Nuestro tiempo es tan excitante que a las personas sólo puede chocarnos el aburrimiento. (Samuel Beckett)
De tan cotidiano, apenas genera preguntas. Pero, ¿por qué existe el aburrimiento? Si, como reza la sentencia de Dobzhansky, "nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución", ¿qué valor, qué fuerzas lo hicieron perpetuarse hasta quedarse en cada uno de nosotros, inalterablemente presente en cada película de sobremesa?
Aunque los estudios no son todavía muy numerosos, la inmensa mayoría apuntan a esto: el aburrimiento es una señal de alarma, una herramienta de alerta ante el fracaso de permanecer motivados por una tarea. Y un impulso para buscar otra que nos aporte más valor.
Pero eso es sólo una parte de lo que la ciencia está descubriendo sobre el asunto. También está que, si en vez de tratarse de algo puntual existe una tendencia excesiva al aburrimiento, ésta tiende a relacionarse con mayores probabilidades de depresión, ansiedad y conductas adictivas. Que por alguna razón aquellos que han sufrido un traumatismo cerebral tienden a aburrirse más. Que se han descrito hasta cinco tipos de aburrimiento, que hay quien dice que liga con la creatividad. Que se estudia qué es exactamente el aburrimiento en el cerebro y por qué a veces preferimos recibir una descarga eléctrica a quedarnos a solas con nuestros pensamientos. Que la ciencia del aburrimiento parece cualquier cosa menos aburrida.
James Danckert es uno de los máximos expertos en la investigación del aburrimiento, y algo en su biografía precedió a su dedicación. Como se comenta en un artículo en la revista Nature, cuando Dancker tenía 18 años su hermano mayor sufrió un accidente de tráfico que le provocó numerosas lesiones, incluido un traumatismo cerebral.
Aunque terminó recuperándose, algo cambió en él. Aficionado a la batería, nunca más recuperó la ilusión por tocarla: simplemente, le aburría. "No era apatía. Era profundamente frustrante para él estar completamente aburrido por cosas que le solían encantar", comenta Danckert en Nature.
Ahora Danckert es profesor de psicología en la universidad canadiense de Waterloo, y una de sus líneas de investigación tiene que ver precisamente con las consecuencias de los traumatismos cerebrales. "Hemos visto que estos pacientes tienen mayor tendencia al aburrimiento", comenta a EL ESPAÑOL. "En mi opinión, el daño en la corteza orbitofrontal (la parte del cerebro justo detrás de los ojos y relacionada con la toma de decisiones) les hace más difícil enlazar con el mundo".
La cuestión no es baladí, porque además no solo afecta a este tipo de pacientes, sino a las personas que por alguna secreta razón tienen más tendencia al aburrimiento. Estas personas suelen presentar con mayor probabilidad problemas de depresión, ansiedad o incluso de adicciones. Pero, ¿es una causa o una consecuencia? "Aún no lo sabemos", reconoce Danckert.
Una de las ideas que más planea en la investigación del aburrimiento es que va ligado a una deficiencia de lo que se da en llamar autorregulación, la capacidad de controlar nuestras acciones y la atención hacia nuestros objetivos. "Mi colega Dan Smilek", añade Danckert, "sugiere que la tendencia a tener lapsos de atención, que indican que no se está concentrado en una tarea, conducen tanto al aburrimiento como a la depresión, pero creo que esto necesita contrastarse".
¿Pero qué es lo que pasa en el cerebro cuando nos aburrimos? Esa es una de las cosas sobre las que tenemos cada vez más pistas y no menos preguntas.
¿Qué es el aburrimiento en el cerebro?
Una serie de investigaciones mediante imágenes cerebrales apunta a que, cuando nos aburrimos, aumenta la actividad en la conocida como red neuronal por defecto, una -aún en parte misteriosa- red de circuitos que emerge cuando no centramos la atención (una misteriosa red que, además, se lleva gran parte de la energía que consume el cerebro).
Es justo lo contrario que ocurre cuando se experimenta el flow, un estado de flujo en que la persona está completamente inmersa en aquello que realiza y que llega a alterar y hacer olvidar la percepción del tiempo. Además, durante el aburrimiento parece disminuir la actividad en zonas cerebrales relacionadas con la consciencia y la emoción. "Nosotros esto lo interpretamos como que la persona está intentando concentrarse y disfrutar con una tarea, pero su cerebro la considera tan mundana que fracasa en su intento", apunta Danckert.
