¿Llegará SpaceX a Marte en 2018? Difícil… pero posible
En apenas dos años, el sueño de Elon Musk para lanzar una nave de ida y vuelta a Marte quizá se haga realidad. Existen la tecnología y los conocimientos, pero queda mucho por probar.
29 abril, 2016 01:49Noticias relacionadas
El año 2018 está casi a la vuelta de la esquina y, sin embargo, es la fecha elegida por el conocido emprendedor Elon Musk para enviar una nave no tripulada a Marte en un sofisticado viaje de ida y vuelta. De lograrlo, marcaría un nuevo hito en su ambiciosa carrera de genio vivo del siglo XXI.
A través de un simple tuit, su compañía SpaceX anunció que planea enviar una nave -dentro del programa conocido como Red Dragon- al planeta rojo en el plazo de tan solo dos años, un primer paso para lograr el objetivo de Musk: la conquista de Marte.
Planning to send Dragon to Mars as soon as 2018. Red Dragons will inform overall Mars architecture, details to come pic.twitter.com/u4nbVUNCpA
— SpaceX (@SpaceX) 27 de abril de 2016
Es la primera vez que SpaceX -que también ha hecho historia esta semana al cerrar un acuerdo con la Fuerza Aérea de EEUU para lanzar un satélite militar GPS- pone fecha para esta misión, pero habrá que esperar al Congreso Internacional de Astronáutica, que se celebrará en septiembre, para conocer más detalles de este audaz programa.
Pero ¿por qué 2018? Se da la circunstancia de que en mayo de ese año se abre una "ventana de lanzamiento" -así se denomina al momento óptimo en el que un viaje espacial puede tener lugar- ideal para una misión a Marte. La ventana se establece cuando coincide que los planetas están más cerca y que el desplazamiento es viable tanto económicamente como desde el punto de vista científico: fuera de esa ventana no es recomendable plantear una misión.
"Efectivamente, eso es así y, de hecho, hay también programada una misión de la Agencia Europea del Espacio (ESA) a Marte para ese momento, pero de todas formas eso tampoco es óbice para que el proyecto de Musk tenga que culminar ese año, porque hay otra ventana en 2020", explica a EL ESPAÑOL Felipe Gómez, científico del Centro de Astrobiología (CAB) del INTA/CSIC, que expresa sus dudas: "Parece que para un proyecto como éste, de tanta envergadura, dos años no es casi nada".
Entonces ¿a que viene tanta prisa? Gómez sospecha que, simplemente, "esta fecha es como un reto que se ha impuesto Elon Musk y va a intentar conseguirlo".
Por los pelos
Desde hace ya tiempo, Space X trabaja en su cápsula Dragon 2 y necesitan probar cómo aterrizaría en el planeta rojo, comenta a Wired David Hewitt, un científico especialista en cohetes de la compañía Dynetics. En ese artículo se explica también cómo falta por probar el cohete Falcon Heavy -que describe como tres cohetes Falcon 9 unidos-, que será el encargado de impulsar la misión a Marte. Y eso será un problema: no va a haber mucho tiempo para poder probar todo este sistema de propulsión.
Esa tecnología tiene que mejorar y ser probada a conciencia, y la duda es si logrará hacerlo en tan poco tiempo
Gómez aclara que la misión en sí -llevar una nave no tripulada a Marte en 2018- es factible porque SpaceX es una empresa que tiene la tecnología necesaria, así como los contratos y las relaciones con la NASA, tales como el acuerdo para usar la red de comunicación de espacio profundo de la agencia, lo que es fundamental para controlar un viaje de estas características. "No obstante", subraya, "esa tecnología tiene que mejorar y ser probada a conciencia, y la duda es si logrará hacerlo en tan poco tiempo".
Las pruebas son fundamentales en misiones como ésta, con unos costes tan altos que no se pueden producir fallos. Y vuelve la misma pregunta: ¿dará tiempo a hacer todo este trabajo si la misión ha de despegar en 2018? "Ésa es la principal duda", insiste.
