Cada vez, más y más agricultores en España siguen las enseñanzas del pensador austriaco Rudolf Steiner, quien en los años 20 del siglo pasado enunció los principios fundacionales de la agricultura biodinámica. La idea básica es convertir un terreno en un organismo casi autosuficiente. Para ello, el agricultor debe plantar las semillas y recoger los frutos siguiendo el calendario lunar, enterrar en otoño un cuerno de res relleno de estiércol de vaca preñada o polvo de cuarzo y dejarlo hasta primavera, o combatir una plaga de ratones con cenizas de ejemplares atrapados en la finca e incinerados, siempre y cuando Venus esté en la constelación de Escorpión.
Todos estos protocolos están dictados y han de ser corroborados por Deméter, una empresa alemana que otorga a quienes cumplen con las enseñanzas de Steiner el sello biodinámico. Esta distinción eleva sobremanera el precio y la demanda de los productos, especialmente en Centroeuropa.
Rodrigo Fernández -el nombre de pila ha sido alterado- está próximo a comenzar los cursos para transformar en biodinámico un pequeño olivar ecológico que posee. Aunque comparte los principios de la agricultura orgánica, su principal motivación es económica. "Me interesa el rollo porque puedes vender los productos más caros", explica a EL ESPAÑOL. "A mí lo de los calendarios lunares y meter mierda de vaca en un cuerno... no digo que no haga algo, pero vaya, la mayoría de las cosas que dicen se llevan aplicando 2.000 años, tú no puedes podar en luna creciente porque la savia está subiendo, se te desangra el árbol".
"Son cosas que ya hacían nuestros abuelos", dice Fernández, que se declara escéptico con que "echar unos gramos de un preparado de sílice en 60 litros de agua, moverla de una manera específica para que genere unos vórtices, y aplicar eso en una extensión de 20 hectáreas... hombre, no digo que vaya a hacer nada malo, pero no creo que sea la panacea, lo veo más bien como un marketing de puta madre".
Perfecto para el vino
Hay todo tipo de productos biodinámicos, desde fruta hasta hortalizas, pero las fuentes consultadas tienen claro que la denominación tiene más sentido comercial para el vino. "En aceite puede funcionar, en tomates quizá también, pero al vino le viene como anillo al dedo", dice Jesús Fernández, impulsor de Dominio de Punctum, una bodega de vinos
ecológicos y biodinámicos de Las Pedroñeras, Cuenca. "El concepto del vino se basa en consumir cada vez algo distinto, y un vino que hago yo y otro que hacen a diez kilómetros son totalmente distintos, es lo contrario a la estandarización, entonces, eso y la biodinámica se llevan fenomenal".
Aunque esta filosofía lleva décadas funcionando, sin duda, un impulso poderoso para los vinos biodinámicos fue el otorgado por el crítico Robert Parker. Por ejemplo, calificó con un rotundo 100 un Pontet-Canet de 2010, un burdeos biodinámico cuyo precio hoy supera los 300 euros por botella. También en su Guía Parker para Compradores de Vinos, el crítico incluye varios caldos biodinámicos.
"A mí la mitad del vino se me va para afuera", explica a EL ESPAÑOL Iago Garrido, que produce Ribeiro biodinámico en Orense desde hace más de diez años. "Todavía no he sacado la primera cosecha de 2014 y ya tengo la mitad vendida en Estados Unidos, no puedo mandar a Inglaterra porque no tengo más". A la hora de exportar, tener el sello de Deméter es clave, aunque Garrido advierte que en este caso, "llevaba casi un año con el vino vendido, y sin que la gente supiera que estaba certificado por Deméter".
Por su lado, Dominio de Punctum, cuya producción es, en un 80% ecológica y el resto biodinámica, produjo el año pasado más de dos millones de botellas, con destino a EEUU, Alemania, Inglaterra, Japón o Finlandia.
El gran interrogante
Alrededor de Deméter, contactada sin éxito por este periódico, se levanta una pequeña industria. Docencia, asesoramiento o venta de accesorios biodinámicos. Por ejemplo, en España la empresa Dreiskel vende por internet desde los preparados de boñiga de vaca hasta las vejigas de ciervo o intestinos, que luego habrán de rellenarse con flores de milenrama o manzanilla.
