No es que un rato de relajación y concentración, dejando de lado el ruido y la furia de la vida diaria, vaya a venirle mal a casi nadie. Pero otra cuestión es que las prácticas de meditación en sus diversas formas, como el mindfulness o el loving kindness, realmente sean la panacea física y mental que prometen quienes las imparten y que secundan infinidad de revistas y webs. Y cuando la ciencia pone estos supuestos beneficios bajo el microscopio, resulta que aquello atribuido al Dalai Lama de que la violencia desaparecería del mundo si todos los niños aprendieran meditación es una bonita frase para un retweet, pero poco más.
Un equipo de neuropsicólogos de Nueva Zelanda, Reino Unido y Holanda ha reunido todos los estudios científicos válidos disponibles hasta hoy sobre los beneficios sociales de la meditación, sobre todo en una de sus formas actuales más de moda, el mindfulness. Los investigadores se han centrado en sus presuntos efectos en las actitudes hacia otros como la compasión, la empatía, la agresividad o los prejuicios. En resumen, todo aquello que según el Dalai Lama se resuelve con la meditación. Pero que según los resultados del estudio, parece que no.
Beneficios fallidos
Los metaestudios, o estudios de estudios, son una herramienta imprescindible para saber cuánto hay de verdad en una proclama sobre efectos que no son inmediatamente evidentes. Es inmediatamente evidente que el cianuro mata, pero no si el café alarga la vida, la acorta o es indiferente. Una vez que se han publicado diversos estudios sobre una cuestión de este tipo, los investigadores pueden recopilarlos todos y analizarlos en conjunto para convertirlos así en un único estudio mayor cuya conclusión será mucho más sólida.
Sin embargo, no todos los estudios pueden entrar en este panorama general. Para cualificarse como válidos deben seguir una metodología científica, lo que implica hacer ensayos con métodos rigurosos y con grupos de control adecuados. Una vez hecha esta criba, los autores del nuevo metaestudio, publicado en la revista Scientific Reports, han llegado a la conclusión de que la meditación no tiene ningún efecto significativo sobre el nivel de agresividad, los prejuicios o el grado de conexión social de quienes la practican. En cambio, un primer análisis sugería que la meditación sí mejoraba la compasión y la empatía.
Pero estos aparentes beneficios también se cayeron cuando los autores indagaron más a fondo en estos estudios y descubrieron que había fallos que invalidaban la conclusión. En algunos casos, el problema era que la persona experta encargada de instruir a los participantes en la técnica de meditación había participado en el análisis de los resultados y aparecía como firmante del estudio. Esto no implica que se hayan manipulado los datos a propósito, pero según el coautor del estudio Miguel Farias, de la Universidad de Coventry, "los investigadores pueden haber sesgado sus resultados inintencionadamente". Nadie creería un estudio en el que un fabricante de azúcar demostrara los dones saludables del azúcar.
En otros estudios lo que fallaba era que al grupo de control, los que no meditaban, no se les ofrecía ninguna actividad alternativa para comparar los efectos. Dado que los participantes en la meditación sabían que estaban en un experimento, sus posibles expectativas favorables podían causarles un efecto placebo ausente en los voluntarios que no hacían nada, por lo que era necesario también involucrar a los segundos en alguna otra actividad que no les revelara su condición de controles. Por ejemplo, un control adecuado aparecía en un estudio de 1976 donde el psicólogo Jonathan Smith, de la Universidad Estatal de Michigan, se inventó toda una falsa técnica de meditación a la que llamó Inactividad Somática Periódica (PSI, en inglés) y para la cual llegó a escribir todo un manual de 71 páginas. Smith no encontró diferencias entre los practicantes de meditación y de su falsa PSI.
No es mejor que ver un documental
Así, Farias y sus colaboradores Ute Kreplin e Inti Brazil han considerado sólo los estudios que incluían controles activos, como "grupos de discusión de loving kindness o de salud, visualizaciones neutras o ver vídeos de naturaleza", detallan los autores a EL ESPAÑOL. Según cuentan, "algunos estudios encontraban un efecto significativo pero otros no". Sin embargo, cuando analizaron en conjunto todos los estudios con controles activos y donde el profesor de meditación no firmaba el trabajo, "el efecto de la meditación en la compasión desaparecía". La conclusión es que meditar no nos hace más empáticos ni menos agresivos que, por ejemplo, ver un documental de naturaleza.
Este nuevo estudio no es la primera gran revisión que cuestiona los beneficios reales de la meditación. Según Farias y sus colaboradores, "otros metaanálisis de los efectos del mindfulness en la salud mental han encontrado que en general esta técnica no funciona mejor que otros tratamientos activos como el ejercicio físico o la psicoterapia".
El pasado octubre, un equipo de investigadores de EEUU, Australia y Holanda descubría que sólo el 9% de los estudios publicados comparaban los efectos del mindfulness con un control adecuado y que no existen ensayos clínicos rigurosos, por lo que tampoco se han evaluado sus posibles consecuencias negativas en las personas que puedan sentirse "dañadas, engañadas o decepcionadas", escribían los autores.
Todo lo cual es especialmente preocupante, añadían, teniendo en cuenta que técnicas como el mindfulness han conseguido instalarse en las consultas de los psicólogos, las unidades de salud mental de los hospitales, las escuelas o incluso las reuniones corporativas, para tratar todo tipo de trastornos, ya sea estrés, depresión, adicciones o dolor. Los autores destacaban la necesidad de “contener el flujo de desinformación sobre los beneficios, costes y futuras perspectivas del mindfulness” mientras no exista un mayor volumen de estudios científicos.
El budismo no es una gimnasia mental
Pese a todo, Farias y sus colaboradores advierten de que sus conclusiones "no invalidan las proclamas del budismo o de otras religiones sobre cómo sus creencias y prácticas pueden tener valor moral y el posible potencial de cambiar la vida de sus practicantes". De hecho, apuntan que Occidente ha malinterpretado el budismo apartándolo de su tradición religiosa para convertirlo en una especie de gimnasia mental: "líderes intelectuales de las religiones del sur de Asia han subrayado que, para la mayoría de las formas del budismo, el medio más valioso para alcanzar la profunda transformación personal no es la meditación sino el estudio de las sagradas escrituras", escriben en el estudio.
"Pero las conclusiones de nuestra investigación están muy lejos de validar muchas proclamas populares que suelen hacer los meditadores y algunos psicólogos", resumen Farias y sus colaboradores. Lo cual sugiere que dichas proclamas tal vez deberían someterse a las mismas reglas del juego que cualquier otra oferta supuestamente terapéutica. "¿Pero quién va a regular esto?"