"Hay que destacar que sus lanzaderas principales están en desarrollo y hay que adaptarlas a un posible viaje a Marte, lo que implica mucho trabajo en muy poco tiempo", añade este experto. Porque, según este científico español, existen sobre todo dos momentos críticos en una misión como ésta: la llegada a la superficie de Marte y el despegue desde la Tierra.
Enormes dificultades
"La mayor dificultad de esta misión es entrar en Marte, es decir, el descenso y aproximación a la superficie del planeta", comenta Gómez. “Es la fase que conocemos como EDL (Entrada, Descenso y Aterrizaje, por sus siglas en inglés), y en ella es donde menos se puede intervenir porque todo está programado de antemano", afirma, y añade: "Todo en esta fase tiene que estar muy, muy ensayado, y su desarrollo es fruto de un trabajo tremendamente exhaustivo".
La nave primero se ha de aproximar al planeta, luego ha de orbitar alrededor hasta que, por último, la cápsula desciende. "Hay que tener en cuenta que la atmósfera de Marte es menor que la de la Tierra, y su dinámica aún no es conocida del todo", recuerda Gómez. "Tampoco se conoce de forma exhaustiva las características de la superficie del planeta... Todos estos parámetros complican muchísimo esta fase".
Pero, además, se trata de un viaje de ida y vuelta. Por tanto, para que la misión pueda volver hay que prever un sistema de propulsión que permita incorporar cohetes que hagan posible un despegue desde Marte. Éste es más sencillo en el Planeta Rojo que en la Tierra porque su diámetro y masa es menor, por lo que también es menor la fuerza de gravedad que tiene que compensar.
"Y todo ello se tiene que realizar en el momento adecuado, porque nuevamente habría que aprovechar la siguiente ventana de oportunidad para poder volver a la Tierra", recuerda el científico del CAB.
El otro momento crítico es el despegue de la Tierra. "En este tipo de misiones, cada kilogramo vale mucho: es muy complicado elevar grandes masas desde la superficie y que salgan del planeta venciendo la gravedad", explica Gómez. "A mayor número de kilos, más coste y más dificultad, por lo que si vas a necesitar propulsores para traer una nave de vuelta, eso significa multiplicar esos costes y la dificultad de toda la misión".
¿Púbico o privado?
Tradicionalmente, la carrera espacial era, sobre todo, patrimonio de gobiernos y agencias estatales. La razón no es otra que el elevadísimo coste de los programas: se estima que la llegada del hombre a Marte tendrá un precio de unos 1,5 billones de dólares. Y pese a ello, Gómez sostiene que "era esperable que las empresas entraran en el negocio de los viajes interplanetarios".
"Pero una cosa es que entren y otra que lideren este proceso, que es el paso que se pretende dar ahora", puntualiza, y añade: "Todo lo que redunde en el desarrollo de la humanidad es conveniente, pero creo también que es algo que tiene que estar controlado desde los poderes públicos porque no podemos convertir la investigación espacial en un oligopolio o un monopolio: tiene demasiada envergadura y relevancia como para que suceda eso".
En cualquier caso, Marte vuelve a poner a prueba el genio de Elon Musk: el hombre que cambió para siempre el pagó online con PayPal, que impulsó el vehículo eléctrico y que revolucionó las baterías con Tesla, afronta quizá el reto más importante de su vida. Y tiene prisa.
"Creo que Musk ha sido muy provocador, ha intentado ser muy espectacular porque lo que ha anunciado precisamente desafía cualquier pronóstico de tiempo necesario para poder probar la tecnología que existe, pero que aun no ha sido lo suficientemente probada", comenta Gómez, que concluye: "Eso sí, de tener éxito sería algo muy novedoso y, sin duda, un gran paso en la conquista del espacio".