Pillar una versión sintética de la marihuana, varias veces más potente que la natural, es fácil si sabes cómo.
Basta con buscar en Google las palabras clave, acceder a una de esas páginas de anuncios clasificados y venta de segunda mano, buscar en la sección de Plantas y Jardinería, enviar un correo electrónico y esperar.
Al rato, un WhatsApp: "Hola, soy el de los inciensos, te paso tarifas".
Las bolsitas de incienso cuestan entre 6 y 18 euros, un precio por el que uno de esos jamaicanos de Gambia que pasan talegos en El Retiro ni se levantaría del sofá. Hay precios especiales para clientes habituales, y los gastos de envío oscilan entre los 8 euros para la península y los 12 para las islas.
Tras un sucinto intercambio de mensajes para pedir consejo al sumiller de los inciensos, optamos por el ambientador tropical para coche Monkees: Three Amigos. En menos de 48 horas, un mensajero había llegado a la redacción de EL ESPAÑOL y, previo pago de 27 euros en metálico, entregado la mercancía. El sobre no tenía remitente, pero el código de la agencia de reparto apuntaba a un polígono industrial en el extrarradio de Manresa.
Junto a la bolsita, el vendedor había incluído un librillo de papel de fumar marca Greengo tamaño XXL. Todo un detalle que nos saca de la ensoñación del incienso y nos devuelve a la realidad. ¡Esto se fuma!
¿Qué son los cannabinoides sintéticos?
Muchos estudios demuestran el potencial terapéutico del cáñamo indiano (Cannabis sativa). El problema es que esta planta, la marihuana, tiene mala fama y es ilegal desde hace décadas en casi todos los países del mundo. Por ello, muchos científicos han intentado encontrar una sustancia análoga, que actuara en los mismos puntos del cerebro provocando los mismos efectos pero sin ser ilegal.
Entre los años 1984 y 2000, el químico estadounidense John W. Huffman creó en la Universidad de Clemson (Carolina del Sur, EEUU) más de 400 cannabinoides sintéticos para resolver este problema. Se trataba de que imitaran en la medida de lo posible a la principal sustancia psicoactiva del cannabis, el delta-9-tetrahidrocannabinol o THC. La síntesis de algunos de los análogos más logrados fue publicada, como es costumbre, en la literatura científica.
Meses antes de su jubilación en 2010, Huffman empezó a recibir llamadas del ejército o de agencias federales como la DEA. Al parecer, científicos forenses habían hallado en internet compuestos herbales que contenían una de sus creaciones, el JWH-018, y que estaban siendo vendidas como incienso, bajo los nombres de Spice o K2.
Ahí empezó todo.
El análisis clínico
Energy Control es una ramificación de la Asociación Bienestar y Desarrollo, una ONG. Se dedican a, entre otras cosas, ir a festivales o conciertos a hacer análisis de drogas para que los usuarios puedan comprobar su calidad o toxicidad.
Nos acercamos a su sede madrileña, cerca de Tetuán, con la bolsa de Monkees: Three Amigos para que nos la analizaran. La petición les resultó sorprendente por inhabitual, aunque accedieron encantados a enviar una muestra de hierba sintética a sus laboratorios de Barcelona a cambio de una donación simbólica a la ONG.
Hicieron una incisión en la bolsa precintada de cannabis sintético e introdujeron un poco en una bolsa hermética. En una o dos semanas tendríamos los resultados.
Semana y media después. Un martes por la tarde, llegaron al correo los resultados del análisis.
Entregaste una muestra, que nos ha dado el resultado siguiente: Nº 97518 - Cannabinoide sintético: XLR-11.
A día de hoy, este compuesto en particular está prohibido en Estados Unidos, Nueva Zelanda, China y la República Checa. Según un estudio de 2015 de la revista Neurology, dos estadounidenses de 25 y 31 años sufrieron convulsiones generalizadas tras el consumo de XLR-11. Ambos fueron diagnosticados con hemorragias subaracnoideas. La sustancia ha sido vinculada también con lesión grave de riñón e isquemia cerebral aguda.
En España es legal, como lo son el resto de los cannabinoides sintéticos, y no parece que la situación vaya a cambiar.
