Quien diga que el sida es algo ya superado, debería darse una vuelta por el África subsahariana. Allí se concentra la gran mayoría de los infectados por el VIH y en muchos casos el acceso al tratamiento es inviable. Allí, la enfermedad sigue siendo un problema y lo es, por tanto, la transmisión del patógeno que la provoca.
Más de la mitad de los 35 millones de seropositivos en el mundo son mujeres. De nuevo, un altísimo porcentaje son habitantes del continente negro. Por la idiosincrasia de la región, sus habitantes femeninas tienen pocas opciones a la hora de influir sobre el uso de preservativo por parte de sus parejas masculinas. Así, quedan fuera del método de prevención del VIH que mayor eficacia ha demostrado.
Otra alternativa prometedora, la profilaxis pre-exposición, tampoco ha demostrado ser eficaz en este grupo, en esta ocasión porque las participantes en los ensayos clínicos puestos en marcha para evaluarlos no fueron capaces de conseguir adherencia, es decir, de tomarse los fármacos de forma constante. Tampoco lograron constancia en la administración de otra aproximación preventiva, el gel con microbicida.
Este último fracaso se podría explicar porque, aunque se trata de una sustancia que las mujeres pueden aplicarse sin que sus maridos lo sepan, su presencia sí se nota a la hora de mantener relaciones sexuales.
Así, la gran esperanza de prevención en este colectivo residía en otra alternativa, el anillo vaginal "untado" con antirretrovirales, en concreto dapivirina. Se trata de un dispositivo de plástico flexible que se coloca dentro de la vagina y que, en Occidente, se utiliza sobre todo como método anticonceptivo.
Al añadirle 25 miligramos del antirretroviral se convertiría, teóricamente, en una potente arma de prevencion frente al VIH y, para averiguarlo, se llevaron a cabo dos grandes ensayos clínicos -el primero terminado ha sido ASPIRE- con mujeres africanas. La comunidad científica esperaba ansiosa los resultados, que se han presentado este lunes en la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas que se celebra en Boston. Al mismo tiempo, un indicador de la importancia de los mismos se ha publicado en la prestigiosa New England Journal of Medicine.
Jarro de agua fría... o no
"El efecto protector del anillo vaginal ha sido significativo, pero no tan alto como se esperaba cuando se diseñó el estudio", escriben los autores de la investigación, en la que participaron 2.629 mujeres: a la mitad se le suministraba mensualmente un anillo vaginal con antirretroviral y, al resto, uno placebo, sin principio activo.
Los datos recién difundidos demuestran que, en total, el anillo reduce el riesgo de adquirir VIH en un 27%. Si se excluye a aquellas participantes con baja adherencia (es decir, que no se pusieron el anillo todo lo que debían), el porcentaje aumenta diez puntos y alcanza el 37%. La protección también es mejor en mujeres mayores de 21 años y muy pequeña en el grupo de edad, especialmente vulnerable, que va de los 18 a los 21 años.
Los investigadores reconocen que los resultados no son revolucionarios, pero se resisten a hablar de decepción. Apelan a más investigación para entender qué hay detrás de estos datos y poder mejorarlos en trabajos posteriores. Es más, según ha declarado la Red de Ensayos en Microbicidas -una entidad financiada por los Institutos Nacionales de la Salud de EEUU-, promotora del trabajo, se pretende solicitar su autorización y posterior comercialización por parte de las autoridades sanitarias. El coste calculado del producto sería de cinco dólares.
Razones para la esperanza
El director del instituto Irsicaixa, Bonaventura Clotet, explica desde Boston a EL ESPAÑOL que es importante "hacer una lectura positiva" de estos resultados. "Lo importante es que protege, aunque no sea mucho", afirma, y destaca que se habla de unas regiones donde la mujer está desprotegida, donde no tiene fácil acceso al uso del preservativo y tampoco a la profilaxis pre-exposición. "De acuerdo, no es tan buena noticia pero, dentro de lo poco que hay, algo ayudará", resume.
Su colega en el mismo centro, Josep Coll, es algo más crítico e insiste en que "hace falta mejorar", ya que la eficacia en mujeres jóvenes "es bajísima". Esto no quiere decir que haya que desechar esta vía de investigación, opina, pero advierte contra el peligro de lanzarlo a la vida real sin dar una información correcta sobre su eficacia: "Podría dar una sensación de falsa seguridad".
Eso sí, Coll cree que hay margen para la mejora y destaca que la adherencia observada en el estudio ha sido muy buena, mejor que la vista con otros métodos, algo que podría deberse al hecho de que sólo se ha de colocar una vez al mes. "Se podría probar con otros antirretrovirales", especula.
Para Clotet también es importante investigar más. "Hay que ver cómo se logra que los anillos tengan mayor eficacia", concluye y subraya que en este congreso se van a presentar más resultados que podrían modificar el oscuro panorama de la prevención femenina del VIH en África.