Eso sí, la certificación biodinámica es solo cosa de la empresa alemana, que actúa en un régimen de monopolio. Este hecho es el que provoca las mayores críticas hacia el movimiento. "Dentro de la antroposofía tenemos al banco Triodos, a Deméter, a la compañía cosmética Weleda o a varias escuelas de pedagogía Waldorf, son el mismo entramado de negocio", explica a este periódico el químico José Miguel Mulet, muy crítico con esta forma de agricultura. "Lo más gracioso es que, siendo una empresa privada, está autorizada específicamente por el Reglamento Europeo de Producción Ecológica, es como si un reglamento de coches autorizara los coches Ford".
"Este tema empezó sobre todo por el mundo del vino, que es el mundo más surrealista que existe", dice Mulet, quien señala también que Steiner nunca hizo un experimento, sino que todos los principios de la disciplina proceden de las ocho charlas que el pensador dio en Koberwitz, Silesia, entre el 7 y el 16 de junio de 1924. Sin embargo, la ciencia moderna sí que se ha ocupado de contrastar si, como dicen, los productos biodinámicos tienen mejores propiedades organolépticas, es decir, si saben mejor que los orgánicos o que los tradicionales.
Por ejemplo, un estudio de 2015 en PLOS ONE analizó el crecimiento, cosecha y sabor de unas uvas de la variedad Riesling gestionadas de forma orgánica, biodinámica y con un tratamiento integrado. Los resultados señalaron que el crecimiento de la planta y la cosecha resultaron menores en los cultivos orgánicos y biodinámicos. En cuanto a la calidad de la fruta, los científicos concluyeron que "no se ve afectada por el método de gestión".
Este año, Deméter ha certificado a 107 productores españoles como biodinámicos. Todos ellos son, al mismo tiempo, ecológicos, ya que como explica Fernández, "tienes que ser ecológico para ser biodinámico". Estos agricultores, según ha podido comprobar EL ESPAÑOL en el registro de beneficiarios de subvenciones agrícolas de la PAC, recibieron en 2014 más de 1.673.000 euros en ayudas europeas. Entre ellas estaba, por ejemplo, Pizarro Sociedad Anónima, una subsidiaria de González-Byass que recibió unos 150.000 euros. Es decir, la Unión Europea pone la gasolina que alimenta este fino entramado, totalmente legal, en el que tanto el agricultor como Deméter salen ganando.
Cada curso, entre marzo y junio, los inspectores biodinámicos revisan que los protocolos se hayan seguido adecuadamente. "Es como tener una inspección de hacienda todos los años, pero es cierto que es una más de las muchas que tenemos", dice Jesús Fernández. "Nos inspeccionan la parte ecológica, la de Denominación de Origen, la de productos controlados por impuestos especiales, porque en otros
países se pagan como si el vino fuera whisky, luego tenemos inspecciones ecológicas para Estados Unidos, China, Brasil, y finalmente la biodinámica".
Filosofía o economía
Desde siempre, en España y fuera, miles de personas practican, sin certificación alguna, la agricultura ecológica. Deméter supo imponer un protocolo en mitad de un marasmo de prácticas. Como explica a este periódico Volker Abshagen, miembro de una cooperativa murciana con producción biodinámica, "inicialmente estaba la producción bio normal, existían varios protocolos y certificaciones, pero todo acabó por decidirse por Deméter, que es posiblemente el más estricto y también el más complicado, ya que tiene en cuenta ciertos aspectos filosóficos", explica. "Todo esto sin perder de vista los mercados exteriores, principalmente Alemania, donde Deméter existe ya desde hace muchas décadas y esta en auge en Europa, dada la creciente preocupación de los consumidores de alimentarse de forma más sana", dice Abshagen.
De los productores consultados, los más veteranos recalcan que, aunque el factor económico no es desdeñable, la incursión en la biodinámica debe hacerse desde el convencimiento. "Esto hay que hacerlo con convicción, la intención que pones es casi tan importante como lo que estás haciendo", apunta Garrido. "Digamos que, en ecológico, pasas de cambiar una molécula sintética por una natural, pero aquí no, aquí trabajamos a otros niveles y si uno no está convencido, podrá certificarse en Deméter, obtener el sello... es lícito, pero no estará practicando biodinámica".
Sin embargo, no niegan que para muchos, como Rodrigo Fernández, vender sus productos a precio de oro puede justificar una rápida inmersión en la antroposofía. O como él mismo dice, "si me van a pagar el aceite al doble, como si tengo que ponerme una túnica y bailar una conga entre los olivos".