El quid de la cuestión
En conversación con EL ESPAÑOL, un inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía -que prefiere el anonimato- confirma que conocen perfectamente la situación de estas drogas alegales. No sólo son conscientes de su potencial para causar daños a los consumidores sino también de que, al no estar fiscalizadas en España -al contrario de lo que ocurre en Francia, Alemania o Reino Unido- nuestro país es de facto la puerta de entrada de estos cannabinoides sintéticos a Europa desde China, principal fabricante. "Solamente podemos luchar contra las drogas que están fiscalizadas", añade la fuente.
El gran problema de estos legal highs es que no son técnicamente drogas, sino que a veces están clasificados como medicamentos o compuestos para investigación científica. Son un quebradero de cabeza tanto para la Policía como para la Agencia Española del Medicamento, que también fue consultada, sin éxito, para este reportaje.
"A veces incluso pueden ser fármacos con interés terapéutico, como la pregabalina, que se vende en el mercado negro y con la que la gente se coloca, pero se utiliza como fármaco contra trastornos epilépticos", explica a EL ESPAÑOL Iván Fornís, encargado de análisis de Energy Control. "Hay que tener cuidado con fiscalizar, porque complicas mucho a gente que está tratándose con ello".
Es precisamente lo que le está pasando al Gobierno de David Cameron en Inglaterra. Ante el auge de los cannabinoides y otras drogas sintéticas, el Ministerio del Interior preveía aprobar una ley el 6 de abril para prohibir los legal highs pero la definición era tan vaga, "sustancias dirigidas al consumo humano y capaces de producir un efecto psicoactivo", que amenazaba con prohibir medicamentos reales mientras dejaba fuera drogas como el popper, ya que no tiene un efecto directo en el cerebro.
Así que finalmente, la decisión ha sido pospuesta y los británicos podrán seguir adquiriendo estas sustancias que, según una Petición de Acceso a la Información (FOIA), han acabado con la vida de 90 británicos entre 2003 y 2012. En otros países, como Alemania, Suecia, Estados Unidos o Australia, también ha habido muertes relacionadas con el consumo de marihuana sintética.
"En Alemania, Francia o Inglaterra, el consumo de cannabis reporta muchos más problemas sociales y legales que en España, donde no está penalizado", explica Fornís, "en Alemania hay zonas donde si te pillan con una sustancia fiscalizada en el bolsillo te retiran el carnet de conducir, y si en un control de tráfico das positivo de cannabis, tiene consecuencias penales. Es normal que allí la gente busque sustitutos legales, no fiscalizados, para seguirse colocando sin tener problemas".
En España, según el experto de Energy Control, ha habido varias hospitalizaciones derivadas del consumo de marihuana sintética, aunque no ha habido que lamentar nada más.
Volviendo al XLR-11
El producto que hemos adquirido es considerado un cannabinoide de tercera generación. La primera fueron los compuestos más exitosos creados por Huffmann y compañía (JWH-018, JWH-073) y otros análogos más potentes, como el HU-210 creado en Israel.
"En Inglaterra van por la tercera generación de cannabinoides fiscalizados, la primera fue la de los JWH y este XLR-11 está en la última", dice Fornís, "el problema es que la primera generación se conocía poco, había algún ensayo clínico aunque fuese a nivel celular, pero de ésta no se sabe nada, se lanzan al mercado, la gente lo prueba, si se intoxican se retiran y si no, pues siguen adelante".
Lo hemos detectado en sitios donde se hacen control de drogas, en centros de menores y, en menor medida, prisiones
Las drogas sintéticas siguen la táctica de la Hidra de Lerna; si Heracles le corta una cabeza, brotan otras dos. En 2015, la prohibición de docenas de estas sustancias en Rumanía o Polonia fue seguida de una epidemia de envenenamientos por nuevos cannabinoides sintéticos. La única forma de solucionar esta espiral de compuestos vertidos desde el sudeste asiático es, paradójicamente, seguir los pasos de España y despenalizar el consumo del producto a imitar.
En nuestro país, los cannabinoides sintéticos "a nivel epidémico no son un grave problema, pero esto no quiere decir que no esté subiendo el consumo", dice Fornís. Los clientes más habituales de sustancias como Monkees: Three Amigos están, según este experto, "en sitios donde se hacen controles de drogas". "Por ejemplo, lo hemos detectado en centros de menores y, en menor medida, prisiones", comenta, y concluye: "Así pueden colocarse y luego, cuando de vez en cuando les hacen un test de orina, con estas sustancias no les pillan".