Cinco tipos de aburrimiento
Indiferente, de calibración, de búsqueda, reactivo y apático. Éstos son, según sus características, los cinco tipos de aburrimiento que algunos investigadores han establecido. Pero no todos están de acuerdo. El propio Danckert, por ejemplo. "Esta clasificación es polémica. Nosotros hemos usado en el pasado el término aburrimiento apático, pero ya no creo que sea un tipo de aburrimiento, sino que representa simplemente a la apatía y la anhedonia, una imposibilidad para experimentar placer".
Una diferencia con estas es la paradójica observación de que el aburrimiento parece ser un estado de agitación, una suerte de lucha interna durante la cual aumenta la frecuencia cardiaca y sube el cortisol, la más típica hormona del estrés.
Aumenta la creatividad (o no)
Algunos estudios apuntan a que, cuando estamos aburridos y cansados, tiende a aumentar la creatividad. Su razonamiento es este: cuando el cerebro está cansado, sigue el rastro de las distracciones que se ofrece y que cuando está concentrado descartaría. Este paseo cerebral permite poner juntas posibles soluciones que en principio se encuentran lejanas y apartadas entre sí.
"Hay muy poca evidencia de que el aburrimiento favorezca la creatividad, aunque lo estamos estudiando", comenta Danckert. De alguna forma lo que haría este, más que proponer soluciones, sería más bien actuar como un optimizador previo.
"Mi colega Andreas Elpidorou", añade Danckert, "sugiere que el lado positivo de un estado de aburrimiento es que opera como una señal que te avisa si te has desviado de tu tarea o de si ésta no es lo suficientemente estimulante, y a la vez te recuerda cuáles son las metas importantes. Ésta es la definición de aburrimiento que me gusta". Algo parecido a lo que decía el editor y presentador estadounidense Clifton Fadiman: "Aburrirse en el momento adecuado es signo de inteligencia".
El 'vagabundeo mental'
El 95% de los estadounidenses consultados en una encuesta reconoció había realizado el día anterior alguna actividad de ocio como ver la televisión o leer, pero hasta el 83% negaron haber pasado ni un minuto "relajándose o pensando".
En el año 2014, un estudio en la revista Science construyó una hipótesis a partir de esos datos, y los experimentos destaparon unas, cuando menos, intrigantes conclusiones. La pregunta que se hacían era: "¿Es que a la gente le molesta estar simplemente pensando, sin hacer nada más?". Entre otras cosas lo que vieron fue que, dejados a solas durante 15 minutos sin nada que hacer, la mayoría de los hombres y una de cada cuatro mujeres decidían recibir al menos una descarga eléctrica con tal de combatir la monotonía que da lugar al llamado vagabundeo mental. El estudio ha sido criticado y todavía se debate sobre ello, pero su frase final tiene la cadencia de un epitafio: "a la mente sin dirigir no le gusta quedarse a solas consigo misma".
Cómo mejorar la educación
Según comenta la psicóloga Jennifer Vogel-Walcuut en la revista Nature, el aburrimiento explica los éxitos de los estudiantes tanto como lo hace su inteligencia innata. Sin embargo, apenas si se ha estudiado cómo tiene lugar esta relación ni cómo resolverla.
Una teoría bastante asentada sostiene que son los alumnos más inteligentes, al estar menos estimulados, los que tienden a aburrirse más en las clases. Aunque esto tiende a darse, algunos estudios han desmontado bastante parte del mito: en realidad es más frecuente que sean los menos dotados quienes caigan en el aburrimiento.
Otros estudios muestran que en el fondo parece darse una correlación donde no se sabe si va antes el huevo o la gallina o ambos a la vez: el aburrimiento disminuye el rendimiento, pero a su vez el bajo rendimiento conduce al aburrimiento.
¿Cómo mejorar este círculo vicioso? Todavía no se sabe con precisión, en parte porque la ciencia del aburrimiento está todavía construyéndose.
Uno de los problemas es que las escalas clásicas que lo evalúan se dirigen más a medir la tendencia a sufrirlo que al que se experimenta en un momento dado (lo que sería más representativo para estudiarlo en la educación).
Ni siquiera hay una herramienta definitiva que permita inducir el aburrimiento y analizarlo de igual manera en diferentes laboratorios (y entre medias cada cual prueba a provocarlo con tareas o vídeos diferentes). Quizás por eso lo que reconoce Danckert: "Creo que sobre esto todavía estamos muy lejos de poder aplicar estrategias válidas en el ámbito de la educación: primero debemos averiguar qué es lo que funciona y qué es lo que no".
Ante tantas incógnitas por resolver y tantos huecos de información por rellenar, una mente conspiranoica resolvería que, para mantener nuestra atención, los científicos (y tambien este artículo) han seguido al pie de la letra aquello que decía Voltaire: "El secreto para aburrir a la gente consiste en decirlo todo".
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