"Cumplir los plazos", "entregar a tiempo", "fecha limite"... Son expresiones malditas que, sin embargo, no acaban con esa costumbre tan humana de "dejarlo para luego" o "ya lo haré mañana". Este fenómeno, la conocida procrastinación, es un comportamiento que se puede predecir con asombrosa precisión.
Concretamente, es posible describir la tendencia mediante una función matemática. Al menos eso es lo que sostiene Tomasz Durakiewicz, director del programa de Física de la Materia Condensada en la National Science Foundation (NSF) de EEUU, quien en una reciente columna en Physics Today aborda este asunto con humor pero con rigor.
Bajo el título Una ley universal de la procrastinación, Durakiewicz se plantea el siguiente problema: si para determinadas tareas -como pagar los impuestos o escribir un artículo- gozamos de un plazo, ¿en qué momento del mismo cumplimos con ese trabajo? Es decir, ¿hasta qué punto procrastinamos?
De hecho, no es ni mucho menos el primero que se lo pregunta. Él mismo se refiere a un trabajo de los psicólogos suizos Cornelius König y Martin Kleinmann publicado en The Journal of Psychology en 2005. En él, ambos expertos aludían a la "fiebre de la fecha límite" (en inglés, deadline rush) para explicar que la mayoría de la gente espera a entregar su trabajo y cumplir con sus obligaciones a última hora. "Es un tema muy bonito que ya abordé hace años", comenta König a EL ESPAÑOL, y añade: "La comprensión de la procrastinación fue el tema de mi tesis ya en 2003".
Durakiewicz se basa en el trabajo de los suizos y parte de una premisa: a medida que pasa el tiempo y se acerca el límite impuesto, la presión por terminar el trabajo crece.
Esta presión, afirma el físico, es inversamente proporcional al tiempo restante. "Tal comportamiento de escala es bien conocido en la física", escribe en su texto, y añade ejemplos: "Es como la descripción de la energía potencial electrostática de una carga puntual, que depende de la distancia de la carga; o como la de la energía potencial gravitatoria de un sistema de masas respecto de la distancia entre dichas masas".
Así, la fórmula que propone es una función de proporcionalidad inversa o hiperbólica:
Este experto explica que se interesó por el tema por la cantidad de trabajo que se le acumulaba a medida que se acercaba un plazo final de entrega de artículos. "Como director de un programa de la NSF, siempre me ha sorprendido el incremento del número de propuestas que se envían justo cuando se cumple el tiempo limite de entrega, comparado con aquellos trabajos que se envían durante el resto del plazo", comenta Durakiewicz.
Así, decidió hacer un experimento con datos recogidos durante 10 años de más de 1.000 autores de artículos científicos que gozaron de plazos de 60 días para realizar sus propuestas. Pese a que el modelo es simple -omite otros factores, como posibles retrasos provocados por las universidades y no por los propios autores de los papers-, Durakiewicz destaca que "los datos se adhieren a una función hiperbólica modificada" y, por tanto, "el comportamiento en los retrasos en la entrega de los trabajos se predice bastante bien, sin ningún tipo de parámetros de ajuste".
¿Por qué medir cómo se apuran los plazos? ¿Para qué existen estudios sobre ello? El propio Durakiewicz cree que esta curva proporciona un medio sencillo que ayuda a estimar el número de propuestas que una institución debería esperar en función del tiempo restante de la fecha límite.
De este modo, se podría manejar mejor el número de propuestas recibidas en la fecha límite, e incluso prever posibles sobrecargas o bloqueos de la infraestructura informática existente en algunos centros de investigación por la temida avalancha de trabajos entregados "a última hora".
Procrastinar y 'hacer el vago'
Manuel Amayones Ruiz, psicólogo investigador en la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), comenta a EL ESPAÑOL que, "visto por un observador externo, podría pensarse que procrastinar y hacer el vago es lo mismo", pero matiza: "Cuando procrastinamos somos perfectamente conscientes de que estamos empleando nuestro tiempo en algo que a la larga nos va a reportar mayor placer, sea por liberación de adrenalina, o porque nos gusta trabajar bajo presión, a veces con la falsa creencia de que nos saldrá mejor aquello que estemos haciendo".
"En el caso de la procrastinación siempre hay una tarea distinta, alternativa, más placentera, que se interpone entre lo que debemos hacer y lo que hacemos", apunta Amayones, que puntualiza que "el término vaguear es menos sutil, normalmente se entiende por 'no hacer nada' y eso no es procrastinar". La diferencia entre ambos términos podría explicarse así: alguien tiene que entregar un trabajo y se reserva el día para finalizarlo, pero al final dedica su tiempo a consultar Facebook (procrastinar) o a tirarse en el sofá con la vista fija en el gotelé del techo (hacer el vago).
Son muchos los estudios que abordan el asunto de la procrastinación, desde varios ángulos. ¿Es buena o es mala? ¿Es conveniente? ¿Cómo afecta a la productividad? Autores como Frank Partnoy, profesor de legislación y finanzas en la Universidad de San Diego, sostiene que no sólo es buena sino necesaria para tomar mejores decisiones. Y el filósofo de la Universidad de Stanford John Perry, en su libro La procrastinación estructurada (1995), aconseja: "Para ser un gran triunfador, trabaja siempre en algo importante y úsalo como una manera de evitar hacer algo aún más importante". Esta teoría le valió un flamante IG Nobel, una parodia de los premios de la Academia Sueca, en 2011.
Sin embargo, otros autores critican la postura del "ya lo hago luego" como uno de los principales enemigos de la productividad, que puede morderte seriamente el bolsillo (esas compras de última hora en Navidades, por ejemplo) o incluso ser una fuente de infelicidad, como sostiene Piers Steel, autor de The Procrastination Equation, que además regala al lector una serie de normas irónicas sobre cómo escribir un artículo... sobre procrastinación.
El propio Amayones sostiene a este diario que la procrastinación afecta negativamente a la calidad del trabajo realizado: "¡Absolutamente! Muchas personas creen que trabajando bajo presión rinden mas... pero ¿qué pasaría si el mismo esfuerzo que hacen al final lo hubieran sostenido durante más tiempo? Pues posiblemente que el trabajo hubiera ido mejor". Por tanto, se trata de un comportamiento que se debe evitar y hay técnicas que pueden ayudar a ello: la fijación de metas realistas, autopremiarse los logros, establecer un sistema apropiado de gestión de tiempo, e incluso "seguir una dieta sana y hacer ejercicio", comenta este experto.
Pero como siempre, la procrastinación no representa un problema "en pequeñas dosis y de manera controlada", puntualiza Amayones. "No conozco a nadie que se queje de no procrastinar lo suficiente", comenta por su parte König, en tono de humor, y añade: "Al fin y al cabo, todo el mundo ha procrastinado alguna vez".