fundación CIEN.
"Lo que nos hace humanos"
En el Instituto Cajal, Javier de Felipe coordina la parte española del Human Brain Project, el ambicioso proyecto europeo que pretende comprender y reconstruir por ordenador el funcionamiento del cerebro humano, así como desarrollar tecnologías que lleguen a imitarlo. "Los bancos son la única forma que tenemos de obtener tejido humano", destaca el investigador, que trata de analizar la microorganización de este órgano.
"En el laboratorio hemos visto peculiaridades de nuestro cerebro que no se dan en otros animales, estamos aprendiendo qué es lo que nos hace ser humanos", un valioso conocimiento básico que a la larga también servirá para luchar contra las enfermedades. "No podemos arreglar el coche si no sabemos cómo es el motor", asegura.
Siguiendo con la metáfora, a veces los problemas de un vehículo no tienen que ver con un fallo interno, sino con un accidente exterior. El banco de cerebros de Harvard, el más grande del mundo, ha permitido comprobar que la mayoría de los jugadores de fútbol americano de la NFL -al menos, la mayoría de los que han donado su cerebro- sufre encefalopatía traumática crónica, una grave patología ya descrita en boxeadores y provocada por los golpes que reciben en la cabeza.
Estudios específicos
Tanto en el modelo anglosajón como en el español, un banco de cerebros es el proveedor oficial para distintos científicos y proyectos, pero eso no le impide realizar sus propias investigaciones. Por ejemplo, la Fundación CIEN realiza un seguimiento pormenorizado de pacientes con demencia que servirá para crear una base de datos única en el mundo que posteriormente se podrá correlacionar con el análisis de sus tejidos cerebrales.
Otra de sus iniciativas es estudiar el efecto de la edad en el alzhéimer, ya que "la enfermedad que vemos en personas con 75 años es muy distinta a la que se manifiesta en los que tienen más de 90, en realidad son combinaciones de patologías distintas", señala Alberto Rábano.
En España, la red de biobancos también está sirviendo para fomentar investigaciones específicas, por ejemplo, a través de un programa de coordinación de donaciones de enfermos de párkinson y de otro sobre esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
Además, existen redes internacionales para el estudio de enfermedades raras, como la parálisis supranuclear progresiva, que presenta síntomas similares al párkinson, así que las muestras españolas pueden acabar en laboratorios de medio mundo. También los propios especialistas: "A veces empiezan pidiendo tejidos y nos acaban solicitando colaboración científica", apunta Alberto Rábano.
Las posibilidades son tan variadas como los temas de investigación de la neurociencia y los biobancos están aportando valiosos datos a los científicos, esperanza a los pacientes y una gran satisfacción a los futuros donantes, que pueden presumir de que su cerebro será útil incluso más allá de la muerte.